Sudáfrica: una visión sudafricana del sello del FSC en las plantaciones industriales de árboles

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Aunque kilómetros y kilómetros de monocultivos de pinos pueden resultar agradables a la vista de aquellos con una forma de mirar las cosas más propia del hemisferio norte, pueden ser también muy negativos para el ambiente. Los activistas ecologistas llaman “la muerte verde” a las plantaciones de árboles exóticos y señalan que estos árboles desplazan las especies nativas, muy pocas de las cuales pueden vivir en las plantaciones.

Las plantaciones en el este de Sudáfrica se destacan particularmente por consumir las praderas, que hoy se consideran nuestro bioma más amenazado debido a que se ha perdido el 60% de su superficie (en realidad el 80%).

Las plantaciones industriales consumen también enormes cantidades de agua y se las ha acusado de secar humedales y contribuir significativamente a que muchos de los ríos del Parque Nacional de Kruger, que una vez fueron perennes, se convirtieran en arroyos estacionales, secos durante gran parte del año. En muchos lugares los pinos han saltado los alambrados de la plantación y se han vuelto cada vez más invasivos, sofocando el campo con una manta de color verde oscuro.

Y ni siquiera hemos llegado a las fábricas de celulosa. Sappi sufrió un duro golpe de relaciones públicas en 1989, cuando un derrame de efluentes de la gigante fábrica de Ngodwana mató a virtualmente toda la vida acuática del río Elands a lo largo de muchas millas aguas abajo. Desde ese entonces han perdido mucho tiempo promocionando sus credenciales verdes y están especialmente orgullosos de su participación en el desarrollo de un proceso industrial de blanqueado de la celulosa con oxígeno que elimina el uso del cloro tóxico en esa parte del proceso de fabricación del papel.

De lo que no se jactan tanto es de que, hasta hace pocos meses, usaban un blanqueado con cloro a la antigua en su fábrica de Stanger, aguas arriba y muy cerca del estuario del río Mvoti, famosa parada de aves migratorias. El estuario se cerró a la pesca y a la natación este año debido a una investigación de Sappi que encontró en el estuario niveles de contaminantes clorados “por encima de los niveles aceptables”.

Por lo tanto fue una agradable sorpresa ver el logo del Consejo de Manejo Forestal (FSC) en una caja de papel Typek A4 de Sappi. La presencia del logo nos persuadió a comprar el papel, aunque era más caro que otra marca también fabricada por Sappi pero que no llevaba el sello del FSC. Con sede en Bonn, Alemania, el FSC es un organismo que certifica productos como la madera y el papel, a través de agentes locales, en tanto procedentes de bosques bien manejados. Mantener fuera del mercado aquellos productos procedentes de la tala ilegal y garantizar que los bosques se manejan de forma de minimizar los costos ambientales y sociales es una iniciativa loable. La idea es que la gente que simpatiza con la ecología (como ustedes, queridos lectores y lectoras) debería comprar solamente madera y papel con el logo del FSC como forma de obligar a los productores a portarse bien.

Nos resulta difícil considerar “bosques” a monocultivos industriales de árboles exóticos, pero una rápida visita al sitio http://www.fsc.org revela que el FSC de hecho sí certifica productos procedentes de plantaciones, así como los que vienen de (verdaderos) bosques. La organización tiene un conjunto de diez “principios y criterios para el manejo forestal” que son la base de sus normas de manejo. Los primeros nueve principios tratan de cosas como los impactos ambientales y sociales de la extracción de productos forestales. El Principio 10 permite que el FSC certifique las plantaciones y establece en términos generales cómo deben plantarse y gestionarse para poder acceder a esta certificación.

Los nueve criterios del Principio 10 explican con mayor detalle cómo ha de hacerse esto. Desde el punto de vista de la ecología hay allí un montón de palabras buenas, como cosas sobre la conservación de la biodiversidad y el mantenimiento de la funcionalidad ecológica. El Criterio 10.6 , por ejemplo, dice que la elección del árbol utilizado en una plantación “no debe provocar a largo plazo la degradación del suelo ni impactos adversos sobre la calidad (o) cantidad del agua”.

Nos preguntábamos cómo era posible que cualquier plantación local de pinos obtuviera el vistobueno del FSC. La trampa está, como siempre, en la letra chica y en la forma de leerla.

Resulta que el FSC está “tan centrado” en los bosques que a pesar de sus lindas palabras sobre la conservación de la biodiversidad solamente negará su certificación a las plantaciones cuyo establecimiento haya provocado la destrucción de bosques naturales a partir de 1994 (las plantaciones que hayan destruido bosques naturales antes de esa fecha pueden ser certificadas). Sin embargo, las plantaciones que destruyen otros tipos de hábitat, como praderas, sabanas, etc., no son un problema para el FSC.

Además, la interpretación de los principios y criterios del FSC para las condiciones locales corresponde al agente certificador local. SGS Qualifor, el principal agente certificador en Sudáfrica, brinda en Internet un esquema de 71 páginas de su Norma de Manejo Forestal, en relación con la cual se evalúan los candidatos a la certificación del FSC. Para cada criterio SGS Qualifor brinda una lista de “indicadores” o normas que alcanzar y “verificadores”, que consisten en ejemplos de lo que los inspectores necesitan buscar o confirmar específicamente para asegurar el cumplimiento de las normas del FSC.

En el mencionado Criterio 10.6 del FSC, que prohíbe los impactos a largo plazo sobre la cantidad de agua, no encontramos indicadores ni verificadores comparativos para poder determinar las reducciones de fugas o caudal. En todo el resto de la Norma Qualifor hay una breve mención al hecho de que las plantaciones deben contar con un permiso del departamento de Agua y Bosques, reconocimiento implícito de que las plantaciones en general sí reducen el caudal de los cursos de agua.

Incluso si todas las empresas de plantaciones tuvieran la certificación del FSC, sus plantas de celulosa a menudo obtienen la materia prima de fuentes exteriores. El logo en la caja no indica quién plantó los árboles. Esto significa que hoy podemos comprar una caja de papel con la etiqueta “verde” del FSC que probablemente se compone de un 30% de especies exóticas que se chupan el agua y destruyen las praderas, amenazando las variedades locales, y un 70% de madera procedente de Dios-sabe-dónde.

Algunos ecologistas locales solicitaron formalmente al FSC que dejara de certificar plantaciones que no fueran bosques naturales hasta no haber completado la revisión del Principio 10, que está en proceso. El FSC les respondió (muy cortésmente) que seguirá certificando plantaciones. ¿Por qué? Dinero. O, para usar el eufemismo del FSC, porque el FSC piensa que una moratoria a la certificación de plantaciones no contará con el apoyo de la mayoría de sus miembros. Muchos de los miembros, oh sorpresa, pertenecen a la industria maderera.

Para que el FSC tenga éxito, la industria maderera tiene que participar. Lo que no tiene que pasar es que la industria maderera lo controle. El FSC es una de las pocas organizaciones que puede lograr apartar del mercado a los productos forestales tramposos, pero a su reputación se la está llevando el río Elands, junto con los efluentes que fluyen lentamente de la fábrica de Ngodwana.

Adaptado de: “Selling Our Forests Down The Elands River”, Adam Welz, correo-e: adamwelz@yahoo.com, ‘noseweek’ #74, diciembre de 2005, http://www.noseweek.co.za, http://www.fishingowl.co.za/sawacdec051.html , enviado por Phillip Owen, GEASPHERE, correo-e: wac@geasphere.co.za, http://www.geasphere.co.za