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REDD 15 years

Este artículo forma parte de la publicación "15 años de REDD:

Un mecanismo intrínsecamente corrupto"

 

1. La agricultura de roza y quema o de tala y quema, la agricultura itinerante o migratoria

Estos términos describen una amplia variedad de sistemas agrícolas en los que se elimina la vegetación de una parcela de tierra en un bosque o sabana para cultivarla durante cierto tiempo y luego se la deja regenerar. Cada vez más se reconoce que las prácticas de la agricultura itinerante son parte de sistemas complejos de uso de la tierra que contribuyen a la diversidad de los bosques y mantienen su funcionamiento ecológico. Sin embargo, las prácticas agrícolas de rotación todavía siguen denominándose peyorativamente de ‘roza y quema’ o de ‘tala y quema’. El uso de estas expresiones alimenta la falsa afirmación de que la agricultura itinerante o agricultura migratoria es una causa de deforestación. El Banco Mundial y algunos gobiernos de todo el mundo tienen un largo historial en el uso de la expresión ‘roza y quema’ como parte de sus esfuerzos por erradicar la agricultura itinerante. Numerosas actividades de REDD se han centrado en prohibir o restringir la agricultura itinerante, por ejemplo, al prohibir el uso del fuego como forma de preparar la tierra para el cultivo. Para obtener más información sugerimos consultar: Survival International. Agricultura itinerante. ¿Qué es y quién la practica?

2. Tala selectiva

Este término es engañoso. Según la industria maderera, la tala selectiva no daña el bosque porque sólo se eliminan unos pocos árboles cuidadosamente seleccionados (de especial valor comercial). En realidad, sin embargo, la mayor parte de la tala selectiva es tala industrial que destruye y degrada grandes superficies de bosque para extraer esos pocos árboles comercialmente valiosos. Describir la práctica como selectiva oculta la realidad de que, especialmente en las regiones de bosques tropicales, la tala industrial, sea selectiva o no, tiene un largo historial de conflictos violentos, condiciones laborales abusivas e impactos muy dañinos para quienes viven en las cercanías de estas actividades.

3. Emisiones netas cero

Numerosas empresas (y gobiernos) han prometido reducir sus emisiones nocivas para el clima a cero neto. El breve término neto permite a las empresas seguir quemando petróleo, gas y carbón y al mismo tiempo afirmar que esto no daña el clima. ¿Cómo funciona esta magia? Preparan un balance que muestra cómo la misma cantidad de emisiones que continúan lanzando a la atmósfera es eliminada de la atmósfera por alguien otro en otro lugar (ver ‘las compensaciones de carbono’ para ver por qué esto no funciona para el clima y pone en riesgo la soberanía de los pueblos de los bosques sobre sus territorios). Hay quienes insisten en que las promesas de emisiones netas cero deben incluir fuertes reducciones de emisiones y que solo se debe compensar las emisiones ‘difíciles de evitar’. Pero ésta no es la realidad. Las promesas de emisiones netas cero encubren el aumento del tráfico aéreo, la apertura de nuevos yacimientos de petróleo y gas, etc. En esencia, estas promesas son, sobre todo, una táctica para proteger la especulación de las empresas con la quema de combustibles fósiles. Para obtener más información sugerimos consultar: Amigos de la Tierra Internacional et al. (2021). La Gran Estafa: Cómo los Grandes Contaminadores imponen su agenda “cero neto” para retrasar, engañar y negar la acción climática.

4.  Las compensaciones de carbono

Éstas han cobrado impulso como herramienta en el contexto de la ‘Economía verde’, porque la compensación permite la continuidad de un modelo económico basado en la destrucción de la ‘naturaleza’ con el pretexto de que el daño causado en un lugar puede ser compensado con actividades adicionales para restaurar la ‘naturaleza’ en otros lugares. Para proteger sus ganancias vinculadas a la disponibilidad de combustibles fósiles baratos durante el mayor tiempo posible, las empresas han presionado especialmente para imponer la compensación de carbono como alternativa a una intervención de los gobiernos que podría acelerar el final de la quema de combustibles fósiles. Para obtener una breve explicación de las contradicciones que plagan las compensaciones de carbono y que las convierten en una distracción peligrosa para evitar el colapso climático, sugerimos consulten el librillo del WRM: 10 alertas sobre REDD para comunidades.

5. Racismo ambiental

La explotación corporativa que expone de manera desmedida a las comunidades o barrios de población mayoritariamente negra, indígena y de color a la contaminación más tóxica y a las actividades más destructivas, contaminantes y riesgosas, son realidades del racismo ambiental. Negarse a reconocer estas realidades es otra forma de racismo ambiental. Este racismo también se manifiesta cuando las interpretaciones no occidentales de la territorialidad ni siquiera se reconocen como existentes o cuando las cosmologías de los Pueblos Indígenas se presentan como obstáculos para la expansión empresarial. Los Pueblos Indígenas sistemáticamente enfrentan racismo ambiental cuando sus territorios son declarados Áreas Protegidas o sitios de proyectos REDD+.  El Boletín 223 del WRM – "Racismo en los bosques: un proceso de opresión al servicio del capital explora cómo este racismo se manifiesta como estructuralmente inherente al capitalismo" explora cómo este racismo se manifiesta como estructuralmente inherente al capitalismo.

6. Contabilidad del carbono

Más allá de las cifras que generalmente se utilizan para representar el volumen de emisiones liberadas o supuestamente compensadas, la Contabilidad del carbono esconde quizás más de lo que revela. Una cosa que esconde es el racismo ambiental inherente a la economía de los combustibles fósiles. La Contabilidad del carbono convierte los conflictos violentos en los sitios de extracción, procesamiento y refinación de combustibles fósiles, así como en los lugares donde se lleva a cabo la compensación de carbono, en números limpios y libres de conflictos en una hoja de balance del carbono.

En este contexto, la contabilidad del carbono se utiliza para rastrear las estimaciones de gobiernos y empresas de las emisiones producidas por diferentes partes de la economía o negocios de empresas, en el punto donde se liberan a la atmósfera. Esto permite que los conflictos continúen, ya que el objetivo no es poner fin a la quema de combustibles fósiles. Los gobiernos también utilizan la contabilidad del carbono para mostrar cuántas emisiones causadas en una parte de la economía del país se compensaron con el almacenamiento adicional de carbono en suelos, árboles y otros tipos de vegetación del país. Las empresas también utilizan la contabilidad del carbono para demostrar que sus emisiones se han equilibrado mediante la compra de créditos de carbono.

La contabilidad del carbono creó la suposición ahora ampliamente aceptada de que el daño climático causado por diferentes gases de efecto invernadero y por las emisiones de diferentes fuentes, puede ser comparable a través de la unidad de medida CO2equivalente. Esto, a su vez, allanó el camino para REDD y las ‘soluciones basadas en la naturaleza’, proyectos basados ​​en el supuesto de que evitar la deforestación supuestamente planificada puede compensar el daño climático causado por las emisiones de combustibles fósiles. Por lo tanto, la contabilidad del carbono es una herramienta clave para las empresas y los gobiernos que en el futuro prometen mover sus economías o negocios en base a emisiones netas cero.

Para obtener más información, sugerimos consultar: Larry Lohmann (2009). El neoliberalismo y el mundo calculable.

7. La mercantilización de la naturaleza

La mercantilización de la naturaleza despoja a un territorio de su singularidad (las historias, memorias e interacciones entre la vida humana y la no humana que hacen a un lugar diferente de los demás) y lo redefine por las unidades de interés de lo que sea que impulsa la mercantilización, ​​en el momento en que se inicia la mercantilización.

Los territorios identificados por las memorias, historias y cosmologías de los pueblos se convirtieron en tierras trazadas en mapas que muestran dónde se pueden encontrar minerales, suelos fértiles, depósitos de agua o árboles valiosos. Una vez mapeados, se podría reclamar la propiedad privada o estatal, y los minerales, el agua, los árboles, etc., podrían volver a catalogarse como recursos en venta. Más recientemente, funciones ecológicas como la capacidad de almacenamiento de carbono de los bosques, son objeto de mercantilización. En el proceso, el valor de un bosque está determinado únicamente por su capacidad para almacenar carbono. El supuesto contenido de carbono de cada bosque es mapeado por modernos agrimensores y la unidad a la que se le pone precio esta vez es la tonelada de carbono por hectárea de bosque.

Como ha quedado demostrado por la historia, los procesos de mercantilización implican conflictos violentos y desplazamientos. La mercantilización de funciones ecológicas como la capacidad de almacenamiento de carbono de los bosques no es una excepción. Las empresas ya utilizan mapas que muestran la distribución de la capacidad de almacenamiento de carbono en diferentes bosques o en diferentes partes de un bosque, para restringir así el acceso de las comunidades a sus territorios: los proyectos REDD no serían posibles sin despojar a los bosques de sus características únicas y reducirlos a ‘unidades de almacenamiento de carbono’ ofrecidas a los contaminadores comerciales, donde lo único que importa, se cuenta y se convierte en dinero, son las toneladas de carbono en los árboles.

Para obtener más información, sugerimos consultar el informe del WRM: El comercio de servicios ecosistémicos: cuando el “pago por servicios ambientales” se convierte en un permiso para destruir. (Disponible también en indonesio).

8. Certificación / salvaguardas.

Que las compensaciones de carbono en general, y los proyectos REDD en particular, son propensos a crear conflictos cuando los dueños de los proyectos convierten la tierra utilizada por los pueblos de los bosques en una zona de compensación de carbono, es algo que nunca ha sido cuestionado por los defensores de los mercados de carbono y de REDD. Su respuesta a quienes advierten sobre tal violencia ha sido la creación de directrices voluntarias que según dicen son capaces de prevenir tales conflictos. Los negociadores climáticos de la ONU adoptaron este conjunto de salvaguardas y los grandes programas de REDD a menudo pretenden evitar las críticas mostrando sus ‘rigurosas salvaguardas’. En realidad, estas salvaguardas no han evitado el conflicto ni han asegurado que la generosidad de financiamiento de REDD de los últimos 15 años haya llegado a quienes enfrentaron los cambios de uso de suelo prescritos, las comunidades cuya tierra ha sido declarada área de proyecto REDD. Sin embargo, para vender los créditos de carbono, los proyectos REDD necesitaban una herramienta de marketing más sólida: la certificación. Las normas de certificación ayudan a disfrazar las historias de futuros hipotéticos de los proyectos REDD sin los proyectos con una cantidad de cálculos confusos y fórmulas matemáticas.
 
Por lo tanto, la certificación ofrece un sello externo de aprobación que convierte las historias sobre presuntas emisiones futuras planificadas que se evitaron, en un producto comercializable: las toneladas de CO2 equivalente supuestamente no liberadas a la atmósfera según lo planificado. Se ha demostrado que numerosos proyectos REDD certificados exageraron enormemente el volumen de emisiones que supuestamente evitaron. La mayoría de los proyectos REDD se basan en la norma de certificación VCS (Verified Carbon Standard), gestionada por una organización llamada Verra. Como está ampliamente documentado, la certificación no ha impedido que los proyectos vendan créditos de carbono que existen solo en el papel, ni ha evitado conflictos o la violación de los derechos de las comunidades a su tierra.

Por más información sugerimos consultar los materiales del WRM sobre certificación aquí.

9. Incendios y bosques.

El fragmento de un artículo del Boletín 238 del WRM - "Fuego bueno o malo, ¿quién decide? Una reflexión sobre fuegos y bosques" destaca cómo actualmente en el mundo predomina una concepción capitalista del fuego, que determina cuándo una forma particular de fuego se juzga buena o mala: “En el capitalismo, el fuego transita del paisaje abierto a las calderas, las turbinas y las cámaras de combustión. Al mismo tiempo, el fuego al aire libre, utilizado durante miles de años para crear y conservar bosques y campos agrícolas, se vuelve sospechoso y es denigrado e incluso criminalizado. Mientras tanto, un fuego mucho más intenso, destructivo y alimentado con combustibles fósiles, que está dentro de los motores y las turbinas, se convierte en signo de civilización y progreso, junto con la extracción y los desechos que lo acompañan. Es así que si se enciende el televisor durante la estación seca en las zonas de plantaciones de árboles de Chile o Portugal o en los bosques estatales del oeste de América del Norte, seguramente verán temibles informes sobre incendios forestales incontrolables que se rumorea los forajidos serían los responsables. Los informes nunca mencionan los fuegos provocados por los combustibles fósiles que estallan de manera invisible dentro de cada automóvil y central térmica local. Fuegos que, a pesar del calentamiento global y la devastación que acompaña a la extracción de los combustibles fósiles, nadie soñaría siquiera con considerarlos criminales. Los informes tampoco mencionan que estos dos fenómenos problemáticos simplemente son los dos lados opuestos de la misma moneda”.

Pocos escenarios demuestran el impacto de esta concepción capitalista dominante del fuego en las respuestas dominantes al colapso climático más claramente que las compensaciones REDD: el uso de pequeños incendios controlados para la agricultura itinerante es denigrado y criminalizado para poder ofrecer créditos de carbono a quienes alimentan el colapso climático con sus motores y turbinas alimentados con combustible fósil.

10. Áreas Protegidas

El término está cargado de la violenta concepción colonial de las Áreas Protegidas como medio para proteger la ‘naturaleza’ de los Pueblos Indígenas y preservarla como ‘vida salvaje prístina’ reservada para la caza de trofeos de élite y el disfrute de la belleza escénica y el turismo de safari. Este enfoque colonial y racista de la conservación ha dado lugar a la mentalidad de una ‘conservación fortaleza’ que expone a las comunidades cuyos territorios han sido declarados Áreas Protegidas a atrocidades indescriptibles, violaciones de los derechos humanos, desalojos violentos y la destrucción selectiva de sus medios de vida. (1) A pesar de las declaraciones de ONG conservacionistas de que éstos son los desagradables hechos del pasado, para muchas comunidades dentro de las Áreas Protegidas, los ataques violentos siguen siendo una realidad hasta el día de hoy. ONG conservacionistas internacionales están involucradas de una forma u otra en la mayoría de las Áreas Protegidas, a menudo en alianza con empresas que impulsan la deforestación en otros lugares.

(1) Boletín 249 del WRM (2020). Las Áreas Protegidas alimentan el lucro y la destrucción por parte de las empresas.

 

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