Australia: Gunns planea enorme nueva planta de celulosa en Tasmania

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Antes de talar árboles, la industria maderera de Tasmania divide los bosques en áreas de corte. Abre carreteras atravesando el bosque con bulldozers. Una vez taladas las áreas de corte, se eligen sólo los troncos grandes. La gran cantidad de madera restante se acumula en pilas. Los helicópteros tiran lo que la industria llama gel de diesel licuado (y el resto de nosotros llamamos napalm) y se quema el resto del bosque. Enormes nubes de humo flotan sobre Tasmania durante semanas.

La industria maderera no se detiene allí. Fumiga herbicidas para evitar que el bosque vuelva a crecer. Las comadrejas, canguros y otras especies silvestres que vivían en los bosques ahora son plagas, al menos en lo que concierne a la industria. Los trabajadores colocan zanahorias con veneno 1080 entre las filas de plantines y en los bordes de los bosques. El año pasado murieron casi 100.000 animales como resultado del veneno 1080.

Una vez que las plantaciones de monocultivo de árboles comienzan a crecer, los gerentes de la plantación utilizan helicópteros para fumigar las tierras con plaguicidas, herbicidas y fertilizantes. La población cercana a la plantación también ha sido fumigada. Corriente abajo de las plantaciones, las fuentes de agua fueron envenenadas por el cóctel químico con que se fumigan las plantaciones.

Las plantaciones industriales de árboles están secando los pantanos, los arroyos y los ríos. “Las plantaciones de monocultivo que reemplazan a los bosques primarios absorben tanta agua subterránea que los ríos se están secando”, escribió el autor tasmanio Richard Flanagan, en un artículo publicado el año pasado en el periódico inglés Guardian. Flanagan describió lo que está sucediendo como “una tragedia ecológica incomprensible”.

El eucalipto de pantano de Tasmania (Eucalyptus regnans) es el árbol más grande del mundo dentro del orden de las Angiospermas. Estos eucaliptos pueden alcanzar los 85 metros de altura y vivir por varios cientos de años. Los bosques también incluyen mirto, sasafrás y pinos de Tasmania. El senador Bob Brown, líder del Partido Verde Australiano, describe los bosques de Tasmania como “algunos de los bosques más magníficos de la Tierra”.

Desde 1970, Tasmania ha estado exportando sus bosques en forma de astillas de madera para las compañías de celulosa y papel de Asia. Cada año Tasmania exporta unos 5,5 millones de toneladas de astillas y cada año la industria maderera de Tasmania tala más de 20.000 hectáreas de bosque. Hoy en día solo queda un 20 por ciento del área de bosques primarios. Más de la mitad de lo que queda está amenazado por el madereo.

La industria ni siquiera es muy buena para proporcionar trabajo. Mientras que las ganancias de las compañías madereras se han elevado, el aumento de la mecanización ha significado la pérdida de más de 5.000 empleos en los últimos 25 años.

Los bosques de Tasmania han sido protagonistas de algunas de las campañas ambientales más valientes y determinadas del mundo. Durante décadas la población ha resistido a la destrucción corporativa de sus bosques. Han sido amenazados con violencia, arrestados y atacados. En noviembre de 2003, Greenpeace y la Wilderness Society establecieron la estación Global Rescue, una plataforma en un eucalipto gigante a 65 metros de altura en el valle Styx, en un área boscosa conocida por la compañía maderera Gunns Limited como la zona de cosecha SX13C.

Fundada por los hermanos John y Thomas Gunn en 1875, hoy la compañía Gunns domina la industria de producción de astillas de madera en Tasmania. Gunns posee 180.000 hectáreas de tierra y maneja 100.000 hectáreas de plantaciones. La compañía emplea más de 1.200 personas y el año pasado obtuvo ganancias de 105 millones de dólares australianos.

En 2000, Gunns compró la empresa de astillas Boral y al año siguiente adquirió la compañía forestal North Forest Products. Desde entonces Gunns ha tenido casi el monopolio de las exportaciones de astillas de madera en Tasmania.

En el Informe Anual 2004, el presidente ejecutivo de Gunns, John Gay, escribía que “la Compañía se ha comprometido a ejecutar operaciones forestales sostenibles”. Pero cuando el periodista televisivo Graham Davis le preguntó a Gay sobre las especies protegidas que estaban siendo envenenadas por el veneno 1080, Gay replicó: “Bueno, hay demasiadas y tenemos que mantenerlas en niveles razonables”.

Entre los accionistas más importantes de Gunns se incluyen Concord Capital, Deutsche Bank, Perpetual Trustees Australia y AMP. Entre los principales clientes de la compañía en Japón se incluyen Mitsubishi Paper Mills, Oji Paper, Daio Paper, Chuetso Paper y Nippon Paper. El año pasado, Mitsubishi anunció que dejaría de comprar astillas de madera de los bosques primarios de Tasmania “tan pronto como sea posible”.

En junio de 2004, Gunns anunció que había contratado a la firma consultora forestal finlandesa Jaakko Pöyry para que realizara un estudio de viabilidad de seis meses sobre el desarrollo de una planta de celulosa de 800.000 toneladas al año. Será la “planta de celulosa más verde del mundo”, según el sitio web de Gunn.

Pero la planta consumirá unos tres millones de toneladas de madera al año. Gunns hará funcionar la planta 24 horas al día, siete días a la semana. La presión por continuar la tala de bosques de Tasmania aumentará.

La población que habita cerca de la planta propuesta está preocupada por la contaminación del aire y el agua que producirá la planta. En el valle Tamar, lugar propuesto para la construcción de la planta de celulosa, las condiciones meteorológicas y topográficas se combinan frecuentemente para atrapar la contaminación en el valle. Les Rochester, vocero del Comité de Acción de los Residentes de Tamar, señaló que “la región ya tiene uno de los niveles más altos de contaminación por partículas del mundo”.

Sin embargo, Gunns no parece estar interesada en escuchar las preocupaciones de nadie. En diciembre de 2004, Gunns inició un juicio contra 20 ambientalistas, exigiendo compensación por daños por un total de 6,3 millones de dólares australianos. En el juicio están incluidos el senador Bob Brown, Wilderness Society y la organización Doctors for Forests, un grupo de médicos preocupados por los efectos que tienen sobre la salud humana las sustancias químicas utilizadas en forestación.

El día después de que Gunns presentara la demanda, unas 700 personas protestaron en Hobart contra el intento de Gunns de silenciar sus críticas. En un discurso durante la protesta, el autor Richard Flanagan dijo “Esta demanda redefine la práctica de la democracia como el delito de conspiración. Ya no se trata de la conservación ni de Tasmania. Es una violación flagrante a nuestras libertades. Ante esto, solo podemos temer por lo que esto implica y prepararnos para combatirlo, y combatirlo y nunca dejar de combatirlo”.

Por Chris Lang, correo electrónico: http://chrislang.org

Fuente: Boletín Nº 94 del WRM, mayo de 2005