La “Naturaleza-no-humana”: una invención que busca romper sociedades enraizadas en los bosques

¿Alguna vez te has preguntado a qué hace referencia la palabra “naturaleza”? Las raíces coloniales de este concepto y su actual uso dominante aluden a una “naturaleza” definida como lo natural-no-humano. Una colección de especies “intocadas” o un “espacio salvaje” separado de las poblaciones humanas. Aunque promovidas a inicios del siglo pasado, estas ideas continúan rigiendo muchos de los debates y proyectos que se desarrollan actualmente en nombre de la “conservación”, con “expertos” y ONGs especializadas en el “control” y “manejo” de la “naturaleza”. Por tanto, los pueblos que han co-existido por generaciones en y con estos “espacios” son vistos como una amenaza y un estorbo para “conservar” la codiciada naturaleza-no-humana. El supuesto de superioridad de tales “expertos” sobre los conocimientos, las prácticas y las vidas de los pueblos del bosque refuerza la idea errónea y racista de que la naturaleza y los seres humanos están separados. Esto alude a que los “expertos” – en su mayoría blancos y “civilizados” - pueden ingresar, estudiar y modificar la naturaleza-no-humana, mientras que niega el rol que durante miles de años han cumplido los pueblos de los bosques en la conformación de dicha “naturaleza”. Por ende, la idea dominante de que existe una separación entre naturaleza y sociedad se torna elemental en el empuje por fragmentar y dominar los conocimientos y sociedades enraizadas en el bosque.

La mayoría de las agencias de conservación resaltan las supuestas amenazas que genera la expansión de las poblaciones humanas en donde se encuentra la “naturaleza”. Una naturaleza externa que, como tal, se puede dominar, controlar, manejar, categorizar y (ab)usar plenamente como “recurso natural”. La supremacía de esta definición en el imaginario político es también una estrategia de dominación y poder. Como el pensador Boaventura de Sousa Santos explica: “Transformada en recurso, la naturaleza no tiene otra lógica que la de ser explotada hasta la extenuación. Separada del hombre y de la sociedad, no es posible pensar en interacciones mutuas” (1). Es así que, en el empuje actual de la Economía Verde, incluso las actividades de “conservación” se convierten en otro recurso. Las “áreas protegidas” se establecen cada vez más tomando en cuenta los beneficios económicos que conllevan los mercados de compensación. Los proyectos tipo REDD o de compensación por la pérdida de biodiversidad por ejemplo, generan créditos vendibles en los mercados financieros que además permiten una deforestación/contaminación “equivalente” a la “conservada” en el proyecto de compensación.

En este contexto, no es de extrañarse que la gran mayoría de los proyectos de “conservación” que trabajan con comunidades estén dirigidos a intentar “enseñar” o “capacitar” a los pueblos de bosque sobre el uso de otras prácticas de subsistencia que permitan dejar sus entornos “intactos”. En otras palabras, se les restringe enormemente el uso de sus bosques y territorios así como la posibilidad de existir como pueblo en estrecha interacción con su entorno. Así, se intenta destruir pueblos que viven no solo en estrecha relación pero como parte intrínseca de la “naturaleza”.

¿Pero acaso la deforestación no se genera por la destrucción a gran escala que ocasionan las actividades extractivas, de infraestructura, de plantaciones industriales, de madereo, etc.? Así es. Y por eso el enfoque de esta reflexión está en cómo la mayoría de los proyectos de “conservación”, integrados a un sistema estructuralmente racista, apuntan a “cambiar” a los pueblos del bosque y no a las causas directas de la deforestación. La misión “civilizatoria” de la colonización sigue, y muy presente, en las prácticas y formas de pensar de muchas ONGs y programas gubernamentales, lo que a su vez encubre el papel destructivo de los proyectos industriales a gran escala en la deforestación.

La práctica de rotación de cultivos tradicional por ejemplo, utilizada ampliamente por las comunidades del bosque - que consiste en el uso de una pequeña área de bosque para el cultivo de alimentos por algunas estaciones para luego dejar regenerar el área mientras se prepara otra área para el cultivo-, es identificada como la gran causa de la deforestación. Instituciones multilaterales como el Banco Mundial y la FAO han sido cruciales en la estigmatización de esta práctica como “retrógrada” o “atrasada”. En1957, a partir de un informe de la FAO donde se declaraba que el cultivo de rotación era una “forma atrasada de cultura general” (2), se consolida entre los “expertos” de la materia como una práctica devastadora de biodiversidad y bosques.

Es importante recalcar que la conversión permanente de bosques en pastizales o monocultivos a gran escala es claramente nociva, ya sea que ésta haya sido hecha por empresas transnacionales o locales. Pero eso es radicalmente diferente de la práctica tradicional de rotación de cultivos. A pesar de las muchas diferencias entre pueblos, tradiciones y bosques, el común denominador es que la rotación de cultivos permite mantener un suelo fértil, evita el uso de pesticidas o fertilizantes y permite la regeneración del bosque al dejar descansar el área cultivada y mantener un ciclo de rotación constante. En los casos donde el cultivo de rotación está produciendo la degradación del bosque, es común que la causa anterior sea un acortamiento de los ciclos de rotación porque hay menos tierra disponible y esto hace inviable la rotación. La degradación es casi siempre el resultado de la expansión de las mega plantaciones industriales o los mega proyectos de infraestructura o la tala industrial, que acaparan la tierra de la que las comunidades dependen para la producción de alimentos (3).

REDD: ¿bosques con gente sin derechos?

Como era de esperarse, el cultivo de rotación al ser estigmatizado como uno de los principales problemas de los bosques, es ahora también presentado como un problema frente al cambio climático. Los programas y proyectos REDD manifiestan incansablemente tener la supuesta “solución” ante el “problema” poblacional de la “naturaleza”, al afirmar que REDD les dará beneficios económicos a las comunidades siempre y cuando estas mantengan sus bosques intactos. Es decir, transforman territorios en bosques-sin-gente o bosques-con-gente-sin-derechos-de-uso, creando mayores conflictos entre y dentro de las comunidades y atentando contra sus medios de sustento y conocimientos tradicionales. Los documentos oficiales de REDD usualmente incluyen propuestas para aumentar los rendimientos en las parcelas existentes, a través de la “modernización” de prácticas tradicionales, tales como los cultivos de rotación. La realidad, sin embargo, es que la gran mayoría de estas propuestas fracasa, porque no son adecuadas a las particulares circunstancias locales. Además, la idea de querer “educar” a los pueblos del bosque para “mejorar” sus prácticas tradicionales con un proyecto que generará créditos que a su vez permitirán la continua contaminación/deforestación en otro lugar es primordialmente racista y paternalista.

Para los grupos de conservación internacional como The Nature Conservancy, Conservación International y WWF, REDD es un buen negocio, porque ellos pueden obtener una gran parte de las donaciones internacionales y el financiamiento para clima que está disponible para REDD. Participan en muchos proyectos e iniciativas REDD, operan en muchos casos como intermediarios para llegar a las comunidades y actúan como consejeros en los planes REDD a nivel nacional, regional y municipal. Ninguno de estos grupos ha revelado el tamaño de sus presupuestos REDD o cuánto de su financiamiento proviene del financiamiento para clima que los países industrializados contabilizan como pagos de REDD al Sur global (4).

“No hay compensación, sólo sanciones que pagar”: el programa de Conservación Integral de los Bosques de Madagascar, de WWF y Air France (5)

El “Programa de Conservación Integral de los Bosques” de Madagascar está dirigido por WWF Madagascar. Abarca 380.000 hectáreas de bosque húmedo y 125.000 hectáreas de bosque seco, espinoso. La primera etapa del proyecto, de octubre de 2008 a diciembre de 2012, fue financiada por una contribución de 5 millones de euros de la aerolínea Air France. GoodPlanet actuó como enlace entre Air France y WWF Madagascar y fue responsable de los aspectos metodológicos y científicos del proyecto. Con el inicio de la segunda fase del proyecto en el año 2012, la Fundación GoodPlanet transfirió la gestión de las actividades a la asociación Etc Terra. La financiación de esta segunda etapa provino de la Agencia Francesa de Desarrollo y el Fondo Francés para el Medio Ambiente Mundial, mientras que Air France también podría aportar un millón de euros adicionales. La generación de créditos de carbono es uno de los objetivos de la segunda etapa.

Un informe de Basta! y Amigos de la Tierra Francia cita a Pierre de Caussade, ex Director de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible para Air France, cuando manifestó: “Este proyecto fue desarrollado en parte para ayudar a las comunidades locales a gestionar mejor sus medios de vida y mejorar sus condiciones de vida. Pero también había un aspecto científico, en consonancia con nuestras preocupaciones sobre el cambio climático. Estimamos que el programa nos permitirá reducir las emisiones causadas por la deforestación en 35 mil millones de toneladas de CO2”

En 2010, Air France emitió una declaración aclarando categóricamente que de ninguna manera el proyecto era un programa de compensación de carbono. Dos años y medio más tarde, Air France reconoce que el proyecto generará créditos de carbono y afirma que todo el dinero se destinará a las comunidades locales. Un informe y un video de Amigos de la Tierra Francia muestran que esto tampoco es cierto. La aplicación del proyecto limita el acceso de la población a zonas de bosques y arriesga desplazar a las poblaciones locales, poniendo así en peligro sus medios de subsistencia. Los bosques y la tierra ya no son espacios que pueden ser un medio de vida y sustento, sino que se convierten en reservas de carbono que deben ser protegidas por Air France para poder ofrecer a sus clientes vuelos que sean neutrales en carbono. Para vigilar las tierras cuyo uso está prohibido se creó una policía forestal, la que se encargaría de rastrear a los aldeanos que abren claros en el bosque para cultivar alimentos para consumo propio. Cualquier persona sorprendida en el acto se arriesga a recibir una fuerte multa. Si el individuo no puede pagar, corre el riesgo de que lo envíen a la cárcel. Las patrullas cuentan con el complemento de aviones que sobrevuelan las aldeas. Las actividades de vigilancia muestran que uno de los principales objetivos del proyecto es impedir que las comunidades practiquen hatsake, o agricultura migratoria: “Si no quiero pagar [la multa], corro el riesgo de terminar en prisión. Estamos asustados, por eso ni tocamos el bosque allí. Ni siquiera para alimentar a nuestros hijos. Es realmente difícil: ¿dónde vamos a conseguir 800.000 ariary [moneda nacional] si nos encuentran abriendo un claro en la tierra?” preguntó un aldeano a los investigadores de Basta! y Amigos de la Tierra Francia.

Las actividades de “conservación” parecen relacionarse mucho más al acaparamiento de territorios, despojo de derechos colectivos y beneficios económicos por parte de las grandes industrias (al poder continuar y expandir sus negocios sin problemas) que a cualquier otra cosa. Los financistas de las ONGs de conservación y de proyectos de compensación tipo REDD nos alertan sobre quiénes son los beneficiados realmente: industrias extractivas, empresas de plantaciones industriales, el Banco Mundial, entre otros. Del mismo modo, la estigmatización de la agricultura de rotación tradicional como causa principal de la deforestación así como el despojo de los derechos de uso de los pueblos del bosque son un ataque frontal contra estas poblaciones y sus culturas. Mientras que la convivencia de los pueblos con la “naturaleza” sigue siendo atacada y hasta prohibida, a pesar de haber logrado mantener los bosques en pie, los ríos limpios y los suelos fértiles, los proyectos y programas de “conservación” vienen facilitando la continuación de un sistema económico que está en las raíces de la devastación ambiental y social.

Joanna Cabello, joanna@wrm.org.uy
Miembro del secretariado internacional del WRM

Boaventura de Sousa Santos, 2008, “Conocer desde el Sur: para una cultura política emancipadora”, http://www.boaventuradesousasantos.pt/media/Conocer%20desde%20el%20Sur_Lima_2006.pdf
http://www.fao.org/docrep/x5382e/x5382e03.htm#shifting%20cultivation
http://wrm.org.uy/wp-content/uploads/2015/10/REDD+Peasants_ES.pdf
http://wrm.org.uy/wp-content/uploads/2015/10/REDD+Peasants_ES.pdf
Caso resumido de la publicación del WRM, “REDD: Una Colección de conflictos, contradicciones y mentiras”, http://wrm.org.uy/es/files/2014/12/REDD-Coleccion_de_conflictos_contradicciones_y_mentiras_expandido.pdf Ver también Basta! & Amigos de la Tierra (2013): “REDD+ in Madagascar: You Can’t See the Wood for the Carbon”. http://www.amisdelaterre.org/IMG/pdf/rap_madagascar_en.pdf