Altos Valores de Conservación: ¿Participar o no?

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Cada vez que se inicia un nuevo proceso las ONG tienen que decidir si participarán en el mismo o no. Eso es lo que está ocurriendo ahora con el enfoque de Alto Valor de Conservación (AVC) y con la Red de Recursos de Alto Valor de Conservación.

En el editorial se destacan varios asuntos importantes que es necesario seguir discutiendo para poder tomar una decisión bien fundada respecto de la participación o no participación en esta instancia.

El primer asunto que se plantea es que existen dos grandes enfoques (opuestos) en cuanto al control del sector privado: la auto-reglamentación y los controles estatales obligatorios. El WRM exige controles obligatorios, responsabilidad empresarial, imperio de la ley y una mejor capacidad estatal de reglamentar el sector privado, en tanto las corporaciones promueven normas voluntarias y códigos de conducta. La realidad demuestra que en la actualidad es este último enfoque el que prevalece. El concepto de AVC debe considerarse parte del mismo.

Existe por lo tanto la necesidad de discutir sobre los beneficios e inconvenientes que puedan resultar de la participación en este proceso. También es necesario discutir si es posible o recomendable incorporar en el futuro el concepto de AVC a la legislación nacional para que éste se vuelva obligatorio.

Un segundo asunto importante que se plantea en el editorial es el riesgo de que cuando se considere que una zona no contiene AVC ésta pueda entonces talarse o convertirse a la minería u otras actividades. Se trata de un riesgo muy real y las ONG que participan en esta instancia pueden terminar siendo responsables involuntarias de la degradación social y ambiental de las zonas no consideradas de alto valor de conservación.

Junto con lo anterior también está la amenaza muy real de la hipótesis dantesca de islas de ‘alto valor de conservación’ rodeadas de ‘zonas para el sacrificio’ devastadas. De hecho se trata de una práctica común en muchos países, donde los gobiernos abren grandes extensiones de tierra para actividades productivas no sustentables y lo justifican declarando “protegidas” otras zonas. El enfoque AVC podría fortalecer aun más dichas políticas.

Lo anterior implica otra discusión: cómo es posible que se considere que una parte de la naturaleza o de la sociedad tiene “bajo” valor de conservación (por defecto, todo lo que no se defina como “alto” será “bajo”) y si alguien tiene derecho a definir categorías como éstas.

También hay que considerar cómo se está aplicando esta herramienta y a cuáles intereses sirve mejor, así como la cuestión de las garantías en relación con el respeto a los derechos de las comunidades en cuanto a las decisiones sobre el uso de la tierra.

Otro aspecto fundamental es el tiempo. ¿Cuánto tiempo deben dedicarle a cada proceso que aparece (y siempre aparece uno nuevo) los activistas de las ONG? ¿Cuántos millones de horas de trabajo han consumido procesos como la Revisión de la Política sobre Bosques del Banco Mundial, el Panel Intergubernamental y el Foro sobre los Bosques, el Consejo de Manejo Forestal (FSC) y tantos otros? ¿Cuánto de ese esfuerzo ha resultado útil para las comunidades de los bosques? ¿No sería más sensato centrarnos en nuestros propios programas, por ejemplo el manejo comunitario de bosques, en lugar de reaccionar a las iniciativas de corporaciones y gobiernos?

A este respecto, este nuevo proceso, el concepto AVC, y la Red de Recursos de Alto Valor de Conservación que con él se relaciona exigen tiempo y recursos para debatir asuntos como los anteriores (y otros) y buscar formas de solucionarlos, como dice el editorial, “dentro del contexto voluntario y favorable a los negocios que las corporaciones prefieren”, sin olvidar que éstas tienen recursos financieros prácticamente ilimitados a su disposición.

Al igual que con muchos otros procesos, con éste es necesario tomar decisiones: si las organizaciones deberían (o no) participar y por qué, cuánto tiempo y recursos debería dedicársele (si es que debe dedicársele algo), si hay que intentar influir desde afuera o desde adentro o bien ignorarlo. Pero todos tenemos que tener presente que el proceso existe y ser conscientes de sus posibles consecuencias.

Ricardo Carrere