Uruguay: sin árboles transgénicos ... por ahora

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Hace más de 10 años que en Uruguay se viene implementando un modelo de desarrollo forestal insustentable, sustituyendo sus ecosistemas naturales de pradera por plantaciones a gran escala de eucaliptos y pinos.

Además de los ya constatados impactos ambientales y sociales, en breve el país se podría ver enfrentado a nuevos impactos ocasionados por el uso de árboles modificados genéticamente en las plantaciones comerciales. La ingeniería genética busca aumentar la eficiencia comercial de dichas plantaciones “produciendo” árboles que crecen más rápido, que son resistentes a herbicidas, que crecen más uniformemente, y que tienen menos lignina, abaratando así el proceso industrial de fabricación de celulosa y papel.

Una de las empresas forestales más importantes en el país es Forestal Oriental (del grupo Shell-UPM/Kymmene), la cual cuenta con aproximadamente 35.000 hectáreas de plantaciones de eucaliptos. Dicha empresa --según los datos que se pudieron obtener-- ha sido hasta ahora la única que realizó pruebas de campo con árboles transgénicos durante un período de dos años. Las investigaciones estuvieron enfocadas en testear la resistencia a herbicidas y de reducción del contenido de lignina en la madera. Afortunadamente, la empresa abandonó esos ensayos a mediados de 1999, año en que esos árboles habrían sido destruidos. Suponemos que este cambio de política se debe a que la empresa se encuentra gestionando la certificación de su producción por el Forest Stewardship Council, organismo que establece entre sus principios que no son certificables aquellas plantaciones que contengan especies transgénicas.

También se pudo constatar que a nivel público, el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias --INIA-- no está llevando a cabo ensayos con árboles transgénicos. Sin embargo, dicha ausencia de ensayos no surge de una posición contraria a los mismos, sino al hecho de no disponer de recursos económicos para llevar a cabo dichas investigaciones. De hecho, la ingeniería genética es un área que cuenta con bastante respaldo en el ámbito científico nacional, que en general tiene una posición acrítica sobre sus posibles impactos sanitarios y ambientales.

A su vez, el gobierno no está llevando a cabo ninguna investigación sobre el impacto que podrían llegar a tener las plantaciones con transgénicos en caso de ser implementadas a nivel comercial. Esta posición displicente se sumaría a la que ha caracterizado a la promoción del actual modelo forestal, que se implementó a gran escala sin haber llevado a cabo los imprescindibles estudios de impacto ambiental.

Hace ya varios años que Uruguay lanzó una importante campaña apostando a ser un “País Natural”. En caso de haber sido implementada, hubiera sido una política inteligente. Lamentablemente parece haber sido nada más que un “desliz” de algún ministro de turno, ya que todas las políticas del gobierno parecen apostar a un país antinatural. Así lo demostró el propio presidente de la República, quien en días pasados manifestó su total e incondicional apoyo al desarrollo de cultivos transgénicos en el país.

Por el momento, en el país no hay árboles transgénicos. Sin embargo, teniendo en cuenta el modelo de desarrollo forestal impuesto en Uruguay y el apoyo por parte del gobierno a la ingeniería genética, todo hace pensar que esta situación no durará mucho. En ese contexto, la sociedad uruguaya deberá mantenerse alerta para impedir que las praderas uruguayas se vean invadidas por esta nueva amenaza, de consecuencias imprevisibles para el país.

Por: Teresa Pérez.