Evitando el conflicto como forma de mantener la autonomía. Los Mbendjele yaka del norte de Congo-Brazzaville

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Los "pigmeos" Mbendjele Yaka viven en el norte de Congo-Brazzaville. Los Mbendjele aseguran tener antepasados comunes con otros grupos cazadores-recolectores de los bosques de la región, como los Baka, Mikaya, Luma o Gyeli. Los Mbendjele llaman "Yaka" a todos estos grupos. Es frecuente que los extraños se refieran a estos grupos como "pigmeos", y a veces los integrantes de esos grupos también lo hacen. Son cazadores-recolectores que viven en los bosques, considerados por sí mismos y por sus vecinos agricultores, los Bilo, como los primeros habitantes de la región. Cada Mbendjele se asocia a sí mismo con un territorio de caza y recolección al que llama "nuestro bosque". Aquí, grupos locales de Mbendjele viajan entre campamentos ancestrales en lugares favorables donde recolectan, pescan, cazan y obtienen la miel de los panales silvestres, dependiendo de la estación y de las oportunidades disponibles. Cada tanto los Mbendjele acampan cerca de los poblados Bilo para trabajar por dinero o bienes, y a veces establecen pequeñas granjas. A pesar de esto, los Mbendjele consideran que las actividades en los bosques y los alimentos que allí obtienen son superiores a todos los demás.

En general, los distintos grupos étnicos Bilo de la región mantienen estereotipos negativos de los Mbendjele, a menudo expresado públicamente. Se dice que los Mbendjele típicos son como chimpancés, atrasados, pobres, holgazanes, desagradables, estúpidos e infantiles. Normalmente son segregados de los Bilo. No pueden comer ni beber con sus vecinos ni sentarse juntos en el mismo banco o compartir una taza o un plato. No pueden dormir en las mismas casas. Las relaciones sexuales entre ambos grupos están prohibidas, aunque ocurren en forma clandestina. Muchos de los habitantes de los poblados niegan que los Mbendjele tengan algún tipo de derecho humano básico y frecuentemente los describen como "sus esclavos". Algunos Bilo han alegado que tienen derecho a abusar físicamente de los Mbendjele que los desobedecen, o incluso a matarlos.

A pesar de estas descripciones tan negativas, los Bilo valoran mucho sus relaciones con los Mbendjele, que son trabajadores esenciales para la economía agrícola en momentos clave como la cosecha. Se los considera grandes conocedores de las hierbas y de la curación y auténticos expertos en rituales. En cuanto al arte de la representación y la música, sus dotes son muy admiradas y son ellos quienes realizan todas las ceremonias principales de los Bilo. Los aldeanos aprecian los alimentos del bosque provistos por los Mbendjele: la miel silvestre, la caza, en especial el elefante y el cerdo, las orugas, las frutas de estación y las nueces silvestres se consideran las delicias locales más destacadas.

Los Mbendjele se muestran visiblemente molestos con el enfoque de sus relaciones con los Bilo desde el punto de vista de la inferioridad innata y la subordinación. El ideal Mbendjele de relación con los Bilo se basa en la amistad, el compartir, la ayuda y el apoyo mutuos y la igualdad y el respeto por los otros. Cuando los Bilo no cumplen esas expectativas, simplemente puede abandonárselos.

En contraste absoluto con la concepción Bilo de los Mbendjele como sus esclavos, los Mbendjele se consideran libres de todo compromiso y lazo vinculante. Pueden irse cuando quieren, y encontrarán nuevos amigos si no están satisfechos. De esta forma los Mbendjele ejercen sobre los Bilo un poder pragmático y tangible que les permite resistir la dominación y mantener su autonomía.

Desde que los europeos los observaron por primera vez, los Mbendjele han usado este poder en sus relaciones con los Bilo. Bruel, que viajó extensamente por la zona Mbendjele en 1906, describió sus experiencias en la aldea Mene (Bilo), sobre el Ndoki. Cuando la visitó por primera vez había muchos Mbendjele. En su segunda visita todos los Mbendjele se habían ido y los Bilo se quejaban de que ya no obtenían carne ni marfil, pero tenían miedo de ir a buscar a los Mbendjele en el bosque. Bruel observó que esas relaciones

‘… son voluntarias y resultan de diferentes necesidades que cada cual desea satisfacer. En cuanto las relaciones se vuelven en su detrimento, en cuanto los babinga [Mbendjele] piensan que tienen motivos para quejarse de sus asociados [Bilo], rompen la relación, emigran y a menudo se alejan mucho y se internan en el bosque, donde se harán nuevos amigos. ’

Bruel explicó que la movilidad de los Mbendjele les permitía mantener su autonomía y se mostró en desacuerdo con las declaraciones de otros observadores europeos (que no nombra) según las cuales ‘los Babinga son los siervos de las poblaciones sedentarias’. Las mismas prácticas pueden observarse hoy, y sirven un propósito similar. Los Mbendjele que estuvieron con los Bilo Sangha-Sangha antes de los años 1990, los están abandonando en forma sistemática en favor de los Bilo Bongili y Bodingo; explican que estos nuevos socios son más generosos y los respetan más que los Sangha-Sangha.

En las sociedades cazadoras y recolectoras la táctica de evitar el conflicto está muy difundida y se emplea para tratar varios problemas, desde la escasez de alimentos hasta la solución de diferencias. La facilidad para usar esta táctica depende en forma decisiva de que las personas mantengan una gran movilidad y no pierdan el acceso a beneficios vitales al cambiar de lugar. Sin bienes fijos que cuidar (como campos o cosechas), todos los enseres domésticos de un cazador-recolector pueden empacarse rápidamente en una cesta de mujer, y las nuevas chozas pueden construirse rápida aunque hábilmente en el nuevo lugar. La movilidad sirve también para regular la utilización de los recursos, garantizando que cuando los recursos naturales son escasos las personas se irán a otra parte, permitiendo la reposición de los mismos.

Esta facilidad de movimiento constituye una respuesta efectiva al conflicto. En lugar de sufrir una situación difícil, desagradable o de explotación, los cazadores-recolectores a menudo prefieren irse a otra parte. Esto puede deberse a conflictos internos entre los integrantes de un campamento o entre distintos campamentos, o en relación con personas que no son cazadores-recolectores. Cuando las personas sienten que el abuso es serio, la mudanza puede ser permanente.

Durante mi trabajo de campo en Congo llegué a conocer a un grupo Mbendjele de ese tipo. En 1991 los Bilo Sangha-Sangha pagaron a los Mbendjele para que les realizaran una gran ceremonia Ejengi de tres días. Durante el rito algunos jóvenes Bilo patearon tierra sobre los alimentos Ejengi como signo de su desagrado por los Mbendjele. Este acto provocó una enorme reyerta en la que hubo muchos heridos, y apenas si se pudo evitar víctimas mortales. Un hombre Mbendjele joven fue atacado de improviso por varios jóvenes Bilo armados con palos y golpeado hasta perder el conocimiento.

Ngbwiti y Ekwese, disgustados con esta conducta, decidieron, junto con los otros Mbendjele, abandonar a los Sangha-Sangha. Años más tarde algunos Mbendjele volvieron y renovaron sus relaciones con los Sangha-Sangha, pero Ngbwiti y Ekwese nunca regresaron.

De hecho, resolvieron no volver nunca al ‘suk-suku’ (discusiones y peleas perpetuas) de las aldeas Bilo. Prefieren quedarse en una zona muy remota del bosque conocida como Ibamba. Ngbwiti me explicó:

“Nuestros antepasados observaban a los Bilo. Nuestros padres nos dijeron que hiciéramos lo mismo. ‘Ustedes, hijos del mañana, cuiden a nuestros Bilo. Allí están’. Pero ahora decimos ‘Aaaaah, ¿con qué tipo de gente nos dejaron? ¿Por qué nos dieron estos Bilo? Están siempre estafando y engañando a los Mbendjele. Ellos no piensan que somos personas de verdad. ¡No, para ellos nosotros y los antepasados somos animales!

Entonces, decidimos abandonarlos.

Nos tratan mal; su camino es incorrecto. Entonces dijimos ‘Bien, es suficiente, nunca volveremos a quedarnos en el mismo lugar que ellos’. Entonces nos fuimos y vinimos a Ibamba. Ahora estamos bien. Dejamos de preocuparnos por los Bilo.” (Ngbwiti, 50 años, Kombeti de Ibamba. Ibamba, marzo de 1997).

Ngbwiti y su grupo han estado viviendo exclusivamente en el bosque desde 1991. Han renunciado al acceso regular a los bienes que obtenían mediante el contacto con los Bilo. Algunas veces los amigos y parientes que los visitan les llevan pequeños regalos: sal, tabaco y prendas viejas. La última vez que visité el bosque, en 2003, todavía estaban en Ibamba.

Por: Jerome Lewis, Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, Reino Unido, correo electrónico: J.D.Lewis@lse.ac.uk