Cincuenta años ya era suficiente; sesenta es demasiado

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En abril se cumplirá el 60º aniversario del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Activistas de todo el mundo están organizando desde ahora diversas acciones para denunciar el papel que han cumplido esas instituciones en el modelo económico social y ambientalmente destructivo impuesto al mundo para favorecer los intereses de empresas radicadas en el Norte (por mayor información, visitar http://www.50years.org ).

Resulta meridianamente claro que ambas instituciones no cumplieron con su mandato declarado. El Banco Mundial afirma que "su misión es combatir la pobreza y mejorar el nivel de vida de la gente en los países en desarrollo" y que aporta "préstamos, asesoramiento en políticas, asistencia técnica y conocimiento a países de bajo y mediano ingreso para reducir la pobreza. El Banco promueve el crecimiento para generar empleos y para empoderar a la gente pobre para que pueda aprovechar esas oportunidades" (traducido de la versión en inglés de la página del Banco). Por su parte, el FMI establece que la promoción de “altos niveles de empleo” forma parte de su mandato. En realidad, lo que ambos organismos han logrado en los últimos 60 años es --entre muchas otras cosas negativas-- aumentar dramáticamente la cantidad de pobres y disminuir la cantidad de puestos de trabajo.

Es difícil encontrar un solo ámbito en el que las intervenciones del Banco Mundial y el FMI no hayan provocado empobrecimiento social y perjuicio ambiental, y en ese sentido los bosques no son de manera alguna una excepción. De hecho, ambas instituciones están en la raíz de la mayoría de los procesos de deforestación, en algunos casos financiando directamente proyectos que son causa de deforestación y en otros casos imponiendo políticas cuyo resultado final es la pérdida de bosques.

Quizás la única diferencia que haya entre la responsabilidad del Banco Mundial y del FMI en la deforestación es que, en tanto el primero presta directamente dinero para proyectos que afectarán a los bosques (como madereo, minería, represas, carreteras), el segundo --en colaboración con el primero-- impone condiciones a los gobiernos que hacen que la deforestación sea el resultado inevitable.

Lo antedicho no es ninguna novedad para los defensores de los bosques, y menos aún para el Banco Mundial, cuyo personal forestal en su gran mayoría tiene muy claro el papel que desempeña el Banco en esto. En la medida que el FMI es una institución mucho más cerrada al escrutinio público, no sabemos siquiera si admite su responsabilidad en la pérdida de bosques, en especial a través de la imposición de programas de ajuste estructural.

Tampoco es novedoso que ambas instituciones no sólo no están dispuestas a introducir cambios positivos en sus préstamos y políticas, sino que aparentan tener menor sensibilidad que antes frente a las críticas. La evaluación de la política forestal del Banco Mundial es un buen ejemplo de esto. Después de haber incumplido con la aplicación de su política forestal de 1991 --que en su momento fue percibida como un paso en la dirección correcta--, sencillamente aprobó una política menos estricta que permite al Banco seguir financiando proyectos y promoviendo políticas que provocan mayor deforestación. El impacto de los programas de ajuste estructural en los bosques ni siquiera es tomado en cuenta por el Banco Mundial o el FMI.

Con razón que mientras se estaba discutiendo la cuestión del Banco Mundial y el FMI en la reunión de estrategia sobre bosques organizada en el marco del Foro Social Mundial en Mumbai, las organizaciones allí presentes decidieron que era necesario mantener a ambas instituciones fuera de los bosques. Dicha posición fue incluida en la “Iniciativa de Mumbai sobre los Bosques” (ver http://www.wrm.org.uy/declaraciones/Mumbai.html ) y establece: “Dada la responsabilidad presente y pasada del Banco Mundial y otras instituciones financieras internacionales en la degradación socioambiental de las zonas de bosques, estas instituciones no deben tener ningún tipo de participación en la formulación de políticas y proyectos relacionados con los bosques”.

Hace diez años, numerosas ONGs lanzaron la campaña “50 años es suficiente!”, centrada en el papel negativo que han tenido ambas instituciones. Se hace necesario ahora fortalecer los esfuerzos actuales de la campaña, porque si 50 años ya era suficiente, entonces es obvio que sesenta ¡es demasiado!