Instituciones financieras internacionales: el negocio del “desarrollo”

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El desarrollo puede brindar --de hecho lo hace-- grandes oportunidades para las corporaciones ansiosas por aprovechar los negocios en los llamados países "en desarrollo". Las instituciones financieras internacionales (IFI) han demostrado ser instrumentos muy buenos para lograr ese objetivo, y extremadamente malos para mejorar las formas de sustento de los pueblos del Sur o para proteger el medio ambiente.

El Grupo del Banco Mundial, constituido por el Banco Mundial (BM) y la Corporación Financiera Internacional (CFI), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Asiático de Desarrollo (ADB), el Banco Africano de Desarrollo (AfDB), el Banco Europeo de Inversiones (EIB), el Fondo Monetario Internacional (FMI), y las Agencias de Crédito a la Exportación son las IFI más importantes.

¿En qué se basa su poder? La desigualdad en la distribución de votos en las IFI es determinante para ejercer el control. La representación en el directorio ejecutivo está basada en la proporción de los fondos aportados. La estructura de las IFI se basa en la ponderación del voto, donde no opera el criterio de un voto por país sino que está condicionada al monto de dinero invertido por cada país miembro. La trascendencia del voto básico que se asigna a todos los miembros ha disminuido en proporción al número de votos asignados según el poder económico de cada país. La pérdida de valor del voto básico ha inclinado la balanza del poder en favor de los países industrializados. En la medida en que este "factor de equidad" ha ido perdiendo importancia, la asignación de votos se ha aproximado cada vez más a una relación de “un dólar, un voto”.

Si bien el FMI está integrado por más de 180 países, cinco de ellos (EE.UU., Gran Bretaña, Japón, Francia, Alemania y Arabia Saudita) controlan el 44 % de los votos. EE.UU. tiene una participación de control de más de 16 por ciento del total de votos en ambas instituciones, lo que le da el poder de veto en decisiones muy importantes. En el caso del BM, los 24 países de la OCDE controlan más de dos tercios de los votos. Los directorios de los bancos regionales multilaterales como el Banco Asiático de Desarrollo (ADB) y el Banco Africano de Desarrollo (AfDB), además de seguir la misma estructura de "un voto, un dólar", son controlados principalmente por países que no pertenecen a la región, y que al integrar los bancos permiten que sus corporaciones se beneficien de las concesiones otorgadas a través de proyectos de "desarrollo". En el ADB, el país que detenta el mayor número de votos es EE.UU., seguido por Japón, Canadá y Alemania.
(http://www.bicusa.org/bicusa/issues / ADB_Voting_power_by_country2003.pdf).
En el AfDB, Nigeria lidera la lista, pero seguido de cerca por los EE.UU. y Alemania. (http://www.afdb.org/pls/portal/docs/PAGE /ADB_ADMIN_PG/DOCUMENTS / FINANCIALINFORMATION/2005-VP-ENG-MAY.PDF).

La asignación desigual de votos se ve exacerbada por el sistema de asignación de puestos en los directorios del FMI y el Banco Mundial sobre la base de un puesto por circunscripción, que les asigna un puesto a cada uno de los cinco países con mayor número de votos (EE.UU., Reino Unido, Francia, Alemania y Japón). Otros tres países (China, Rusia y Arabia Saudita) constituyen una circunscripción de un solo país, lo que les garantiza tener un puesto en los directorios. Quedan apenas 16 puestos libres, a ser compartidos por los restantes 176 países miembros.

Esta desigualdad transforma a las IFI en una herramienta a través de la cual los países del G7 (Canadá, Francia, Alemania, Japón, Italia, Reino Unido, y EE.UU.) proyectan sus objetivos económicos y de política exterior. Este pequeño grupo de países puede acordar políticas fuera de las IFI e implementarlas a través de ellas. Los países del sur deben adaptarse continuamente a las últimas modas económicas de las IFI, que a su vez son influidas por las necesidades de los países industrializados.

Las transacciones realizadas por las IFI en proyectos de (anti)desarrollo y otras actividades comerciales tienen varias consecuencias. Las transacciones han tenido y todavía tienen lugar en un campo desigual: los países ricos prestan dinero a los países empobrecidos, aumentando su ya enorme deuda externa. Cabe señalar que la deuda de muchos países creció durante períodos de dictadura militar a través de préstamos concedidos por las IFI, que apoyaron durante mucho tiempo esos regímenes dictatoriales.

Aunque muchos países derrocaron las dictaduras, sus gobiernos heredaron de todas formas esas deudas. Una vez atrapados, los países endeudados tienen que cumplir con el pago de su deuda financiera a expensas de su propia economía, desviando recursos de otras áreas, por ejemplo de programas sociales y ambientales.

Las IFI se relacionan de esta forma con el círculo vicioso de la deuda externa sobre el que se construye la dependencia. Por medio de esta dependencia, las naciones poderosas pueden imponer sus condiciones, imponiendo las políticas que deben seguir los gobiernos si quieren recibir los préstamos.

Entre las medidas que incluye la receta de políticas de las IFI están los programas de ajuste estructural (PAE) para recuperar la estabilidad macroeconómica en el corto plazo. Los PAE conllevan un paquete de políticas económicas diseñado para solucionar los desequilibrios de los países en el comercio mejorando su balanza de pagos, a través del incremento de las exportaciones y la reducción de las importaciones. Por lo tanto, los países del sur se han embarcado en la extracción intensiva de recursos naturales y en actividades de monocultivo orientadas a la exportación (los llamados productos básicos o “commodities”), también para generar las divisas necesarias para pagar la deuda externa. Otras políticas adicionales han forzado a los países a abrir sus economías nacionales a las compañías transnacionales que invierten en la explotación de los recursos naturales de los países.

Esas políticas y las inversiones de las IFI han implicado muy a menudo consecuencias ambientales y sociales negativas, porque ejercen una presión creciente e indiscriminada sobre la naturaleza. Proyectos de combustibles fósiles (como el gasoducto Bolivia-Brasil o el Proyecto de gas de Camisea en Perú), proyectos de explotación minera (como la mina Ok Tedi y la mina Lihir en Papua Nueva Guinea), represas (la represa Nam Theun 2 en Laos), el cultivo de camarones (como el proyecto que financian el BM y la CFI en Bangladesh, el Proyecto de servicios de apoyo a la industria pesquera en Indonesia, o el Proyecto de cultivo de camarones y peces en India), carreteras y plantaciones industriales (eucalipto, palma aceitera, teca, árboles de caucho, soja), por todas partes destruyen el medio ambiente y las formas de sustento locales y regionales y llevan a la deforestación y la destrucción de otras áreas biológicamente ricas.

Muy lejos de cualquier idea de "asistencia", los países del norte buscan las mejores oportunidades comerciales en todos los terrenos, incluyendo el del "desarrollo". Las experiencias a lo largo de los años muestran además -como en los casos de Camboya, Timor Oriental, Afganistán e Irak- que la etapa de reconstrucción posterior a los conflictos, guerras y desastres ha sido otro campo de operaciones para las IFI, cuyos programas de reconstrucción no contribuyen de manera significativa a la reconstrucción o la rehabilitación de la vida de los pueblos y comunidades afectados. Los gobiernos que no cumplen con sus recetas y condiciones, entran en la lista negra, es decir no reciben más inversiones ni transferencias de tecnología y a menudo ven bloqueados sus créditos para la exportación e importación.

A fin de demostrar lo rentable que son las inversiones en las IFI para los países industrializados, dejemos que el gobierno de EE.UU. hable por sí mismo (¡nos ha evitado la tarea de intentar descifrar su mensaje!): “La participación de EE.UU. en los bancos de desarrollo suministra un apoyo financiero esencial para el trabajo de las agencias de promoción de las exportaciones de EE.UU. (...) Los programas de ajuste estructural y de préstamos sectoriales de los bancos de desarrollo han sido extremadamente importantes en la promoción de sistemas de comercio más abiertos. En América Latina y el Caribe, este tipo de préstamos, junto con los programas de ajuste del Fondo Monetario Internacional, ha dado como resultado la reforma de políticas económicas fundamentales en algunos de los países más grandes. (...) Como consecuencia, estos países se están convirtiendo en mercados de exportación más grandes e importantes para EE.UU. y otros países industriales. (...) El importante papel de los BMD (bancos multilaterales para el desarrollo) en la economía internacional y los beneficios económicos que brindan a EE.UU. no son bien conocidos. (...) Desde la fundación del Banco Mundial en 1945, hemos sido su miembro contribuyente más grande e influyente. También hemos sido su mayor beneficiario en término de los contratos otorgados a empresas de EE.UU. para ayudar a los países prestatarios a ejecutar proyectos financiados a través de los bancos. Los antecedentes de EE.UU. en materia de contrataciones logradas en licitaciones a través de los bancos de desarrollo reflejan el enorme interés económico que tenemos como nación en la promoción del crecimiento económico sostenido de la economía internacional. La acción económica se desarrolla cada vez más en este terreno. Para que las cosas funcionen bien en casa, tenemos que efectuar acciones en el exterior." (“The Multilateral Development Banks: Increasing U.S. Exports and Creating U.S. Jobs”- Bancos multilaterales de desarrollo: cómo hacer crecer las exportaciones estadounidenses y crear empleo en EE.UU.", informe del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos de América, mayo de 1994).

Las IFI facilitan hoy la fuga de recursos del sur al norte, cuyos orígenes se remontan a la época colonial, cuando las potencias se apoderaron de la riqueza de sus colonias para construir el "desarrollo" del norte. La pérdida masiva de capital de los países pobres en favor de los países ricos del norte fue calculada en US$ 50 mil millones sólo para 1985. En 1990 hubo una transferencia neta de US$ 156 mil millones del "Tercer mundo" hacia el norte. Sólo de África, el flujo de fondos hacia el FMI y el BM entre 1986 y 1990 fue de US$ 4,7 mil millones, mientras que en América Latina, entre 1990 y 1998 se transfirieron más de US$ 700 mil millones sólo por concepto de pagos a bancos y multinacionales de EE.UU. y Europa. En otras palabras, como consecuencia del otorgamiento de préstamos y del requisito de repago con intereses se está produciendo un flujo inverso de recursos desde el sur hacia el norte a una escala sin precedentes.

Esto tiene lugar en el marco de un sistema de comercio injusto controlado por los países más importantes a través de la Organización Mundial del Comercio, los acuerdos de “libre comercio”, un conjunto de mecanismos comerciales y la inversión extranjera directa canalizada a través de las IFI.

En las raíces de todo este proceso está el modelo de producción excesiva, consumo excesivo y desperdicio excesivo de las sociedades industrializadas del norte, a donde se dirige la mayor parte de la producción del sur. El norte puede mantener su estilo de vida gracias a la apropiación de recursos y de mano de obra barata de los países del sur y a su destrucción ambiental, que incluye la deforestación.

Sin embargo, la resistencia se expresa de varias formas, desde las luchas locales a las campañas mundiales y las nuevas perspectivas que aportan a la construcción de otros mundos posibles que desafíen el modelo globalizador dominante.

Una de esas expresiones es el concepto de deuda ecológica. Se basa en la idea de que existe una deuda histórica, social, ambiental y cultural del norte con el sur, originada en el saqueo colonialista impune que taló los bosques para extraer minerales y plantar cultivos comerciales, se apropió de los conocimientos ancestrales, esclavizó a los pueblos del sur y produjo daños ambientales y sociales irreparables.

La deuda ecológica no solo reside en los bajos precios que se pagan por los productos de exportación provenientes del sur, que no incluyen los costos sociales y ambientales locales y globales, sino también en los servicios ambientales que proporciona la riqueza natural del sur, como sus bosques, ríos y biodiversidad, por los cuales no se paga absolutamente nada.

Al cambiar la perspectiva desde la cual se enfrenta la deuda que ha esclavizado a los países del sur, la deuda ecológica convierte a los países del norte en deudores de los países del sur, porque es tan inmensa e histórica que ha hecho insignificantes las deudas financieras que los países del sur tienen con las IFI. El sur ya ha pagado con creces su deuda.

No obstante, la desproporción destruye el concepto de compensación. ¿Cuál es el precio de casos de daño a la salud o muerte, destrucción de culturas o del ambiente? ¿Pueden ser compensados con dinero en efectivo? Varias comunidades indígenas, como los U’WA en Colombia, han rechazado la compensación económica de la compañía Occidental Petroleum para que dejen su región porque para ellos no tiene precio, es su madre tierra.

La deuda ecológica no intenta convertir la naturaleza en mercancía sino oponerse como concepto a la deuda externa, que es recusada por ilegítima, inhumana e inmoral.

Crece cada día la conciencia sobre el papel que juegan las IFI en el mantenimiento de un orden internacional injusto que afecta negativamente al medio ambiente y a los pueblos. Con este boletín nos unimos a las distintas organizaciones del norte y del sur que monitorean y ponen al descubierto las actividades de las IFI para contribuir a la justicia social y ambiental.

Artículo basado en información obtenida de: “IMF and World Bank: Instruments of Globalisation”, Alternative Information & Development Centre (AIDC),
http://www.aidc.org.za/?q=book/view/119; “Deuda ecológica y derechos económicos, sociales y culturales”, Joan Martínez-Alier, http://www.deudaecologica.org/a_alier02es.html ; Ecological debt: the desecration of life, Aurora Donoso, Acción Ecológica, http://www.accionecologica.org/descargas/alertas /deuda/pasivos%20en%20la%20mineria.doc; “Options for democratising the World Bank and the IMF”, Paul Ladd, http://www.sarpn.org.za/documents/d0000527/page3.php#footnote;