Poblaciones locales: una luz de esperanza en el bosque

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Tres grandes actores dominan el escenario mundial de los bosques: las poblaciones locales, los gobiernos y las empresas transnacionales. En tanto las primeras intentan proteger el bosque que les provee su sustento y supervivencia cultural, se ven obligadas a enfrentar –en una lucha desigual- a las fuerzas combinadas de las transnacionales y los gobiernos, cuyos planes de “desarrollo” resultan inevitablemente en la destrucción de los bosques.

Este boletín contiene –como la mayoría de las 32 ediciones anteriores- ejemplos de lo antedicho: madereo industrial, explotación petrolera, minería, represas, plantaciones, cría de camarones, tráfico de armas y otras inversiones que hacen más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, destruyendo, en el proceso, el bosque que se encuentra en su camino y a las poblaciones que lo habitan.

Actualmente, la mayoría de los gobiernos de países tropicales parecen considerar que su papel se limita simplemente a competir con otros gobiernos del Sur, rivalizando en quién ofrece las mejores condiciones para la inversión de las transnacionales. Esto incluye de manera especial a los subsidios, que van desde exenciones fiscales hasta la represión de la oposición a efectos de asegurar la rentabilidad de los inversionistas extranjeros.

Por su parte, las transnacionales consideran que no tienen que rendir cuentas ante nadie, excepto –y sólo en cierta medida- frente a sus accionistas. Ellas imponen su voluntad, no sólo sobre gobiernos del Sur aparentemente débiles sino también sobre gobiernos del Norte e instituciones multilaterales. Nadie las eligió nunca para gobernar nada, pero de hecho cada vez más gobiernan el mundo entero.

Dentro de un escenario de ese tipo, las poblaciones locales que luchan por proteger sus bosques constituyen una luz de esperanza para el futuro. No sólo son la principal oposición en el terreno a la destrucción de los bosques, sino que también forman la base para la creación de alianzas mundiales de personas deseosas de proteger a los bosques y las poblaciones que los habitan, que sin esas luchas no tendrían mayor sentido.

Por otro lado, las poblaciones locales están elaborando y poniendo en práctica alternativas de formas de vida verdaderamente sustentables, apartadas del discurso oficial ya carente de significado del “desarrollo sustentable”, que gobiernos y transnacionales vaciaron del contenido que inicialmente tenía.

Sin embargo, la luz de esperanza representada por esas poblaciones todavía no es lo suficientemente fuerte y necesita el apoyo de todas las organizaciones que trabajan a favor del respeto de los derechos humanos y la conservación ambiental. Pero ese apoyo no debe considerarse como que “nosotros” los ayudamos a “ellos”, sino como un esfuerzo de colaboración para asegurar las formas de vida presentes y futuras para todas las poblaciones de la Tierra.

Los Ogoni y Ogiek en África, los Pataxó y Mapuche en América Latina, los Karen y Dayak en Asia, junto con innumerables pueblos indígenas, comunidades tradicionales y campesinas de todo el mundo están enseñando el camino. Sus luchas son nuestras y cuanto mayor apoyo reciban, más avenidas abrirán para el futuro de la humanidad.