Laos: la guerra de EE.UU. contra la droga lleva al aumento de la pobreza

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Cuando el Secretario de Estado Colin Powell presentó los informes del Departamento de Estado sobre los derechos humanos en los distintos países correspondientes al 2003, obviamente tenía la esperanza de que el escándalo de la tortura sistemática de los prisioneros iraquíes perpetrada por las fuerzas estadounidenses nunca saliera a la luz. "El Presidente Bush considera la defensa y el fomento de los derechos humanos una vocación especial de los Estados Unidos", afirmó Powell en su discurso.

Dejando de lado la asombrosa hipocresía del régimen de Bush, el informe de EE.UU. sobre derechos humanos en Laos de 2003 es verdaderamente preocupante. El "desempeño del gobierno de Laos en materia de derechos humanos sigue siendo malo, y las violaciones a los derechos humanos continúan siendo muy graves", afirma el informe.

Durante más de una década, el gobierno de Laos ha estado instrumentando un programa para desalojar a los Pueblos Indígenas de sus hogares ancestrales en las montañas y trasladarlos a zonas de tierras bajas del país. En su informe, el Departamento de Estado de EE.UU. destaca que durante el 2003, el gobierno de Laos "aceleró esfuerzos" para reubicar agricultores de las tierras altas en zonas bajas, "de conformidad con el plan del gobierno de poner fin a la producción de opio en el 2005 y a la agricultura de tala, roza y quema en el 2010”.

El programa de reasentamiento del gobierno de Laos supone una reestructura completa de la sociedad rural en Laos. Cientos de poblados, muchos de ellos de Pueblos Indígenas, han sido trasladados desde las montañas hacia zonas bajas. En teoría, el gobierno proporciona servicios como carreteras, escuelas y atención médica a una serie de "puntos focales" en las áreas bajas y "alienta" a los pobladores a trasladarse. En realidad, los “funcionarios distritales y provinciales utilizan la persuasión y, en algunos casos, las órdenes verbales para alentar a los poblados a reubicarse, especialmente en las provincias del norte", según el informe de derechos humanos de los Estados Unidos.

Un trabajador extranjero que se desempeña en el área de desarrollo en Laos, quien solicitó permanecer en el anonimato, describe la realidad de la vida en los "puntos focales" diciendo que: “En demasiados casos las alternativas económicas para los pobladores reubicados constituyen condiciones de servidumbre moderna. Las jóvenes acaban en los burdeles y los hombres son explotados en calidad de trabajadores inmigrantes ilegales en la vecina Tailandia".

El informe de EE.UU. confirma que “el resultado fue que en algunos distritos los trabajadores reubicados se vieron expuestos a condiciones de mayor pobreza, hambre, desnutrición, susceptibilidad a enfermedades y aumento de la mortalidad".

Sin embargo, en el norte de Laos, gran parte de la reubicación se realiza con el apoyo del gobierno de EE.UU., en nombre de su "guerra contra la droga". Desde 1989, el gobierno de EE.UU. ha entregado US$ 38 millones al gobierno de Laos para actividades de control de drogas.

Muchos pobladores en el norte de Laos, entre ellos Pueblos Indígenas, producen opio como cultivo comercial. La venta de opio es con frecuencia la única fuente de ingreso para comprar alimentos y medicamentos.

Si bien Laos es el tercer productor de opio del mundo, su producción es mucho menor que la de Afganistán y Birmania, y su exportación es muy baja. Aún cuando se terminara totalmente con la producción de opio en Laos, esto no tendría impacto sobre la disponibilidad de heroína en EE.UU. o Europa. Sin embargo, la Oficina Internacional de los Estados Unidos sobre Narcóticos comentó en un informe de marzo de 2004 que la “heroína que se trafica es la razón de la preocupación internacional sobre la situación del opio y la heroína en Laos”.

La guerra contra la droga en Laos se inició en 1989 con un “proyecto de desarrollo integrado laosiano-estadounidense” en la provincia de Houa Phan en el noreste de Laos. El proyecto apuntaba a reducir el cultivo de opio e incluía la construcción de carreteras e infraestructura de irrigación, supuestamente para proporcionar formas de sustento alternativas a los productores de opio. El proyecto estuvo envuelto en acusaciones de corrupción, problemas de mala construcción de infraestructura y percibido como un enorme derroche. Una carretera construida en el marco de este proyecto debió ser reconstruida el año pasado a un costo (para los contribuyentes estadounidenses) de US$ 500.000. Algunos de los pobladores reasentados han vuelto a las tierras altas.

A pesar de los problemas, EE.UU. ha ampliado su “asistencia” anti-droga a proyectos en las provincias de Phonsaly y Luang Prabang. Otros gobiernos, entre ellos Alemania, se han unido a estas actividades con proyectos integrados de desarrollo o desintoxicación en áreas de cultivo de opio.

En un intento por cumplir con el plazo establecido para la erradicación del opio en 2005, funcionarios del ámbito provincial y distrital han comenzado a instrumentar medidas draconianas para eliminar el cultivo de opio. Han enviado al ejército, brigadas de jóvenes, grupos de estudiantes y al Sindicato de Mujeres a las áreas de cultivo de opio para cortar las plantas de amapola.

Como resultado, muchas comunidades de las tierras altas han presenciado la destrucción de su único cultivo comercial, sin recibir ayuda para buscar alternativas a la producción de opio.

El opio puede producir efectos devastadores sobre comunidades, familias y personas, especialmente cuando el uso del opio se generaliza en un poblado. Pero cuando los adictos al opio pierden la posibilidad de cultivar el producto para autoabastecerse, se ven obligados a comprar en los poblados vecinos. A menudo son tentados a comprar alternativas más baratas y peligrosas como los derivados de metanfetaminas. “Esto ha tenido consecuencias mucho más graves que las que nunca tuvo el opio para las comunidades locales y está llevando a un mayor empobrecimiento y al deterioro cultural”, afirmó el trabajador extranjero anónimo.

El programa conjunto de EE.UU. y Laos contra la droga hasta ahora no ha ayudado a reducir la cantidad de opio en Laos. En 2003, según el gobierno de EE.UU. la producción potencial de opio era de 200 toneladas, lo que significa un aumento del 11% respecto de la cifra del año anterior. La Oficina Internacional de los Estados Unidos sobre Narcóticos explica en su informe de marzo de 2004 que la erradicación de plantas de amapola en áreas accesibles está llevando a los traficantes a contratar campesinos para que cultiven amapolas en zonas más remotas.

El gobierno de Laos espera obtener más financiación para sus actividades contra la droga. Ha solicitado formalmente un préstamo de US$ 10 millones del Banco Mundial para un proyecto que sería instrumentado por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por su sigla en inglés).

A través del mecanismo de la erradicación del opio y del “desarrollo”, el gobierno de Laos, con el respaldo complaciente de EE.UU. y otros gobiernos del norte, está entregando tierras pertenecientes a los Pueblos Indígenas para su madereo, para convertirlas en plantaciones industriales de árboles, inundarlas para crear represas hidroeléctricas, excavarlas para la extracción de minerales o declararlas “protegidas” en nombre de la conservación de la naturaleza.

Con su apoyo a los programas de reasentamiento del gobierno de Laos, concluye el trabajador extranjero anónimo, la guerra del gobierno de EE.UU. contra la droga “empobrece a miles de personas, promueve el deterioro cultural y refuerza el poder de los elementos represivos en el gobierno de Laos, que ya han demostrado ser contrarios a las necesidades, derechos y sistemas de sustento de las minorías étnicas del país".

Por: Chris Lang, correo electrónico: http://chrislang.org