La certificación de la cría de camarones hace peligrar los manglares

Imagen
WRM default image

La certificación se ha convertido en una herramienta perversa en manos de las grandes empresas, que la usan como “sello verde” para imponer sistemas de producción intrínsecamente dañinos y peligrosos para ecosistemas valiosos. Es lo que ocurre ahora con un sistema de gran diversidad biológica: el manglar.

Varias ONG que trabajan con las comunidades locales en los países productores de camarón y con los consumidores en los países importadores de este producto, han alertado sobre el proyecto de normas del Diálogo sobre la Acuicultura de Camarón de la organización conservacionista WWF así como sobre la deficiencia del proceso en su conjunto.

Habiendo participado en uno de los llamados “diálogos”, las ONG críticas pudieron comprobar que el panorama es aún peor: el producto final predeterminado – normas para la certificación del camarón de criadero – se obtendrá prescindiendo de la participación equitativa y participativa de las partes interesadas o usuarios de recursos. La mayoría de los asistentes a dichos “diálogos” eran representantes de la industria camaronera. Los afectados por la acuicultura de camarón brillaron por su ausencia durante los tres años que duró el proceso. Esta falta de participación de la población local hace muy cuestionable la intención de certificar la cría industrial de camarón y contradice particularmente las declaraciones del WWF, que afirma que sus normas representan a las comunidades afectadas.

Mangrove Action Project, junto con otros Objetores de Conciencia de todo el proceso de “diálogo” fallido, intentaron, sin éxito, convencer al WWF y a sus aliados a que no presentaran sus normas como “normas sociales y ambientales”, dado que se trata principalmente de criterios técnicos que, a lo sumo, correspondería llamar tan solo “las mejores prácticas de manejo”.

Además de la falta de participación de las comunidades locales en la formulación de dichas normas, lo que reprochamos al WWF es no haber intentado alertar directamente a sus numerosos miembros y al público en general que evitaran el consumo barato e insustentable de camarón. Si los consumidores de camarones de criadero simplemente redujeran su demanda, habría una disminución inmediata de la expansión de dicha industria y, por lo tanto, se contribuiría a disminuir los efectos adversos de esa industria en expansión permanente, ávida de recursos, que invade más y más terrenos aún intactos.

Por otra parte, la cría industrial de camarones es un proceso insustentable y destructor, que ninguna norma podría convertir en “más sustentable”. La industria que el WWF espera certificar utiliza un sistema de acuicultura que degrada los mismos ecosistemas y recursos de los que depende.

En los últimos 30 años, la expansión rápida y mayormente incontrolada de la industria camaronera ha provocado inmensos problemas ambientales y sociales, que sólo han sido revelados recientemente. Entre los más graves figuran la degradación y la pérdida de los recursos naturales costeros. Los problemas de contaminación, que siguen sin resolverse, continúan vaciando las aguas, otrora fecundas, de los estuarios vecinos y de las bahías costeras. Pesquerías que eran antes abundantes reciben el impacto y, por culpa de la invasión de las granjas camaroneras, desaparecen zonas de reproducción y de cría de peces.

Todo el proceso de instalación y de funcionamiento de la cría industrial de camarones perturba enormemente el delicado y complejo equilibrio de la ecología costera. Vastas franjas de manglares de valor incalculable desaparecen para hacer lugar a estanques de camarones. Las granjas reemplazan ambientes de variados recursos por monocultivos a gran escala. En todo el mundo, la cría de camarones ha destruido más de un millón de hectáreas de manglar, ¡y eso, sólo durante las dos o tres últimas décadas!

Otros hábitat costeros importantes, como las marismas, las praderas marinas y los arrecifes de coral, han sido degradados o arruinados. Del mismo modo, han quedado en barbecho campos agrícolas antes productivos y se han contaminado peligrosamente importantes cursos de agua y acuíferos subterráneos.

La cría industrial de camarones comienza por destruir los medios de vida locales y luego provoca la pérdida de empleos que siempre habían existido, porque la eliminación de los manglares y la salinización de las tierras vuelven mayormente inviables actividades tradicionales tales como la agricultura y la pesca.

Esta industria megalítica de 40 a 60 mil millones de dólares está alimentada a su vez por el gran apetito de los consumidores mal informados del Norte, un apetito astutamente creado por la industria misma, con su exitosa promoción del camarón importado barato. Sus defensores asumen que no hay más remedio que seguir produciendo camarones en el Sur, porque ya no queda otra opción; también asumen que la mejor manera de responder al creciente apetito del Norte por los frutos del mar es importar camarones del Sur. La certificación se vuelve provechosa para las empresas camaroneras, que encuentran en ella la forma de “lavar” su imagen e incluso encontrar así un nuevo mercado en los consumidores preocupados del Norte.

En una carta abierta [1] dirigida a los miembros del Comité de dirección del Diálogo sobre la Acuicultura de Camarón, dirigido por el WWF, los activistas de más de 40 organizaciones de todo el mundo denuncian la intención de dicho comité y del Consejo para la Certificación de la Acuicultura (Aquaculture Stewardship Council, ASC) de establecer normas para la certificación de la cría industrial de camarón que implicará perpetuar “los sistemas de cría de alta capacidad de producción, insustentables y destructivos, y la herencia de 400.000 hectáreas (por ahora) de estanques abandonados en los países productores”.

Los Objetores de Conciencia dicen que el Diálogo “confía demasiado en la capacidad de la industria de supervisarse y reglamentarse por sí misma. El programa de certificación depende de un sistema de auditoría que aún no ha sido puesto a prueba ni evaluado. Otros aspectos críticos del proceso requieren también un ‘acto de fe’, como lo es creer que, cuando se publiquen las normas, las prácticas previamente desastrosas comenzarán, milagrosamente, a tener el efecto contrario”.

La carta abierta, que circulará durante dos meses para recoger firmas, refleja la determinación de los activistas: “hemos decidido por unanimidad que ya no podemos apoyar las intenciones o las acciones del Comité de dirección del Diálogo sobre la Acuicultura de Camarón ni del Consejo para la Certificación de la Acuicultura referentes al establecimiento de normas para la certificación de la cría industrial de camarones”.

Alfredo Quarto, Mangrove Action Project (MAP), correo electrónico:mangroveap@olympus.net.

[1] (en inglés) http://mangroveactionproject.org/news/action-alerts/shrimp-aquaculture-dialogue-standards-create-concern-your-comments-are-needed