Ilusiones de carbono en la Amazonía brasileña

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Recientemente, el WRM publicó el estudio “Neocolonialismo en la Amazonía: Proyectos REDD en Portel, Brasil”, sobre cuatro proyectos en el municipio de Portel, en el estado de Pará, en la Amazonía brasileña. (1) Explorando algunos aspectos del referido estudio, trataremos de señalar cómo los proyectos en curso refuerzan ciertas fantasías inherentes a la idea de comercio de carbono desde proyectos REDD (Reducción de Emisiones derivadas de la Deforestación y la Degradación de los Bosques).

La iniciativa REDD en Portel está encabezada por inversores de países industrializados y se inició en 2008 con una duración prevista hasta el 2055. Incluye cuatro proyectos que abarcan una superficie total de más de 7.000 km². Sus proponentes afirman llevar a cabo en esta área acciones que impiden la destrucción de los bosques y benefician a la población local. Como contrapartida, así que sus proyectos recibieron la certificación del organismo de certificación privado Verra, pasaron a comercializar los créditos de carbono derivados de las emisiones que supuestamente se evitaron. A pesar de encontrarse aún en sus primeras fases, la iniciativa ya hizo posible la venta de más de 23 millones de créditos de carbono (2) 'producidos' en Portel, lo que equivale a más de US$ 120 millones, según las estimaciones del estudio.

Lo que llama la atención no son las cifras en sí, sino el grado de financiarización de la naturaleza que representan los mercados de carbono. Para los inversores, se trata de una posibilidad más de generar ganancias controlando la tierra, pero esta vez a través de una mercancía abstracta, el crédito de carbono. Fíjense que a través de un proyecto REDD es posible apropiarse del bosque con un coste mucho menor y mayor discreción que con los monocultivos de soja, la ganadería extensiva o la minería, por ejemplo. Así, la capacidad de generar un considerable margen de beneficio sin que sea necesario ‘producir’ realmente una mercancía física es, al parecer, el motivo más evidente de la eufórica multiplicación de las inversiones en REDD.

Los impulsores de los proyectos REDD en Portel podrían afirmar que se trata de una iniciativa en la que todos salen ganando:
    • el proyecto contribuiría a mitigar la crisis climática al reducir las emisiones;
    • la población local estaría beneficiándose de las acciones sociales;
    • los inversores se verían recompensados económicamente por los servicios ambientales y sociales prestados.

Sobre esta última afirmación, no tenemos ninguna duda: de hecho, los proponentes de los proyectos de Portel están obteniendo un generoso rendimiento de sus inversiones. Lo que pretendemos destacar a continuación son las fantasías relativas a las dos primeras suposiciones.

Reducción de emisiones: un buen cuento

Los cuatro proyectos de Portel ponen de relieve una característica común de los proyectos REDD: contar un buen cuento es un elemento primordial para ‘producir’ y vender créditos de carbono. En el caso de Portel, conscientes de que la destrucción forestal en la Amazonía es un fenómeno real y ampliamente conocido, los promotores de los proyectos parecen haber utilizado este hecho para exagerar la estimación de deforestación en el caso de que estos no se llevaran a cabo. En los proyectos REDD es precisamente esta estimación lo que determina la cantidad de créditos que podrán comercializar los proponentes.

Portel no es una excepción. La naturaleza ficticia del ‘cuento de la deforestación’, supuestamente evitada por los proyectos REDD, se basa en parámetros ‘técnicos’ cuestionables. Uno de ellos, por ejemplo, tiene que ver con el área de referencia adoptada para estimar el avance previsto de la deforestación. Al incluir en su área de referencia la región de la Carretera Transamazónica, la estimación de deforestación en la zona se incrementa considerablemente en caso de no ser implementados. Automáticamente, se incrementa considerablemente el número previsto de créditos de carbono que se generarán y, por tanto, el Potencial de beneficios de los proyectos. (3)

Los habitantes de las áreas del proyecto con los que hablamos durante una visita a Portel en mayo de 2022 creen que la estimación de deforestación presentada por sus promotores en caso de que no se lleven a cabo los proyectos no se ajusta a la realidad de sus territorios. En este sentido, no entienden cómo los resultados presentados hasta ahora apuntan a que los proyectos ya han evitado una deforestación tan grande como para generar tantos ingresos. Al fin y al cabo, según los residentes, todo lo que han hecho, al parecer, ha sido donar fogones de leña y canastas de alimentos básicos a los habitantes, rellenar formularios y recoger firmas.  

Los dueños de los proyectos podrían sostener que todos los cálculos presentados en los proyectos se basan en metodologías científicas; que las estimaciones y los resultados son verificados por empresas consultoras externas (¡contratadas por ellos mismos!); y que el sistema está acreditado por la principal institución internacional en certificación de créditos de carbono, Verra. Sin embargo, investigadores de distintas universidades demuestran que dichas metodologías han sobrestimado sistemáticamente la capacidad de los proyectos (4) para evitar emisiones. Esos y otros errores ponen en jaque la credibilidad de Verra, sugiriendo que los sistemas de certificación de los proyectos REDD son una pieza clave en la generación de ganancias bajo la excusa de mitigar los impactos ambientales.

Los entusiastas de REDD argumentan que se trata de errores ‘técnicos’ que hay que corregir, o que se necesitan salvaguardias más eficaces. Sin embargo, la jerga y los argumentos ‘técnicos’ sólo enmascaran sus intenciones políticas subyacentes y, sobre todo, desvían la atención del problema de fondo del mecanismo REDD. Es sabido que la principal causa del calentamiento global son las emisiones generadas por la quema de combustibles fósiles. Ahora bien, si los combustibles fósiles representan una transferencia continua (¡y creciente!) de carbono retenido en el subsuelo a la atmósfera, es ilusorio creer que los ciclos naturales de la biosfera (incluida la mera no destrucción de los bosques) pueden 'compensar' sus emisiones (6). Se trata de una incoherencia estructural de la lógica de los mercados de carbono desde su creación.

También cabe mencionar que a menudo las historias que se cuentan en la documentación de los proyectos REDD consideran a la población local una amenaza para los bosques. En el caso de Portel, el simple hecho de que los proyectos mencionen las actividades de los ribereños (7) como responsables parciales de las emisiones resta peso a la responsabilidad del agronegocio y del extractivismo depredador –que son, en efecto, altamente destructivos.

¿Beneficios para la población local?

Desde el punto de vista social, la iniciativa REDD en Portel tiene dos particularidades. La primera son las acciones de beneficencia – básicamente las ya mencionadas donaciones de fogones y canastas de alimentos, además de la elaboración del Registro Ambiental Rural (CAR por sus siglas en portugués). El CAR es una autodeclaración relativa al uso del suelo exigida por la legislación brasileña. Esas acciones son emprendidas por una organización denominada “Amigos dos Ribeirinhos” [Amigos de los Ribereños], que en la documentación del proyecto se presenta reiteradamente como una entidad benéfica y sin ánimo de lucro. Sin embargo, según los documentos públicos disponibles, se trata de una empresa privada cuyo propietario es el norteamericano Michael Greene, quien, a su vez, aparece como el principal articulador de los proyectos en Portel.

La segunda particularidad es la inclusión de 1252 familias ribereñas como proponentes de uno de los proyectos REDD, junto con la ya mencionada empresa de Michael Greene. Según la documentación, estas familias habrían “firmado un acuerdo confirmando que estaban de acuerdo con el proyecto REDD de créditos de carbono”, y supuestamente estarían representadas por el presidente del Sindicato de Productores Rurales de Portel. Sin embargo, en la base de datos de Verra no hay ningún documento que acredite la firma o el consentimiento legal de las personas que figuran en la lista. Al parecer, no hubo autorización legal por parte de las familias para participar en el proyecto REDD.

Los habitantes con los que hablamos en mayo de 2022 se sorprendieron al saber que los terrenos en los que viven están incluidos en los proyectos. Nunca hubieran imaginado que sus tierras podrían generar una mercancía que desconocen, cuya venta está produciendo unos ingresos de millones de dólares que, obviamente, desconocen. Tampoco podrían haber imaginado que entre los compradores de créditos de carbono de los proyectos de Portel se encuentran algunas de las mayores empresas del mundo, como los gigantes de la aviación Boeing, Delta Airlines y Air France; Amazon (comercio electrónico); Samsung (tecnología); Repsol (petróleo), entre otras.

Reforzando el argumento del apartado anterior, de que el mecanismo REDD no reduce las emisiones, emprendimientos como el de Portel terminan por avalar los planes de expansión de varias corporaciones a las que no se le pondrá ninguna barrera frente al aumento previsto de sus emisiones. Y es que ahora pueden ‘compensar’ o ‘neutralizar’ esas emisiones comprando créditos certificados a Portel, propagandizando así su supuesta responsabilidad ambiental y social. En términos de ‘beneficios sociales’, por lo tanto, se trata de un plan perverso en el que:
    •  las personas que viven en la zona de los proyectos pierden la autonomía sobre su territorio, ya que el carbono que se absorbe ya no les pertenece, sino a las empresas contaminantes que los compran;
    • las personas que viven alrededor de los proyectos de las empresas contaminantes que compran los créditos seguirán sufriendo sus impactos directos, ya que la supuesta compensación de sus emisiones permite que dichas empresas sigan emitiendo e incluso amplíen sus emisiones;
    • los responsables de la crisis climática pueden seguir obteniendo beneficios de la quema de combustibles fósiles e intensificando la crisis climática, cuyos impactos afectan desproporcionadamente a las comunidades del Sur que dependen de los bosques y de la agricultura a pequeña escala.

Colonialismo renovado

A pesar de las particularidades de cada época, el emprendimiento REDD en Portel nos remonta a los comienzos de la colonización europea en Brasil. La diferencia es que, hoy, en vez de espejitos y adornos, los empresarios extranjeros que desembarcan en Portel seducen a la población local con fogones, canastas básicas de alimentos y ayuda para obtener el CAR –que es, de hecho, un documento exigido por la legislación brasileña, pero, más que eso, es un documento fundamental para que los proponentes implementen su proyecto REDD y se apropien de la riqueza producida en esas tierras. El producto valioso que se extrae y se comercializa en el norte global ya no es el palo Brasil, sino el crédito de carbono, una mercancía increíblemente más abstracta. Los colonizadores, antiguamente autoproclamados portadores y difusores de la civilidad, se presentan ahora como salvadores de la selva y baluartes de la mitigación de los impactos de la crisis climática –un problema creado por ellos mismos.

Eficacia y engaño

Por último, la iniciativa en Portel confirma que el mecanismo REDD puede ser bastante eficaz... para algunos: eficaz para apropiarse de tierras forestales en beneficio de intereses privados; eficaz para 'producir' una mercancía invisible en grandes cantidades; eficaz para garantizar beneficios a los inversores extranjeros; eficaz para garantizar el maquillaje verde de las grandes empresas que compran créditos de carbono. Sin embargo, en términos de capacidad para hacer frente a la crisis climática, la iniciativa de Portel no revela nada nuevo: el mecanismo REDD y los mercados de carbono siguen revelándose como una gran ilusión que, al fin y al cabo, va en dirección contraria al objetivo que justificó su creación. Mientras tanto, a las comunidades que dependen de los bosques les siguen violando, aunque ellas no lo sepan, sus derechos y poniendo en peligro su autodeterminación.

Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM)


Los hechos sobre la iniciativa REDD en Portel presentados en este breve artículo, así como otros problemas que atraviesan el caso, se pueden comprobar con mayor detalle en el informe ‘Neocolonialismo en la Amazonía: Proyectos REDD en Portel, Brasil’ del WRM.


(1) WRM, Neocolonialismo en la Amazonía: Proyectos REDD en Portel, Brasil, Noviembre 2022.
(2) El equivalente a 23 millones de toneladas de carbono que supuestamente se habrían liberado a la atmósfera en ausencia de los proyectos.
(3) Para una mejor comprensión de cómo se realizan tales estimaciones, véase la publicación del WRM “10 alertas sobre REDD para comunidades”.
(4) PNAS, Overstated carbon emission reductions from voluntary REDD+ projects in the Brazilian Amazon, 2022.
(5) The Guardian, Carbon offsets used by major airlines based on flawed system, warn experts, 2021.
(6) WRM, ¿Todos los tipos de carbono son iguales? Carbono fósil, violencia y poder.
(7) El término "ribereños" se refiere a la población tradicional que vive en las riberas de los ríos, cuyas principales actividades económicas son la pesca, la extracción de frutas y la agricultura de subsistencia.