La biodiversidad es mucho más que carbono

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Además de celebrar en mayo el Día Internacional de la Biodiversidad, también estamos a las puertas de otro evento en el ámbito de la Convención Marco sobre el Cambio Climático. Se trata de la 34ª reunión de dos organismos, el Órgano Subsidiario de Ejecución (OSE-SBI) y el Órgano Subsidiario de Asesoramiento Científico y Tecnológico (OSACT-SBSTA), que tienen el rol de asesorar y orientar a la Convención. La reunión tendrá lugar en Bonn, Alemania, del 6 al 16 de junio.

Clima y biodiversidad están, de hecho, profundamente vinculados. Fueron las condiciones climáticas las que propiciaron la riqueza de la biodiversidad de la vida en el planeta, que para alcanzar su estadio actual llevó millones de años. La crisis climática y sus impactos devastadores amenazan a la biodiversidad y tienden a empobrecer drásticamente los ecosistemas.

La importancia que para el mundo tiene la conservación de la biodiversidad sigue siendo subestimada e insuficientemente valorada por parte de la Convención sobre el Cambio Climático. Si bien la Convención da nuevamente destaque a los bosques tropicales en el contexto internacional, no lo hace por su biodiversidad sino por su capacidad de almacenar carbono. Detrás de esto están los intereses de los países que históricamente han contribuido en mayor medida al calentamiento global y que no asumen su responsabilidad de tomar medidas para reducir sus emisiones. A partir de esta visión muy limitada y falaz, se propuso el mecanismo REDD- Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques. Sus promotores argumentan que el mecanismo también sería beneficioso para conservar la biodiversidad en el planeta. ¿Es realmente así?

En primer lugar es necesario advertir que, muchas veces, la biodiversidad se asocia solamente con los bosques tropicales. Sin embargo, si ya para la mayoría de los bosques la protección legal es bastante precaria e ineficiente, la situación es aún peor para otros ecosistemas que también poseen una enorme importancia en términos de biodiversidad, como los manglares, la sabana, las praderas, entre otros. Por ser menos protegidos, se destruyen con más rapidez para dar lugar a criaderos de camarón, monocultivos de caña de azúcar, soja, palma aceitera y eucalipto. De esta forma, y con el interés puesto en los beneficios a corto plazo, se sigue destruyendo la biodiversidad -en las zonas de bosques tropicales y fuera de ellas- sin tener plena conciencia de su importancia para el futuro del planeta.

Otro gran problema es que las poblaciones que tradicionalmente han vivido en ecosistemas como bosques, manglares, sabanas y praderas generalmente quedan excluidas de los mismos, como si no fueran parte integrante de la biodiversidad. De esta forma se dejan de considerar la convivencia y el conocimiento de las poblaciones locales en todos los continentes, así como sus relaciones con los ecosistemas de los que dependen para su sustento y calidad de vida. Para esas poblaciones, los ecosistemas en los que viven son esenciales como forma de garantizar todo lo que precisan para su alimentación y salud, y también para desarrollar sus modos de vida.

Para que de las negociaciones en Bonn puedan surgir buenas orientaciones para la Convención sobre el Cambio Climático, es esencial que exista, además de un reconocimiento de la importancia de la biodiversidad para la humanidad, la afirmación de la presencia fundamental del ser humano como parte integrante de la biodiversidad en cada ecosistema. Ello significa que el intento de evitar la deforestación debe incluir medidas como el reconocimiento de los derechos de las poblaciones sobre sus tierras, en las que tradicionalmente han vivido con el bosque y con otros ecosistemas. Sin embargo, en muchos planes elaborados por gobiernos de países con bosques tropicales que pretenden recibir los recursos del mecanismo REDD, los derechos de las poblaciones que viven en los bosques no son reconocidos. Y, aun más, se las señala  como principales responsables de la destrucción de los bosques.

Pero lo que vemos en la práctica es que los gobiernos que discuten e implementan REDD insisten en el actual modelo de desarrollo que destruye la biodiversidad del planeta, a la vez que tienen un discurso sobre la necesidad de la 'sustentabilidad' y del combate al cambio climático. En zonas de alta biodiversidad, se siguen construyendo nuevas mega represas, se establecen nuevas plantaciones industriales de monocultivos de árboles, se abren nuevas minas, carreteras y áreas de explotación de petróleo, se otorgan nuevas concesiones de extracción maderera. Las principales responsables: las grandes empresas, muchas veces, transnacionales.

Para frenar efectivamente tales actividades destructivas, recomendamos nuevamente que los organismos OSE-SBI y OSACT-SBSTA consideren lo que las poblaciones de los bosques, en todos los continentes, han reivindicado en numerosas ocasiones: reconocer sus derechos sobre las tierras y sobre los bosques donde viven y participar plenamente en la elaboración e implementación de las políticas de conservación de la biodiversidad en sus regiones, así como fortalecer y ampliar su economía local basada en el uso múltiple del bosque- una práctica que esas comunidades ya solían practicar, sin destrucción. No hay dudas, ése es el camino a seguir.