Aprendizajes de líderes indígenas Tupinikim de Brasil para recuperar sus territorios: una lucha de más de 40 años

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Líderes indígenas Tupinikim de Brasil relatan la experiencia de su pueblo en la lucha contra una de las mayores empresas de plantación de eucaliptos y producción de celulosa del mundo: Aracruz Celulose - ahora Suzano Papel e Celulose. Hablan de los aprendizajes de una lucha en la que los indígenas recuperaron 18.070 hectáreas de tierra.

Este es el primer artículo de una serie sobre la experiencia de las comunidades que han recuperado sus territorios, invadidos por los monocultivos de árboles. En este artículo, dos líderes indígenas Tupinikim de Brasil relatan la experiencia de su pueblo en la lucha por la tierra contra una de las mayores empresas de plantación de eucaliptos y producción de celulosa en el mundo: Aracruz Celulose - ahora Suzano Papel e Celulose. Hablan de las principales lecciones aprendidas, los retos y las dificultades.

En el año 1500, cuando tuvo inicio la invasión de Brasil por los colonizadores portugueses, los Tupinikim habitaban una franja de miles de kilómetros de la costa brasileña, desde el Nordeste hasta el Sur del país. Tras siglos de enfrentamientos, genocidios y masacres, en la década de 1960 sólo les quedaba un pequeño territorio en el actual municipio de Aracruz, al norte del estado de Espirito Santo [región sudeste], donde vivían en 40 aldeas en una zona del Bosque Atlántico (o Mata Atlántica). En ese momento un grupo de indígenas Guaraníes, en busca de la Tierra sin Mal, se unió a ellos.

En 1967, durante la dictadura militar, Aracruz Celulose invadió este territorio y destruyó casi todas las aldeas indígenas, incluida la aldea de Macacos, donde más tarde se construiría el complejo de 3 fábricas de celulosa de Aracruz. Los Tupinikim y los Guaraníes estaban confinados en sólo 3 aldeas. Además de perder su territorio para Aracruz, la empresa taló la mayor parte del bosque para plantar monocultivos de eucalipto.

Lo que parecía un golpe mortal fue, en realidad, el comienzo de una lucha de más de 40 años durante la cual, en tres etapas, los indígenas recuperaron 18.070 hectáreas de tierra. El gobierno federal reconoció y demarcó 4.492 hectáreas en 1981, 2.568 hectáreas en 1998 y finalmente otras 11.000 hectáreas en 2007 como Territorio Indígena Tupinikim-Guaraní.

Para ello, los indígenas presionaron al gobierno para que garantizara el derecho de los Tupinikim-Guaraníes a las tierras tradicionalmente ocupadas, como prevé la Constitución brasileña.  Así, en 1980, 1998 y 2005, los Tupinikim y los Guaraníes utilizaron la táctica que llaman ‘autodemarcación’. Sobre la base de la identificación de tierras realizada previamente por un grupo técnico designado por el gobierno federal en conjunto con las comunidades, los indígenas talaron los eucaliptos de Aracruz para delimitar, por su cuenta, su territorio.

Pese a las acciones violentas de la policía y de Aracruz, que destruyeron las aldeas que los indígenas habían reconstruido en la zona recuperada; pese a la campaña racista promovida por Aracruz en la que se afirmaba que los Tupinikim no eran indígenas, ellos y los Guaraníes se mantuvieron firmes y dieron la lucha hasta que el ministro de Justicia firmó, en 2007, el decreto de demarcación que reconocía oficialmente sus tierras.

Pero la lucha todavía no terminó. El gobierno anti-indígena de Jair Bolsonaro, junto con otras fuerzas anti-indígenas, ahora buscan adoptar el llamado "marco temporal", que sugiere que sólo se puede demarcar territorios indígenas donde los indígenas estaban presentes en 1988. Esto podría resultar en la anulación de la mayor parte de los territorios Tupinikim y Guaraní en Espirito Santo.

WRM dialogó sobre los 40 años de lucha por el territorio de los Tupinikim-Guaraní con Deusdeia Tupinikim, lideresa de la aldea de Pau Brasil, y Paulo Henrique, líder Tupinikim de la aldea de Caieiras Velhas y coordinador de la organización indígena APOINME, que lucha por los derechos de los pueblos indígenas en la región nordeste de Brasil y en los estados de Minas Gerais y Espírito Santo [región sudeste del país].

WRM: En estos 40 años de lucha ustedes han tenido tres momentos de autodemarcación de su territorio. ¿Cómo empezó esta lucha y qué es la autodemarcación?

Paulo: En primer lugar, me gustaría agradecerles por poder hablar y hacer que llegue a las comunidades que tienen el reto de recuperar su territorio un poco de lo que hemos hecho. Aquí en Brasil la lucha por la tierra sigue teniendo obstáculos, es un reto para muchos pueblos, comunidades y movimientos sociales. Lo logramos, aunque sabemos que esas 18.070 hectáreas de tierra no constituyen la totalidad del territorio, pero es lo que en su momento reclamaron los líderes ante la FUNAI [órgano gubernamental para asuntos indígenas] y se consideró el mínimo necesario para la reproducción física y cultural de los pueblos indígenas de la región. En el primer momento de la lucha, todavía era un niño. En la segunda participé un poco y en la tercera participé más intensamente.

Para comenzar a luchar por la tierra, lo principal es saber lo que quieres y tener pruebas concretas que te respalden en esta lucha. Teníamos documentos históricos que demostraban nuestra ocupación tradicional del territorio, incluido un documento de 1610 que muestra que la Corona portuguesa había donado una sesmaria de tierra [una parcela de tierra entregada por la colonia], en las tierras que luego invadió Aracruz Forestal.

Hicimos la autodemarcación tres veces, en 1980, 1998 y 2005. Esto significa que nosotros mismos demarcamos nuestro territorio. Cada vez que lo hacíamos, sabíamos que teníamos que hacer algo, seguir adelante, porque el gobierno había paralizado, archivado nuestro proceso. Hubo que hacer presión para que el gobierno reanudara el proceso y reconociera y demarcara nuestro territorio. Hicimos la autodemarcación y todas las comunidades participaron.

Deusdeia: Nos unimos a la lucha por la tierra porque para nosotros la cuestión del agua era muy importante: las restingas, los manantiales [también llamados olhos d’água en Brasil]. También empezamos a identificar y separar algunas tierras para que la naturaleza pudiera regresar con libertad. También necesitábamos más espacio, porque hoy en día sólo en la aldea Pau Brasil tenemos más de 200 familias. Así que nuestro mayor sueño era tener este espacio para que nuestros hijos y nietos pudieran construir sus casas, tener libertad para salir, libertad para pescar, libertad para plantar y cuidar el medio ambiente, porque hasta entonces Aracruz plantaba eucaliptos hasta en las grutas, en las orillas y dentro de los arroyos y ríos. Debido a nuestra lucha, empezaron a renacer varios arroyos en lugares donde ya no hay plantaciones de eucaliptos.

WRM: ¿Cuáles fueron las principales lecciones que se llevaron de esta larga lucha?

Paulo: La primera lección es que nada es imposible. Luchamos contra una empresa multinacional. Nos criticaron mucho, sufrimos represalias del gobierno, fuimos perseguidos, fuimos víctimas de prejuicios y discriminación, pero no bajamos la cabeza.

La segunda lección es la unidad de los pueblos, dejar de lado las diferencias que existen entre algunos, unirse y luchar contra un enemigo mayor, que en ese momento era Aracruz Celulose. Y no había nadie más grande o pequeño, todos estábamos en el mismo barco. Si le dan un balazo a uno, se lo dan a todos, si alguno puede comer, todos van a comer. Esta igualdad es muy importante.

La tercera lección es la importancia de tener un único objetivo. Nuestro objetivo era la conquista del territorio y en ningún momento nos desviamos de este objetivo. Podríamos trazar diferentes planes para lograr nuestro objetivo, pero el objetivo era claro y único.

Deusdeia:  Esta lucha fue un gran aprendizaje y a lo largo de los años crecimos observando cómo podíamos mejorarla. En cada lucha, los caciques [o líderes indígenas], junto con las comunidades, han comprendido mejor las leyes, cómo podíamos reunirnos y elaborar estrategias. Una de las cosas que me marcaron fueron las luchas de 1998 y 2005, porque fue cuando las mujeres nos involucramos de verdad.

WRM: ¿Cuáles fueron los desafíos para que las mujeres indígenas entraran en esta lucha? ¿Cómo se animaron a estar allí en la ocupación junto a los hombres?

Deusdeia: Recuerdo bien cuando nos reunimos [el primer día de la autodemarcación en 2005, cuando llegaba la policía], cuando los caciques y líderes, por los que tengo mucho respeto, dijeron que quien quisiera irse a su casa que se fuera y que ellos se quedarían hasta el final. Éramos muchos. Lo que hicimos para decidir no dejar a los caciques solos, no lo sé. Creo que nuestro dios Tupã nos ha animado mucho a tener coraje junto con nuestros líderes. Y cuando estás seguro de que algo [la tierra] es tuyo, avanzas sin miedo a equivocarte. Fue entonces que nosotras, las mujeres, dijimos que íbamos a la lucha y que sólo regresaríamos entre todos cuando conquistáramos la tierra.

Recuerdo que cuando ocupamos la fábrica de Aracruz, las mujeres y los niños estábamos en primera línea. Nos decían que no hacían nada contra los hombres por la presencia de las mujeres y los niños y eso nos fortalecía como mujeres. En todas las acciones que realizamos, estábamos allí, con nuestro arco y flecha, con nuestros penachos, y cuando nos pusimos en primera línea vimos que ellos [la policía] no nos enfrentaron. Cuando llegaron a [la aldea] Olho d'Água con un tractor para destruir la aldea, la casa de oración, nosotras no estábamos presentes.

Incluso hoy en día, en las reuniones de la comunidad, tenemos voz y hablamos. Y esto ha fortalecido a las mujeres. Lo que ocurría en el pasado, cuando las mujeres se quedaban entre bastidores, ya no ocurre. Hoy estamos codo con codo en la lucha. Y si tengo que volver a la lucha, seguro que estaré ahí cuando pueda. Los jóvenes que viajaron a Brasilia ahora para luchar contra el "marco temporal", me enviaron mensajes como: "mira mujer, eres una guerrera, estamos aquí porque nos has inspirado". Es un honor para mí saber que, a través de nuestra lucha, no sólo la mía sino la de muchas mujeres, algunas de las cuales ya se fueron mientras otras continúan su lucha, en la que los jóvenes se inspiran hoy.

WRM: ¿Cuáles fueron los principales retos y dificultades que enfrentaron en esta lucha?

Paulo: El principal reto al comienzo de la última lucha en 2005 fue meternos en la cabeza que el territorio era más importante que un acuerdo que se había hecho en 1998 con Aracruz Celulose. Los líderes, las comunidades, se aferraron a este acuerdo, que demarcó un pedazo de nuestro territorio, dio dinero y concedió algunos otros beneficios a las comunidades y a cambio dejó una gran parte de nuestras tierras con Aracruz. Fue un reto enorme y lo sentí en carne propia, porque fui uno de los pocos que cuestionó este acuerdo. Pero trabajamos en las comunidades, hablando con la gente, hasta que encontramos un líder en cada comunidad que comprendiera que nuestra lucha era por el territorio.

Otro desafío, relacionado con este acuerdo, fue renunciar a las cosas que habíamos logrado en 1998, que eran cupos en la universidad, proyectos agrícolas, dinero entregado a las familias por la venta de eucaliptos plantados en tierras indígenas por Aracruz Celulose. Se nos criticó mucho, decían que estábamos destruyendo todo, que no iba a quedar nada, pero nos mantuvimos firmes y logramos demostrar que el territorio era sumamente importante.

Esto llevó a un reto aún mayor, que fue el de reunir a todas las comunidades para que se unieran a la lucha. Hicimos una asamblea general y especialmente el discurso de los ancianos fue importantísimo, porque lograron mostrar a la gente la importancia de luchar por la tierra y entonces logramos reunir y convencer a todas las comunidades que se unieran a esta lucha.

Por supuesto, tuvimos muchos otros desafíos. Recuerdo que, en medio de la lucha, la gente decía: “para qué estamos aquí, luchando por estas tierras. Vamos a dejar estas tierras con Aracruz y ganar plata con los eucaliptos”, influenciando a los demás. Así que tuvimos que trabajar constantemente para concienciar a la comunidad de la necesidad de estar junto a los líderes en la lucha.

Otro desafío fue en enero de 2006, cuando la policía invadió nuestro territorio (recuperado) y destrozó la aldea Olho d'Água, que habíamos reconstruido. Me acuerdo de que fui el primero en llegar, tratando de hablar con el comandante de la policía que estaba frente a nosotros para que no lo hiciera nada, tratando de mediar y finalmente se desencadenó toda la violencia que ocurrió allí. Pero nosotros somos indígenas, somos resistentes, volvimos y reconstruimos Olho d'Água de nuevo y hoy ahí está, gracias a Dios.

WRM: En esta última demarcación no sólo demarcaron el territorio, sino que decidieron ocuparlo, reconstruyendo algunas de las antiguas aldeas extintas como Olho d'Água. ¿Por qué pensaron que sería importante ocupar el territorio?

Deusdeia: Según los testimonios de nuestros ancianos, antes de la llegada de la empresa había unas 40 aldeas indígenas. Cuando empezamos la lucha, fuimos a visitar los ancianos, como por ejemplo el don Antonino, de mi aldea. Nos llevó al sitio adonde había vivido, en el pueblo de Cantagalo. En la época en que vivía allí, había un gran río, por lo que encontramos una gran cantidad de conchas de ostras. Eran como nuestra identidad, mostrando que los indígenas habíamos vivido allá. Hoy, afortunadamente, ya no hay eucaliptos allá.

Cuando decidimos tomar este territorio, lo hicimos para que el mundo viera estas aldeas extintas, para que viera todo este gran territorio que pertenece a los Pueblos Indígenas, y cuando estas aldeas fueron recuperadas…por ejemplo, en el caso de Olho d'Água, hay una historia. Hablo de Olho d'Água como un niño que pide ayuda. Porque cuando se plantaron los eucaliptos el manantial no se secó. Pese a la plantación de eucaliptos, no permaneció en silencio. El rescate de esta aldea fue como un sueño.

Paulo: Aunque irreconocibles para algunos, esas viejas aldeas no eran irreconocibles a los ojos de los indígenas mayores, tenían una relación íntima con ese espacio. Por lo tanto, era importante reconstruirlas para poder volver a ocupar el territorio. En otras palabras, no sólo la demarcación es importante. Decidimos ocupar para mostrar que no sólo luchábamos por la tierra, sino por nuestros espacios sagrados, donde vivían nuestros ancestros. Un tercer punto es que las tres aldeas que reconstruimos, Areal, Olho d'Água y Córrego d'Ouro, eran puntos estratégicos dentro del territorio recuperado para vigilar, para mantener el control de nuestro espacio, para saber quién entraba y quién salía de nuestro territorio.

WRM: ¿Hubo un proceso de aprendizaje a lo largo de estos 40 años de lucha?

Paulo: Sí, y me gustaría destacar que entre una y otra demarcación hubo procesos de cooptación de dirigentes que lideraban la lucha, sobre todo en el periodo de 1998 a 2005, que fue el que más acompañé. Porque creo que, en ese momento, en 1998, estábamos en condiciones de haber logrado la demarcación del territorio. Pero desgraciadamente durante la autodemarcación los líderes fueron presionados y llevados a Brasilia [capital del país], fueron cooptados y decidieron aceptar un acuerdo canjeando las tierras por dinero y así dejaron de luchar. Pero en 2005 decidimos reanudar la lucha porque entendimos que la tierra importaba más que el dinero. Por eso hablo de la importancia de tener un objetivo que sea común a todos. Y con eso aprendimos mucho, la lucha por la tierra fue como una escuela que también nos permitió librar otras luchas. Asimismo, porque nuestra lucha no ha terminado, va a continuar porque hay nuevas amenazas a nuestro territorio.

WRM: ¿Qué relación tiene la lucha por la tierra con la lucha por recuperar y fortalecer la identidad cultural de los Tupinikim?

Paulo: La lucha por la tierra forma parte de esta lucha por rescatar nuestra cultura. Primero porque es un territorio tradicional Tupinikim…pero antes de todo me gustaría decir que la demarcación del territorio indígena debe ser vista por nuestros pueblos como la principal bandera de lucha y por nuestros gobiernos como la principal política pública para los pueblos indígenas. Ello se debe a que el territorio es el principio de todo.

Si uno no tiene su territorio garantizado, no tiene acceso a una educación, una salud de calidad, no tiene un entorno que garantice su supervivencia, su subsistencia, no tendrá un espacio para realizar sus prácticas tradicionales. Por eso, cuando demarcamos, ocupamos y reconstruimos las aldeas para poder realizar nuestras prácticas, nuestros rituales y ceremonias, es porque nuestro territorio indígena nos brinda esto. Necesitamos tener esta relación con la tierra, con los elementos de la naturaleza.

Deusdeia: Cuando empezamos esta lucha por reconquistar el territorio, también empezó a crecer el deseo de que tuviéramos nuestra propia educación indígena, con nuestros propios educadores, y de que recuperáramos nuestra lengua. Conocimos a un profesor de São Paulo, [Eduardo] Navarro, que trabaja con diferentes pueblos para rescatar sus idiomas, y también conocimos a un indígena del pueblo potiguara, que rescató su lengua, similar a la nuestra, y que hoy es la lengua materna de este pueblo. Conseguimos traer a estas personas y tomar clases con ellas. Aprovechamos que los ancianos tenían algunas palabras sueltas. Empezamos a investigar sobre la lengua y mi abuela primero dijo que no nos iba a contar cómo era la lengua antes porque no quería que nos pasara lo que le pasó a ella. Se casó con una persona no indígena que le pegaba mucho para que hablara "bien". Era el machismo intentando silenciar a las mujeres para que no hablaran su idioma. Pero logramos tomar nota de sus palabras sueltas. Entonces surgió la necesidad de trasladar este conocimiento rescatado a las clases, con los niños y profesoras indígenas. Todo esto fue un gran avance y sucedió junto con la lucha por la tierra.

WRM: Durante el último periodo de lucha, entre 2005 y 2007, Aracruz empezó una campaña racista diciendo que ustedes no eran Tupinikim, sugiriendo que no eran indígenas. ¿Cuál fue el impacto de esto para ustedes y para la lucha?

Deusdeia: Aracruz lo intentó todo para demostrar al gobierno, al mundo, que no éramos de aquí, y también que no éramos indígenas. Pero eso no nos intimidaba, porque estábamos seguros de que éramos de este territorio. Nuestra seguridad son los relatos de los ancianos. Nos mantuvimos firmes en nuestros relatos. Realmente la cuestionamos y seguimos luchando. Por ejemplo, en 2006 realizamos una acción y ocupamos las fábricas de la empresa. Nada que nos afectara por dentro, sino todo lo contrario. Nos quedamos sentados con los niños, las mujeres, los ancianos también estaban ahí. Y cuando salimos, y cuando fuimos a enfrentarlos, estábamos seguros de que no íbamos a morir, sino que íbamos a conquistarlos. Y cuanto más Aracruz exponía sus declaraciones, más seguros estábamos, con los pies en la tierra, de que esta madre tierra estaba sosteniéndonos y que los hijos de nuestros hijos serían enterrados aquí en esta tierra.

Paulo: Me acuerdo de que una vez fui a la ciudad de Aracruz a hacer unas compras en el supermercado, y me había pintado el cuerpo, al igual que mi hija. En realidad, esto pasó algún tiempo después de la lucha, pero para que vean cómo esto todavía se refleja en la mente de la gente aquí en el municipio. Estaba haciendo cola para comprar carne, entre otras personas, pero nadie quería atenderme. Dije: “sólo porque soy indígena, sólo porque estoy pintado, ¿nadie quiere atenderme?” Agarré mis cosas y me fui.  Han ocurrido muchas cosas así. Había niños que iban a la escuela fuera de la aldea y si estaban pintados no entraban, los echaban por ser indígenas. También sufrimos persecución y criminalización por luchar para defender nuestro territorio. En una ocasión, un dirigente fue perseguido por un guardia de seguridad armado al servicio de Aracruz. Con otro líder, fuimos a su encuentro y tomamos su arma y la entregamos a la FUNAI. Resultó que tuvimos que rendir cuentas ante la Justicia, fuimos acusados de robo de vehículos, formación de pandillas, secuestro, etc., como si nosotros fuéramos los delincuentes, mientras que ese guardia de seguridad podría haber matado a nuestros dirigentes en medio de la carretera.

Toda esta discriminación y persecución continuó durante mucho tiempo después de que se terminara la lucha, porque Aracruz había fomentado esto, que estábamos aquí para invadir las tierras, para tomar todo el municipio, que incluso íbamos a invadir las casas de la gente, y entonces las personas empezaron a hablar y a rebelarse contra nosotros. Esto creó una situación muy mala y embarazosa. Nuestros niños incluso llegaron a decir que no querían ser indígenas. Pero logramos vencerla, arreglarla entre nosotros y aquí estamos para demostrar que somos un pueblo que resiste, que no abandonamos la lucha. No pudieron detener nuestra resistencia porque estábamos determinados a alcanzar nuestro objetivo y este objetivo lo mantuvimos hasta el final.

WRM: ¿Cómo se dio el apoyo a la lucha, y por qué fue importante tener ese apoyo?

Deusdeia: El apoyo fue muy importante, porque las personas confiaron en nosotros, se comprometieron con nosotros. Fueron organizaciones, movimientos, otras comunidades, profesores, estudiantes y también algunos políticos. Han ayudado mucho a difundir que los indígenas no estábamos mintiendo, que somos de aquí. Juntos hicimos folletos sobre quien éramos y cuál era nuestra lucha, que fueron distribuidos dentro y fuera del país y con ello nuestro apoyo creció. Nuestra victoria también se produjo por el apoyo desde el exterior, reforzando el rechazo a Aracruz. A pesar de que Aracruz tenía mucho dinero, mucho poder, su dinero no nos silenció, no pudo comprar a la gente y a las organizaciones de los países que compraban sus productos y se unieron a nosotros. Ha sido una gran victoria para nosotros. Nos enfrentamos a la empresa desde los márgenes y cuando se dio cuenta ya estaba rodeada por los que nos apoyaban desde fuera, mientras nosotros nos movilizábamos desde dentro, en las comunidades. Si no fuera por este apoyo, también habríamos conquistado la tierra, pero creo que habríamos tardado más.

Paulo: Las personas que se sensibilizaron con nuestra lucha, con la lucha indígena, fueron cruciales. Aquellas que decidieron, junto con nosotros, entrar en la lucha y nunca la abandonaron. Y esto sólo demuestra la importancia de la articulación, que una gran lucha como la que tuvimos aquí, no la ganamos solos, sino que necesitábamos que más personas y organizaciones de Brasil y del exterior estuvieran con nosotros para lograr lo que queríamos.

WRM: ¿Qué les diría a otras comunidades que quieran emprender una lucha para retomar su territorio? ¿Qué es importante tener en cuenta y qué sería mejor evitar?

Paulo: Además de la importancia de avanzar en una lucha respaldada, de presionar, como hicimos en nuestra autodemarcación, también es sumamente importante que se organicen. No conviene entrar en una lucha cuando se está desorganizado. Hay que organizarse. Si uno entra desorganizado no va a tener éxito en su lucha.

Otra cosa es que, si hay más de un grupo, comunidad o pueblo, que tengan un objetivo común. No basta querer entrar [en la lucha] con el objetivo de conquistar un territorio, entendiendo que es importante para su supervivencia, subsistencia y existencia, mientras que otros quieren entrar en la lucha por intereses individuales, buscando enriquecerse, que no son intereses que van a contribuir para el futuro, para los intereses colectivos de las comunidades. Porque sabemos que hay mucho de eso entre nosotros.

Por último, y no menos importante, hay que pensar en la estrategia. Hay que tener una estrategia de lucha. ¿Cómo vas a empezar una lucha sin tener una estrategia? Cuando empezamos la autodemarcación ya teníamos todo planificado, acordado, teníamos una estrategia.

Deusdeia: Creo que una de las primeras actitudes es la unidad, unión para mí es una cosa. Unidad es otra cosa, es algo que se mezcla y no se puede separar. Es pensar todos por igual, tener una estrategia, buscar apoyos que realmente ayuden a organizar la propia comunidad para reclamar su territorio. A través de la unión es que podemos organizarnos y también rescatar y fortalecer nuestra cultura, rescatamos mucho de nuestra cultura que se había perdido, como la artesanía, nuestras danzas y la lengua de la cual ya he hablado.

También hay que unirse con otras comunidades. Hoy, en todo Brasil, nos unimos para defender nuestro territorio, los pueblos indígenas, las comunidades quilombolas [comunidades rurales afrodescendientes], los ribereños, el MST [Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra], contra la discriminación y la persecución hacia nuestras comunidades. Tenemos que fortalecer nuestra identidad, como lo hace el MST en sus asentamientos. Ellos expresan su identidad desde sus cultivos que salen de sus huertos y llegan a los platos de la población, incluso de los gobernantes que hoy quieren quitarles el derecho a sobrevivir.

Así que hay que organizarse, hablar entre todos y tener una estrategia, tener cautela. Por ejemplo, no dejar que los que son de fuera entren en la comunidad y detengan a alguien, no, hay que saber con quién se va a hablar, también así nos organizamos. También en esto hay que tener una estrategia, hay que tener cautela. Pero con sabiduría, y con los conocimientos tradicionales de cada pueblo, se consigue que la lucha crezca aún más.

WRM: Si el gobierno de Bolsonaro llegara a imponer el "marco temporal" y eso pudiera implicar la pérdida de parte de su territorio, ¿los Tupinikim y los Guaraníes renunciarían a sus tierras?

Paulo: No vamos a renunciar a nuestras tierras, vamos a luchar, vamos a quedarnos hasta que se muera el último indígena, porque esta es nuestra tierra, nuestro territorio, y lo vamos a defender a toda costa, nadie se lo va a quitar.