Es la certificación la solución?

Imagen
WRM default image

Aunque muchas ONG creen que la certificación de madera y otros productos del bosque es una buena idea, existen dudas sobre si el proceso mismo se está moviendo en la dirección correcta. El tema ha producido enfrentamientos entre organizaciones ambientalistas en países como Brasil, donde algunas ONGs están trabajando duro para convencer a las compañías madereras para que adopten la certificación del Consejo de Manejo Forestal (FSC por sus siglas en inglés), mientras que otras ONGs acusan a las primeras de promover de esa manera una mayor destrucción de los bosques. También existe un gran debate sobre la conveniencia de certificar operaciones de madereo en países como Indonesia (donde los derechos sobre la tierra de los pobladores locales no son reconocidos por el gobierno) y en Tailandia, donde la mayoría de las ONGs piensan que no debería haber certificación porque los bosques ya están protegidos por la prohibición de madereo existente, y que la certificación podría perjudicar sus esfuerzos por proteger los bosques.

Dejando de lado el tema de la certificación de plantaciones por el FSC, que ya hemos tratado ampliamente en la edición especial del Boletín del WRM de febrero de 2001, vamos a intentar resaltar algunas de las ventajas y desventajas de la certificación de manejo forestal y extraer algunas conclusiones.

En este artículo nos centraremos exclusivamente en el FSC, dado que los demás sistemas de certificación existentes apuntan simplemente a aplicar un poco de "maquillaje verde" al madereo (se puede ver un análisis comparativo sobre los distintos sistemas de certificación en http://www.wrm.org.uy/actors/FSC/logo.html ). La ventaja principal de un sistema de certificación como el del FSC es que toma en cuenta los temas sociales y ambientales y que incluye la participación activa de ONGs ambientales y sociales, así como del sector industrial. Si bien el sistema ha mostrado algunos problemas en relación a la instrumentación real, los nueve principios relacionados con los bosques y sus criterios contienen varias condiciones positivas para la certificación, con las que la mayoría de la gente estaría de acuerdo. Pero también hay algunos problemas.

El problema principal parece ser la necesidad percibida por el FSC de suministrar la mayor cantidad de madera posible al mercado mundial. La única forma de avanzar en esa dirección es certificar la mayor cantidad posible de operaciones a gran escala. Esto también tiene sentido desde el punto de vista de los certificadores, que necesitan asegurar el pago adecuado por su trabajo, y que solo puede provenir de las empresas. Esto ha significado que la mayoría de los procesos de certificación se han centrado en las actividades de las corporaciones a gran escala, mientras que se ha hecho muy poco para certificar las actividades forestales a pequeña escala realizadas por las comunidades locales. Y esto sucede a pesar de que la mayoría de las ONGs que trabajan dentro del FSC preferirían indudablemente apoyar a las últimas en vez de las primeras, por razones tanto sociales como ambientales.

Un problema subyacente es que el FSC se centra en cómo talar. Se ha demostrado que resulta muy difícil tratar el tema de dónde (y dónde no) talar. Hasta la fecha, el FSC se sigue centrando en los bosques como fuentes de madera, y en gran medida no logra apoyar o promover otras fuentes de ingresos (frutos, medicinas, resinas, fibras diferentes de la madera, etc). Y de esa forma no ha colaborado con quienes apoyan la reducción del madereo y por ubicar los bosques fuera de los límites del madereo comercial (en forma permanente o bajo la forma de una moratoria) .

Por lo tanto la discusión debe necesariamente considerar el problema subyacente, que es claramente el consumo excesivo de madera y productos de madera, especialmente en los países industrializados. Pero, por ser un mecanismo basado en el mercado, la certificación del FSC depende de la buena voluntad de los consumidores de ayudar a producir cambios en el manejo forestal, y no realmente en la reducción del consumo. Este tema es esencial, porque la condición necesaria para una producción sustentable es el consumo sustentable, y los niveles de consumo actuales ya resultan insustentables. Existe por lo tanto una necesidad clara de trabajar en ambas partes de la ecuación (producción y consumo) para que la certificación tenga sentido.

Al mismo tiempo, es necesario comprender que si la certificación es una herramienta para abordar algunos de los problemas que afectan a los bosques, no logrará resolver muchos de ellos, porque muchos se originan fuera del sector forestal. Por ejemplo, el madereo a gran escala es promovido por los gobiernos como forma de asegurar ingresos de divisas a través de la exportación para el pago de la deuda externa. En otros casos, las actividades de madereo se promueven como un primer paso para el reemplazo de los bosques por cultivos orientados a la exportación como granos de soja, aceite de palma o celulosa. En ese contexto resulta claro que mientras la certificación en algunos casos puede ser una solución, en otros puede resultar fuera de lugar o incluso contraproducente.

Teniendo en cuenta que el FSC es un mecanismo basado en el mercado, es necesario destacar que la industria de la madera es un ejemplo importante de una industria que se ha beneficiado de las "fallas del mercado" (la falla de no incluir en el precio de la madera los costos sociales y ambientales de la extracción). A pesar de sus principios, el FSC es un proceso impulsado por el mercado y la experiencia ha demostrado que no está logrando "internalizar" algunas de las "externalidades" que está intentando promover, como los derechos de los pueblos indígenas y los valores ambientales. Teniendo en cuenta que en el momento actual las "economías de escala" de la certificación favorecen a los operadores a gran escala, mientras que colocan cargas costosas y no sustentables sobre los programas de certificación a pequeña escala de base comunitaria, el FSC debe proporcionar incentivos no relacionados con el mercado a los operadores a pequeña escala para corregir el desequilibrio actual del mercado.

También se debe tomar en cuenta que en muchos países el FSC ha consumido una gran proporción del tiempo de trabajo de muchas ONGs orientadas a la conservación de los bosques, que previamente habían centrado su atención en una amplia gama de formas de resolver los conflictos de los bosques y lograr un mejor manejo forestal. Toda evaluación de los costos y beneficios del FSC debe tener en cuenta el trabajo que se ha dejado de lado para centrarse en la certificación. Esto es tan válido para los grupos que han luchado contra la certificación como para los grupos que piensan que la certificación puede ser útil.

Además, los procesos nacionales de fijación de estándares y de certificación del FSC solo resultan efectivos en situaciones donde habitualmente se respetan los derechos humanos, la ley y los principios de buena acción gubernamental. Cuando estas condiciones no existen, los mecanismos de "participación" tienen defectos y las consideraciones sociales y ambientales tienden a quedar marginadas. Por lo tanto, el FSC debe adoptar mecanismos de control mucho más rigurosos que supriman los procesos nacionales de fijación de estándares defectuosos y limiten los países en los que pueden operar los certificadores autorizados. Además, los procesos de fijación de estándares y de certificación del FSC no toman en cuenta los errores históricos o institucionales de los organismos o empresas madereras que buscan obtener certificación. Esto hace que esas compañías y organismos obtengan la "certificación" en algunas áreas de bosques u operaciones, mientras continúan sus operaciones de madereo destructivo y las plantaciones comerciales a gran escala en otros lugares, debilitando así seriamente los esfuerzos de las ONGs y las comunidades locales que trabajan para lograr cambios estructurales en esos organismos y empresas forestales y en sus operaciones forestales comerciales.

En resumen, el movimiento de ONGs debería intentar coordinar esfuerzos en los distintos frentes, intentando evitar divisiones, pero sin eludir dar las discusiones necesarias. El personal del FSC deber asegurar que el sistema se oriente hacia la dirección correcta, tomando en cuenta las opiniones y necesidades de las comunidades locales y asegurando que no se realice ningún tipo de certificación donde no sea posible instrumentar los nueve principios, como en el caso de Indonesia, o en aquellos lugares donde los movimientos de pobladores locales no desean que el FSC o sus certificadores debiliten sus esfuerzos de lograr la conservación de los bosques por otros medios.

Al mismo tiempo, las ONGs deben unir esfuerzos para combatir el consumo excesivo y para abordar las causas directas y subyacentes de la deforestación y la degradación de los bosques que no pueden ser abordadas por el FSC. Todos los esfuerzos se deben considerar como una contribución a un objetivo común.

La certificación no es la solución, pero tampoco es el único problema. Los problemas son muchos y se deberán resolver a través de un esfuerzo conjunto y coordinado. Dentro de este enfoque, la certificación centrada en el manejo forestal a pequeña escala de base comunitaria puede cumplir un papel positivo.