Por qué la certificación de los agrocombustibles no funcionará

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Los argumentos a favor de la certificación a menudo explican que una empresa que desea vender sus productos como producidos de manera sustentable tiene que probarlo de alguna manera. Un consumidor que desea comprar productos social y ambientalmente
inocuos necesita una etiqueta que le diga que son confiables. Cuando el problema se presenta de esta manera, la certificación parece ser la respuesta obvia. Pero la certificación de los productos derivados de la madera ofrece tres lecciones que es importante tener en cuenta a la hora de evaluar si la certificación de los agrocombustibles puede ayudar a prevenir los peores excesos de una industria destructiva.

En primer lugar, el sistema de certificación debe ser creíble. Las normas deben ser claras e interpretarse de manera coherente por certificadores independientes. Para impedir un conflicto de intereses en la evaluación es necesario que no haya una relación comercial entre el certificador y la empresa que está siendo certificada. En el sector de la madera ningún sistema de certificación ha logrado esos requisitos básicos.

Es necesario rastrear los productos desde el lugar en el que se plantaron hasta donde se venden. Los problemas de establecer un control riguroso de la cadena de custodia para los productos de la madera fueron señalados en un informe elaborado en 2007 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Parte del problema, señala la OCDE, es que “la madera se transforma en numerosos productos diferentes y proviene de numeras especies de madera diferentes y tiene varios orígenes y propietarios”. Las astillas de madera con las que las fábricas de papel procesan su producto, por ejemplo, pueden provenir de una amplia gama de fuentes (del raleo de miles de operaciones forestales diferentes, de los residuos de aserraderos o de sistemas de reciclaje). Con el objeto de adecuarse a la industria, en 2004 el FSC (Consejo de Manejo Forestal) modificó su certificación de la cadena de custodia. El nuevo sello del FSC, “fuentes mixtas”, permite que su logo aparezca en productos que contienen apenas un 10% de material certificado por el FSC.

Un sello que garantiza que apenas un pequeño porcentaje del producto proviene de fuentes bien manejadas, que no indica el porcentaje que está verdaderamente certificado y que depende de las empresas para confirmar si el resto proviene o no de monocultivos destructivos o bosques deforestados, engaña a los consumidores.

La segunda lección es que aún cuando pudiera crearse un sistema de certificación perfecto (lo cual hasta ahora no ha ocurrido), no hay nada que impida a una industria crear un sistema propio de certificación mucho más laxo. FSC, PEFC, CSA, SFI, AFS, MTCC, LEI, CERFLOR, Certfor – como lo revela esta sopa de letras, eso es precisamente lo que ha ocurrido con la certificación de los productos forestales. Las ONG que han dedicado los últimos quince años a dilucidar los pros y contras de los diversos sistemas pueden darse cuenta de la diferencia entre unos y otros. Los consumidores no.

Tercero, si bien un sistema de certificación voluntario puede recompensar a las empresas que cumplen sus normas otorgándoles un “sello verde”, la certificación no puede hacer nada para impedir que las peores compañías continúen sus actividades destructivas. En teoría, si un consumidor sólo compra agrocombustibles que estén creíblemente certificados como provenientes de operaciones bien manejadas, entonces ese consumidor evitará comprar productos que provengan de plantaciones de monocultivos extensos, inundados de productos químicos. Pero comprar agrocombustible certificado no impide la destrucción, porque un consumidor que compre productos certificados no impide que otros compren productos no certificados.

No existen pruebas de que algunas de esas lecciones de la certificación de productos de la madera se apliquen en la certificación de los agrocombustibles. La Mesa Redonda sobre Biocombustibles Sostenibles, dirigida por la Ecole Polytechnique Federale de Lausanne, en Suiza, está elaborando “normas de sostenibilidad para biocombustibles sostenibles” y actualmente invita a hacer comentarios a la “Versión Cero” de su norma preliminar. Sentado en el Directorio está Heiko Liedeker, quien fue director del FSC de 2001 a 2008. Liedeker ignoró sistemáticamente los informes del WRM y otras ONG que explicaban cómo la certificación de plantaciones industriales de árboles por parte del FSC debilitaba las luchas locales. Entre otros miembros del Directorio figuran representantes de empresas petroleras: Cameron Rennie de BP, Julio César Pinho de Petrobras y Paloma Berenguer de Shell.

Participar en una discusión sobre el contenido de los principios y criterios para la certificación de los agrocombustibles podría parecer algo importante de hacer. Si la norma es lo suficientemente débil permitirá la certificación de casi cualquier plantación de agrocombustibles. Pero participar en la redacción de las normas equivale a no entender el asunto. Las normas no harán nada para impedir los abusos cometidos por las peores empresas de plantaciones de agrocombustibles. La Mesa sobre Biocombustibles Sostenibles abrirá un camino para que Europa y América del Norte aduzcan que su demanda de agrocombustibles de alguna manera es sostenible. Es poco más que una hoja de parra que les permite seguir como siempre.

Las discusiones sobre los “agrocombustibles sostenibles” nos distraen del trabajo para lograr formas genuinas de reducción de las emisiones de carbono, como sería exigir legislaciones firmes sobre eficiencia energética e inversiones estatales importantes en el mejoramiento de las normas de construcción, el transporte público, las actuales redes eléctricas directas de alto voltaje y la energía solar y eólica.

Tratar de persuadir a los consumidores a que compren “agrocombustibles sostenibles” podría sonar como un pequeño primer paso hacia otros mayores, que finalmente conduzcan a un cambio real. Pero la realidad es que la certificación de combustibles ayuda a maquillar de verde una industria altamente destructiva e impide que se trabaje en los cambios estructurales que urge aplicar.

Por Chris Lang, http://chrislang.org