La expansión del aceite de palma para agrocombustible: ¿se quemará toda esperanza de estabilizar el clima?

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Hace dos años, 5,3 millones de hectáreas a lo largo de Indonesia se vieron envueltas en llamas, en lo que fue la peor temporada de incendios desde 1997/1998. La nube de humo cubrió grandes extensiones del Sudeste asiático, escondiendo otros incendios de turberas y bosques que ardían en Malasia. Hubo más de 75.000 incendios en Sumatra y Borneo. El profesor Florian Siegert, experto en turberas, ayudó a analizar los detalles de las imágenes satelitales y concluyó que: “La mayoría de los incendios fueron iniciados para abrir terreno a las plantaciones. Esas quemas a menudo se salen de control, porque los boques ya han sido dañados por la tala ilegal”.(1)1 Incendios similares ocurren ahora cada año, aunque su tamaño varía dependiendo de cuán larga y seca sea la estación seca. El aceite de palma se ha vuelto la causa principal de la destrucción de las turberas, seguido por las plantaciones de árboles para la producción de pulpa y papel.

Según Siegert, el dióxido de carbono liberado por los incendios de turberas y bosques de 2006 fue responsable del 15% de todas las emisiones mundiales de dióxido de carbono de ese año. Sin embargo, esta cifra no representa más que un atisbo del verdadero alcance de los impactos climáticos vinculados al aceite de palma en el Sudeste asiático.

Las turberas del Sudeste asiático representan el 60% de las turberas tropicales del mundo y almacenan alrededor de 42 mil millones de toneladas de carbono. Mundialmente, las turberas desempeñan un papel vital para la estabilización del clima: mientras no se las toque y no se sequen como consecuencia del cambio climático, son un depósito permanente de carbono. La formación de turberas es uno de los medios que tiene el planeta para quitar dióxido de carbono de la atmósfera y, por lo tanto, se trata de un importante “termostato mundial”. Existe evidencia sólida acerca del papel vital que tuvieron las turberas del Sudeste asiático para evitar un calentamiento global más extremo y rápido al final de la última era de hielo. Nadie sabe exactamente por qué en ese momento el calentamiento no se descontroló causando una extinción masiva, como había sucedido diez millones de años antes. Después de todo, el calentamiento provoca automáticamente la liberación de más dióxido de carbono en la atmósfera, proveniente sobre todo de los océanos. Gran parte de ese dióxido de carbono debió ser absorbido por el suelo y la vegetación, y sabemos que la acumulación de turba se aceleró en esa época en que las turberas eran más grandes, debido a que el nivel del mar era más bajo.(2) Si se dejara intacto, podría esperarse que el bosque de turbera del Sudeste asiático absorbiera parte del dióxido de carbono que ya fue emitido por la quema de combustible fósil y que mitigara el cambio climático. Así, su destrucción es doblemente perjudicial para el clima del planeta: una vez que la turbera se avena (proceso por el cual se da salida a las aguas por medio de zanjas) y se tala, todo el carbono que contiene se “oxida”, lo cual significa que reacciona con el oxígeno para formar dióxido de carbono. Este proceso puede llevar varias décadas, pero los incendios lo aceleran mucho. Sin importar las medidas que se tomen para eliminar los combustibles fósiles y terminar con la deforestación, no hay mucha esperanza de que pueda evitarse siquiera un calentamiento de 2°C (que ya sería catastrófico) si los 42 mil millones de toneladas de carbono de las turberas de Indonesia y Malasia pasan a la atmósfera. Peor aún: se
está destruyendo una de las pocas formas que tendría el planeta de estabilizar su temperatura ante la inminencia de un cambio
climático catastrófico, poniendo el futuro de todas las formas de vida en un peligro aún mayor.

El 48% de los 27 millones de hectáreas originales de turberas ya sufrió una tala intensiva y fue drenado, y 3,7 millones de hectáreas y fueron completamente destruidas. En teoría, sería posible restaurar lo que queda de la turba drenada, volviendo a inundarla y reforestando. Varias ONG comenzaron un proyecto de demostración, aunque la evidencia anecdótica sugiere que la idea no ha tenido mucho éxito debido a la falta de participación de la comunidad. En realidad, lo que se puede suponer es que prácticamente todas las turberas restantes serán destruidas, a menos que se imprima un giro de 180 grados a las políticas bioenergéticas de los países europeos y otros, y a las políticas gubernamentales de promoción de los monocultivos para la exportación de agrocombustibles de Malasia e Indonesia. En el pasado, el uso de aceite de colza para biodiésel en Europa fue una de las principales causas de la expansión del aceite de palma, ya que la industria alimentaria y de cosméticos respondió reemplazando el aceite de colza por el de palma. El uso de aceite de palma como fuente de calor y energía ha sido otro factor importante. Es probable que en el futuro se utilice más aceite de palma directamente para biodiésel: se están construyendo varias grandes refinerías de biodiésel diseñadas específicamente para utilizar aceite de palma, incluida la más grande del mundo, que Neste Oil está construyendo en Singapur, mientras que Estados Unidos y Australia incrementan sus importaciones para agroenergía.

Según Wetlands International, al menos el 15% de las plantaciones de palma aceitera de Malasia y el 25% de las de Indonesia están ahora sobre turba. En Indonesia, más de la mitad de las nuevas concesiones para tales plantaciones han sido otorgadas en turberas. En Malasia, el gobierno estatal de Sarawak adjudicó recientemente 400.000 hectáreas de bosques de turbera para plantaciones, principalmente para producir aceite de palma.(3) Los bosques de turbera son el objetivo sobre todo porque prácticamente todos los bosques tropicales de Sumatra y casi todos los de Borneo fueron destruidos, de ahí que la madera menos accesible, ubicada en pantanos de turba, atraiga a los madereros. Las ganancias adicionales de la madera vuelven mucho más atractivas las plantaciones de palma aceitera y, en algunos casos, las empresas madereras y las productoras de aceite de palma forman parte de una misma compañía. Además, las políticas del gobierno que promueven el aceite de palma para exportación, sobre todo para satisfacer la creciente demanda europea de agrocombustibles, hacen que sea fácil obtener concesiones para convertir bosques en plantaciones.

Los bosques de turba no son la única frontera para la expansión del aceite de palma en Indonesia. Los últimos grandes bosques tropicales continuos de Aceh y Papúa Occidental enfrentan una destrucción similar. El gobierno indonesio designó 9,3 millones de hectáreas de bosque de Papúa Occidental para “conversión”, en gran media para la producción de aceite de palma. Hasta ahora, se han otorgado grandes concesiones pero aún hay relativamente pocas plantaciones de palma aceitera productivas.(4) Al igual que en Borneo y Sumatra, también en Papúa Occidental el establecimiento de las plantaciones y la tala van de la mano.

Según Watch Indonesia!, en Indonesia hay 40 millones de personas que dependen directamente del bosque como medio de vida. Hoy están pagando el precio de una falsa “solución climática” que, en lugar de mitigar el cambio climático, es una de las formas más efectivas de lograr que el calentamiento se vuelva incontrolable.

Por Almuth Ernting, Biofuelwatch, http://www.biofuelwatch.org.uk , correo electrónico: almuthbernstinguk@yahoo.co.uk

Referencias:
(1) www.berlinonline.de/berliner-zeitung/archiv/.bin/dump.fcgi/2006/1102/wissenschaft/0062/index.html
(2) “A record of Late Pleitocene and Holocene carbon accumulation and climate change form an equatorial peat bog (Kalimantan,
Indonesia): implications for past, present and future carbon dynamics”, Susan Page et al, Journal of Quarternary Science, Vol. 19, Nº2, 27 de setiembre de 2004
(3) “Malaysian palm oil: green gold or green wash?, Amigos de la Tierra, octubre de 2008, www.foei.org/en/publications/pdfs/
malaysian-palm-oil-report
(4) “Forests in Papua: Data and Facts”, Marianne Klute, Watch Indonesia!, 26.1.08, www.biofuelwatch.org.uk/docs/papua_article.pdf