Isla de Pascua: ¿Espejo del futuro de la humanidad?

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La Isla de Pascua (Rapa Nui en lenguaje polinesio) es mundialmente famosa por sus enormes estatuas antropomórficas construidas en piedra y por los enigmas que las envuelven. Sin embargo, la mayoría de la gente no ha escuchado nada acerca de la degradación ambiental de la isla y de las consecuencias que ello tuvo sobre la sobrevivencia de su gente.

Rapa Nui fue poblada en el siglo IV D.C. y los inmigrantes polinesios encontraron allí un paraíso, con grandes bosques de palmas (pariente de la palma chilena Jubea chilensis), toromiros (Sophora toromiro) y hau hau (Triumfetta semitriloba), con una diversa flora y fauna asociadas. Hoy la palma ya no existe, habiéndose extinguido alrededor del año 1500. El toromiro -especie endémica en la isla- casi desapareció por completo y los árboles de esa especie que se están replantando en la actualidad provienen de semillas cosechadas antes que muriera el último toromiro. Finalmente, sólo restan tres hau hau en el cráter de uno de los volcanes de la isla. La mayor parte de la fauna también ha desaparecido.

Hoy la isla está dominada por especies introducidas, algunas plantadas (eucaliptos, acacias, casuarinas), otras invasivas (guayabo, melia, etc.). Existen muy pocas aves, insectos y otros organismos vivos. La biodiversidad local es muy escasa. Las razones que explican un proceso tan intenso de pérdida de biodiversidad son probablemente muy complejas, pero la causa básica fue casi seguramente el uso insustentable de los recursos, que finalmente desembocó en la degradación social y ambiental.

Cuando los holandeses se encontraron con la isla en 1722, ésta lucía desnuda de vegetación, devastada y poblada por unas 2000 personas viviendo en la más absoluta pobreza. Al no tener más árboles para construir embarcaciones, se habían convertido en prisioneros en su propia tierra. Fueron luego esclavizados y llevados lejos de la isla y hacia mediados del siglo XIX sólo sobrevivían 111.

La gente de Rapa Nui está hoy intentando restaurar las heridas sociales, culturales y ambientales que marcan su historia. Algunas de esas heridas son, sin embargo, imposibles de curar, tal como en el caso de las especies de animales y plantas que se extinguieron definitivamente.

Desde otra perspectiva, Rapa Nui es un espejo de lo que puede suceder a nuestra propia isla en el espacio -la Tierra- si no se modifican drásticamente los actuales patrones de producción y consumo adaptándolos a un uso equitativo y sustentable de los recursos. Si dicho cambio no se produce, futuras generaciones de sobrevivientes discutirán quizá sobre los enigmas que rodean a nuestros actuales rascacielos, pero probablemente no podrán disfrutar de la biodiversidad que todavía tenemos. Aún podemos elegir.

Artículo basado en información de: Malú Sierra, "Rapa Nui, un mundo aparte", Voces del Bosque 22, verano 2000.