Las represas del Mekong caldean los ánimos en la región

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Los problemas asociados a las grandes represas hidroeléctricas no son nada nuevo en la cuenca del Mekong. Este río nace en los Himalayas tibetanos, se desliza por la provincia de Yunnan en el sur de China, pasa por una pequeña parte de Birmania, después por Laos, donde por varios kilómetros marca la frontera entre ese país y el noreste de Tailandia, y corre luego hacia el sur, atravesando Camboya hasta su delta, en Vietnam. Durante la última década, muchos lugares de esta región rica en ríos fueron gravemente impactados por las grandes represas hidroeléctricas. Las actuales propuestas de construir cientos de represas en los principales afluentes del Mekong, incluyendo doce en el curso principal de este río, provocan más que nunca una gran preocupación, así como tensiones y conflictos, en los países de la región.

Al comienzo de la redacción de este artículo, unas 2.000 personas, miembros de las comunidades locales y del Movimiento Popular por una Sociedad Justa (PMove) - Asamblea de los Pobres, volvían a sus hogares luego de un encuentro de 25 días bajo el sol ardiente de Bangkok. Se habían reunido allí para influir en las decisiones del Gabinete tailandés sobre casos de injusticia, como los proyectos de grandes dimensiones que privan a la gente de sus recursos naturales y de sus medios de vida. El PMove es el resultado de numerosos problemas crónicos, como una reforma agraria inadecuada, proyectos mineros no deseados, y la aparición de proyectos de centrales eléctricas en algunas comunidades rurales. El caso de la represa de Pak Mun es uno de ellos.

Durante las dos últimas décadas, las personas afectadas por la represa de Pak Mun, provincia de Ubon Rachathani, en el nordeste de Tailandia, se convirtieron en la vanguardia de la Asamblea de los Pobres, el movimiento popular más fuerte que ha existido en el país. En 1991, con el apoyo directo del Banco Mundial, el gobierno designado por los militares decidió construir una represa de 135 megavatios sobre el río Mun, principal afluente del Mekong. Ubicada a sólo un kilómetro del punto de confluencia del Mun y el Mekong, esta represa ha afectado a ambos ríos al cortar casi completamente la vía de migración natural de los peces. De ese modo, perjudicó directamente a más de 6.000 familias de los pueblos de pescadores ubicados a lo largo de un río que antes era fértil, y a muchas otras del nordeste del país. Desde su puesta en marcha, la represa nunca logró generar la electricidad prevista. En los últimos tiempos se ha sabido que esta primera represa sólo producía algo más de 20 megavatios. Incluso funcionando a toda marcha apenas su llegaría a colmar las necesidades de electricidad del mayor centro comercial de Tailandia, situado en Bangkok, y el resto de su producción no cubriría siquiera la mitad del consumo del segundo centro comercial.

A pesar del escaso rendimiento y de los impactos permanentes de esa represa, el Gabinete tailandés continúa negándose a seguir las recomendaciones del comité nombrado por el gobierno para estudiarlo, las cuales dicen que todas las esclusas del Pak Mun deberían permanecer constantemente abiertas. La explicación que dieron al público el gobierno y el Servicio de Generación Eléctrica de Tailandia (EGAT) es que, si se abrieran las compuertas, el caudal del Mun disminuiría rápidamente debido a la fuerte sequía que afecta al Mekong, haciendo desaparecer los beneficios de la represa.

Esta afirmación entra en conflicto con otra teoría que cuenta con la aprobación general: la verdadera razón de no dejar la represa abierta en forma permanente no es la necesidad de producir 20 megavatios de electricidad ni la preocupación por el consumo de agua, sino que eso equivaldría a reconocer que la represa es un completo fracaso. Esto sería ventajoso para quienes se oponen a las represas, pero pondría en desventaja a las autoridades que defendieron su construcción, en Tailandia y el resto de la región.

El gobierno tailandés y los de los demás países de la región no informan nunca a la sociedad sobre los cambios hidrológicos que han provocado las cuatro represas construidas río arriba, en China. El caso de la represa de Pak Mun demuestra que los gobiernos se aferran a las represas existentes y a sus planes de construir otras en los afluentes e incluso en el curso inferior del Mekong.

La serie de grandes represas en el tramo superior del Mekong, en China, comenzó con la construcción de la represa de Manwan, terminada en 1992, sin haber consultado apropiadamente a los países implicados río abajo, ni a las personas que dependen directamente del río para su subsistencia cotidiana. El porte de las represas chinas no es comparable al de la de Pak Mun, pues tienen una capacidad de producción de más de 1.000 megavatios y sus embalses contienen millones de metros cúbicos de agua. Aparte de las fuertes protestas de los pobladores del norte de Tailandia, los efectos parecen haber tomado tiempo en hacerse sentir en los países río abajo durante los años 1990. Por ejemplo, a mediados de 2000 nadie parecía conocer el impacto que tenían las represas chinas sobre el delta del Mekong en Vietnam.

Sin embargo, poco después de la terminación de la represa de Wiaowan (la cuarta de las ocho, o incluso quince, que estaba previsto construir en China en el curso superior del Mekong), todos empezaron a notar su impacto sobre el río. En abril de 2010, un representante de la embajada de China en Tailandia se presentó por primera vez ante el público tailandés, durante un foro organizado por la sociedad civil en Bangkok, para negar cualquier relación entre las represas chinas y los cambios negativos en la hidrología, la diversidad y los medios de vida en los países que atraviesa el Mekong en su curso inferior. Era un poco tarde, pues el gobierno chino ya había sido bombardeado con las críticas de las comunidades locales, las organizaciones de la sociedad civil y las agencias de noticias. En Vietnam, por ejemplo, la población, los científicos e incluso algunos órganos gubernamentales, principalmente del delta del Mekong, habían acusado a China de ser uno de los principales causantes del cambio hidrológico y manifestaron su preocupación por el impacto de las represas del Mekong sobre el delta.

A la creciente preocupación por el impacto de las represas chinas más allá de sus fronteras se sumó, a principios de 2008, el anuncio de que el primer proyecto de represa fuera de China – la represa Don Sahong, en el sur de Laos – estaba listo para comenzar. Esta represa es una de las doce propuestas para el curso inferior del Mekong: ocho en Laos, dos en la frontera de Tailandia con Laos, y dos en Camboya. Aparte de Don Sahong, ninguna de las repesas propuestas tiene menos de 800 megavatios de capacidad de generación, y la más grande llega a 3.000 megavatios. Entre las inquietudes que planteó Don Sahong, la principal se refería a su impacto potencial sobre las zonas de pesca, en un lugar que es quizás el de pesca más intensa y el mayor lugar de desove del curso inferior del Mekong. El caso de la represa Don Sahong condujo a preguntarse qué importancia atribuyen los gobiernos de la región a la pesca en el río, que satisface las necesidades de numerosas personas y contribuye considerablemente a las economías de sus países, sobre todo Camboya, donde la pesca representa el 17% del PBI.

Sin embargo, después de más de dos años de oposición por parte de numerosas organizaciones de la sociedad civil, el gobierno de Laos todavía no ha presentado el proyecto de Don Sahong al organismo regional de Procedimientos de Notificación, Consulta Previa y Acuerdo (PNPCA según el inglés), para dar a conocer a los demás países de la región su intención de construir la represa. En lugar de eso, el gobierno presentó en setiembre de 2010 el proyecto de represa de Xayabury e inició el proceso PNPCA que fuera adoptado en el marco del acuerdo de 1995 entre Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam. Según el PNPCA, los cuatro países miembros acuerdan notificar a los países vecinos y escuchar su opinión cuando proponen un proyecto para el río Mekong, incluso si se refiere al interior del propio país. No obstante, el acuerdo no puede impedir que un país construya una represa si está decidido a hacerlo. Por lo tanto, el proceso actual será decisivo para el futuro del Mekong, pues el caso de la represa de Xayabury permitirá poner a prueba el PNPCA en los demás países.

El proyecto de la Represa Xayabury recibió numerosas críticas y señales de desaprobación, que han dividido como nunca antes a los países del Mekong. La Comisión del Río Mekong (MRC según el inglés), formada en 1995 gracias a un acuerdo de los gobiernos de Camboya, Laos, Tailandia y Vietnam, tiene como principal cometido proteger el río, pero ha sido acusada de ineficiencia por muchas organizaciones de la sociedad civil al no facilitar la utilización de sus propios conocimientos como herramienta para la toma de decisiones sobre la represa. La evaluación ambiental estratégica (EAE) encargada por la MRC informa sobre graves impactos sobre las zonas de pesca, la carga de sedimentos, los humedales y zonas agrícolas, y los compara con los limitados beneficios que aportaría la producción de electricidad si se ejecutaran los doce proyectos. Según la EAE, para 2015 las doce represas sólo producirían el 11,6% de la electricidad necesaria en Tailandia, y sólo el 4% en Vietnam. La EAE termina recomendando diferir por un plazo de diez años todos los proyectos de represas en el curso inferior del Mekong. Contrariando esta recomendación, el gobierno de Laos publicó una declaración en la que dice: “Nuestra opinión sigue siendo la misma. Estamos seguros de que el proyecto hidroeléctrico de Xayabury no tendrá ningún impacto de importancia sobre el curso principal del Mekong”... y lo dice aun antes de que estén terminadas las consultas en los países vecinos, como estipula el PNPCA. Eso prueba que la MRC no ha tomado en consideración las evaluaciones de impacto detalladas, como es el caso de la EAE, de manera que influyan en las decisiones.

El último round del debate sobre la represa de Xayabury tendrá lugar a fines de este mes, cuando los miembros del comité de la MRC de los cuatro países se reúnan para opinar sobre el proyecto. La situación está caldeada y el resultado es impredecible.

Ahora que la era de las grandes represas hidroeléctricas está en pleno renacimiento, la región del Mekong necesita otros mecanismos para enfrentar las consecuencias y los desastres potenciales. La decisión sobre la represa de Xayabury, que puede marcar el fin de la vida del Mekong, no puede depender del juicio de los miembros del comité de la MRC, cuyas posiciones son aún más débiles que las de los ministros.

La tarea más urgente y crítica es lograr y hacer valer la transparencia y la participación de la sociedad en el proceso de responder a las necesidades de energía de la región del Mekong. Los promotores de represas argumentan que la electricidad y la generación de ingresos son cada vez más necesarias en dicha región, pero es esencial saber a quién y a qué estará destinada la energía, quienes sacarán provecho de ella y cómo lograrán sus objetivos. Es evidente que la mayor parte de los beneficios quedará concentrada entre los inversores privados y las grandes empresas que necesitan cada vez más energía para sus enormes industrias.

Ya es hora de que las represas hidroeléctricas de la región del Mekong sean el tema de un diálogo regional, serio y participativo, en el que figuren “las voces de la región” que representen realmente a la mayoría de la población, antes de que una crisis de recursos naturales sea lo único que el futuro nos pueda deparar.

Por Premrudee Daoroung, Towards Ecological Recovery and Regional Alliance (TERRA), e-mail: premrudee@terraper.orghttp://www.terraper.org/home.php