Somos campesinas y campesinos de Indonesia, el país que es el mayor productor de aceite de palma en el mundo. Escribimos desde la isla de Sulawesi (también conocida como islas Célebes en castellano), una región donde el gobierno y el sector privado están promoviendo programas para ampliar las plantaciones de palma aceitera con aproximadamente 1 millón de hectáreas, a través del ambicioso proyecto conocido como “Cinturón del Aceite de Palma de Sulawesi” (1). Esta iniciativa es parte de un plan nacional que prevé explotar 20 millones de hectáreas con plantaciones de palma aceitera. En nuestra zona, la Regencia de Buol, hemos vivido de primera mano los impactos negativos derivados de proyectos como este en las comunidades campesinas, los bosques y el medioambiente en general. Por este motivo, desde el año 2022 nos hemos organizado como Foro Campesino de Plasma en Buol (FPPB), una agrupación de campesinas y campesinos afectados por esquemas asociativos para la producción de aceite de palma, comprometida con la defensa de los derechos de las y los campesinos y trabajadoras y trabajadores de las plantaciones del sector económico del aceite de palma.
Empecemos por el principio. La palma aceitera no es originaria de Indonesia. Fue introducida por el gobierno colonial holandés, que luego la desarrolló extensivamente como monocultivo en régimen de plantación. Su expansión ha sido rápida y continúa hasta el día de hoy: a 2023, la superficie total de plantaciones de palma aceitera en Indonesia había alcanzado más de 16 millones de hectáreas, un área prácticamente del tamaño de Túnez. Esta vastísima superficie se implantó en un período de tiempo relativamente corto, principalmente mediante prácticas de expansión agresivas impulsadas por grandes empresas.
Muchas de nosotras, campesinas y campesinos, aún nos acordamos de la primera vez que llegó la palma aceitera a Sulawesi. En ese momento ni siquiera sabíamos cómo era el fruto o qué sabor tenía. En Buol, la empresa PT Hardaya Inti Plantations (PT HIP) fue la primera en introducir la palma aceitera en la década de 1990. Esto supuso una gran transformación que continúa afectando nuestras vidas hasta el día de hoy.
El desembarco del agronegocio en Buol estuvo marcado por la deforestación masiva. Bosques que solían ser espacios de vida y fuente de los medios de sustento de la comunidad fueron talados para dar lugar a plantaciones de palma aceitera. PT HIP obtuvo permiso para plantar 22.828 hectáreas, afectando directamente a no menos de 6500 familias campesinas. Las tierras y bosques tradicionales de estas familias les fueron arrebatados sin su consentimiento y sustituidos por monocultivos de palma aceitera.
La invasión de las plantaciones de palma aceitera no se detuvo allí. Además del área de concesión autorizada, la empresa invadió ilegalmente cerca de 5400 hectáreas de tierras que eran de propiedad campesina. Este acaparamiento de tierras se prolongó durante años sin que hubiera justicia para las comunidades. En 2012 se produjo un gran escándalo en el momento más álgido de este acaparamiento de tierras, cuando la propietaria de la empresa, Siti Hartati, fue enviada a prisión por la Comisión de Erradicación de la Corrupción (KPK) tras haber sobornado al regente de Buol. El soborno estaba asociado a la tramitación de un derecho de uso de la tierra (HGU) sobre zonas en las que la empresa ya había establecido plantaciones de palma aceitera sin contar con autorización legal.
Con el objetivo de ampliar su monopolio en nuestra región, PT HIP dio inicio en 2008 a un programa asociativo a través del programa Núcleo-Plasma. Mediante este esquema, la empresa continuó expandiendo aún más sus plantaciones. (2)
El esquema asociativo “Plasma”
El programa, conocido como Asociación Núcleo-Plasma, fue promovido por el gobierno indonesio con el apoyo del Banco Mundial. Se lo promocionó como un camino hacia la prosperidad colectiva, y la empresa prometió muchas cosas: los campesinos recibirían parcelas Plasma, obtendrían una parte justa de las ganancias y se librarían de las garras de la pobreza. Pero tras toda esta retórica había un plan de la empresa para reforzar su control sobre nuestras tierras.
En teoría, el programa parecía prometedor. El nombre “Plasma” se tomó del modelo de una célula biológica: el núcleo es la empresa, mientras que el plasma representa a las cooperativas de campesinos a su alrededor, que supuestamente trabajan conjuntamente en una relación de beneficio mutuo. Conforme a lo estipulado, el programa Plasma exige incluso a las empresas establecer plantaciones para las comunidades locales en al menos 20% del total de las áreas de concesión obtenidas. En otras palabras, las empresas deben supuestamente asignar parte de su concesión a agricultores de pequeña escala, que a su vez administran parcelas de palma aceitera. Las empresas también deben proporcionar supuestamente apoyo técnico y garantizar la compra de las cosechas de los agricultores.
Sin embargo, la realidad en nuestra región terminó siendo muy diferente. En lugar de compartir las tierras del área de concesión que ya controlaban, PT HIP usó el esquema Plasma como herramienta para reforzar su control sobre las tierras de la población de Buol. Las parcelas Plasma no salieron de la concesión de la empresa, sino de las tierras de los propios campesinos. En otras palabras, un programa que supuestamente estaba diseñado para mejorar el bienestar de la comunidad se convirtió en una herramienta de dominio empresarial y usurpación de tierras.
En ese momento, como propietarios de las tierras, se nos invitó a sumarnos al programa Plasma. Las promesas de la empresa sonaban muy convincentes, y muchos de nosotros nos vimos tentados a participar. Prometieron prosperidad y la oportunidad de que nuestras hijas e hijos fueran a la secundaria e incluso a la universidad. Pero hasta ahora, ninguna de estas promesas se ha cumplido. Muchas de nuestras familias han hecho grandes sacrificios, pero nuestros derechos siguen sin ser reconocidos.
Desde que nos asociamos con PT HIP, no se ha proporcionado capacitación ni asistencia técnica sobre cómo cultivar, mantener o manejar la palma aceitera. A la empresa sólo le preocupa extraer la mayor cantidad de ganancias posible, mientras que quienes perdimos nuestras tierras nos quedamos sin conocimientos ni garantías. Prometieron una y otra vez un sistema de participación en las ganancias, pero hemos vivido lo opuesto: la prosperidad nunca llegó. Recién nos dimos cuenta de las verdaderas consecuencias de nuestra decisión cuando ya era demasiado tarde.
Lo que hemos visto es que en la práctica, la Asociación Núcleo-Plasma de plantaciones de palma aceitera en realidad perjudica a los propietarios de las tierras. El programa se ha transformado en un acaparamiento de tierras encubierto: las cooperativas y asociaciones camuflan mecanismos que funcionan como una trampa de endeudamiento para el campesinado. En nuestra región, el programa asociativo del aceite de palma ha sido profundamente explotador y abusivo, y en él han participado no sólo empresas de aceite de palma de gran escala, sino también funcionarios del gobierno y dirigentes cooperativistas corruptos. Esto ha convertido en víctimas a unos 4934 campesinos y campesinas organizados en siete cooperativas, con un total de más de 6746 hectáreas de tierra.
Todos los ingresos de las plantaciones son gestionados directamente por PT HIP junto con los administradores de las cooperativas, pero las y los propietarios de las tierra muy pocas veces reciben información clara y adecuada sobre el desarrollo de las plantaciones, su mantenimiento, la cosecha o la venta de racimos de fruta fresca (FFB). En otras palabras, a nosotros como propietarios de las tierras no se nos ha tratado como socios en igualdad de condiciones, sino como invitados indeseados en nuestras propias tierras.
Durante casi 17 años, vimos los camiones saliendo de nuestras tierras cargados de cientos de toneladas de cosecha. Los frutos de la palma aceitera provenientes de nuestros suelos se vendían y exportaban a gigantescas empresas mundiales como Nestlé, Hershey`s, Cargill, General Mills, PepsiCo, Danone, Unilever y muchas otras. Sin embargo, como legítimos propietarios de las tierras, nunca recibimos una parte justa de las ganancias derivadas de estas plantaciones. Por el contrario, fuimos arrastrados a un endeudamiento cada vez mayor, con acusaciones y demandas que se acumulan sobre nuestras espaldas, en lugar de compartir las ganancias con nosotros. De hecho, actualmente estamos sumidos en deudas. Pero no por no haber trabajado, sino porque el esquema asociativo estaba diseñado desde el principio para beneficiar a la empresa en lugar que para garantizar el bienestar del campesinado.
PT HIP afirma desde 2020 que las y los campesinos de siete cooperativas agrícolas de Buol deben cerca de $590 mil millones de rupias (aproximadamente $37 millones de dólares estadounidenses). Según la empresa, esta deuda procede de préstamos bancarios que se usaron supuestamente para dar inicio a la asociación, junto con cargos excesivos que impusieron de forma arbitraria y que no estaban contemplados en el contrato: tarifas de gestión, gastos generales, costos de mantenimiento y varios otros gravámenes ocultos.
Nos preguntamos: ¿de dónde salió esta deuda? Nunca recibimos ninguno de los supuestos beneficios de este arreglo. La cosecha ha continuado; de nuestras tierras salen camiones cargados del fruto de la palma, pero nunca hemos visto nada de las ganancias. En su lugar, la deuda se sigue acumulando y nunca se la explica ni justifica. Siempre que le preguntamos a la empresa, su única respuesta es: “Esa deuda es de ustedes”. No hay transparencia.
Este programa ha dejado a nuestras tierras en riesgo de ser confiscadas por la fuerza. La débil supervisión gubernamental de las asociaciones de aceite de palma ha sumido a los campesinos en un círculo vicioso de deudas asfixiante. Los administradores de las cooperativas agravan aún más la situación ya que no son transparentes y a menudo actúan en contra de los intereses legítimos de los propietarios de las tierras.
Como resultado, esta asociación ha dejado a las y los propietarios de las tierras sin los medios de sustento que solían obtener de sus propias tierras. Mucha gente se ha visto obligada a trabajar como mano de obra agrícola en las tierras que antes les pertenecían. Bastantes personas se han visto obligadas a aceptar empleos informales, sin garantías de seguridad en el lugar de trabajo, y ni siquiera los derechos más básicos.
Estos trabajos no se hacen por elección, sino por necesidad. Con salarios muy bajos y condiciones de trabajo peligrosas, muchas familias ahora viven en condiciones que distan mucho de la prosperidad que la empresa prometió en un principio. Algunas se han visto obligadas a dejar sus aldeas para buscar trabajo en otros lugares. Debido a eso, muchas mujeres fueron abandonadas por sus esposos y ahora soportan una doble carga: cuidar a sus familias y luchar a la vez día a día por su sustento.
Más allá de los impactos sociales y económicos, la presencia de plantaciones de palma aceitera a gran escala también ha provocado cambios devastadores en nuestro medioambiente y cultura tradicional. No sólo enfrentamos el riesgo de la pobreza, sino también la destrucción de los ecosistemas que sostienen nuestras vidas.
Antes de la llegada de la palma aceitera, cultivábamos una gran variedad de alimentos, como arroz, batatas, maíz y diversas legumbres. Éramos autosuficientes y nuestras vidas eran relativamente prósperas. Sin embargo, desde que se inició el programa del aceite de palma, estos cultivos alimentarios diversos fueron arrasados y sustituidos por monocultivos de palma aceitera. Con la deforestación, los bosques que solían absorber el agua de lluvia han desaparecido. Los impactos son severos: aunque llueva sólo media hora, nuestros arrozales se inundan inmediatamente. Con frecuencia perdemos las cosechas, lo que implica que tenemos que volver a sembrar varias veces simplemente para mantener la producción.
Estos daños no han afectado solamente a la agricultura, sino también al ecosistema de los bosques. La fauna endémica que solía ser parte de nuestra vida diaria ahora es cada vez más difícil de encontrar. El búfalo de bosque (anoa) y el cálao de Sulawesi, que antes se veían con facilidad, están a punto de desaparecer porque sus hábitats fueron reemplazados por vastas plantaciones de palma aceitera.
Reconociendo la magnitud de las pérdidas, en 2022 establecimos el Foro Campesino de Plasma en Buol (FPPB). Este foro sirve como plataforma colectiva para compartir información, recopilar documentos esenciales, expresar nuestras preocupaciones y defender los derechos de las y los propietarios de tierras que se han visto perjudicados durante más de una década por estas prácticas asociativas injustas.
Movimiento de resistencia
Lo que nos queda como campesinado es la valiosa lección que aprendimos de esta amarga experiencia, y la determinación de continuar con nuestra lucha. Para el Foro Campesino de Plasma en Buol (FPPB), la lucha central y más difícil es recuperar las tierras de las y los campesinos que han quedado atrapados en el nefasto esquema asociativo. Reafirmamos que estas tierras deben devolverse a sus legítimos propietarios y propietarias, no intercambiarse ni comerciarse como medio para resolver conflictos. Creemos que, mediante la lucha colectiva, este objetivo es alcanzable, paso a paso.
Además, también estamos luchando por mejorar el sistema de asociación para que las ganancias procedentes de la producción de aceite de palma se distribuyan de manera justa y transparente a las y los campesinos propietarios de las tierras. Exigimos que se nos indemnice por las pérdidas sufridas durante el período de asociación, incluidos los 17 años en los que no se nos ha dado participación en las ganancias, así como indemnización por los cultivos secundarios y el arroz de nuestras fincas que fueron destruidos y reemplazados por palma aceitera sin nuestro consentimiento previo.
En los últimos años hemos emprendido diversas iniciativas en base a la organización, haciendo trabajo de incidencia y realizando campañas. Hemos logrado avances importantes, como en 2024 cuando la Comisión de Supervisión de la Competencia Empresarial (KPPU) de la República de Indonesia dictaminó que PT Hardaya Inti Plantations (HIP) había violado los principios de la asociación en el trato con las cooperativas campesinas. Este dictamen reafirmó la evidencia de la injusticia de la que hace tiempo venimos hablando. Además, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (Komnas HAM) emitió una opinión consultiva oficial en la que afirma que se cometieron violaciones de derechos humanos contra las y los campesinos que luchaban por sus derechos sobre esas tierras. Todas estas conclusiones confirman que nuestra lucha no se basa en acusaciones falsas, sino en una realidad documentada que es reconocida por instituciones estatales.
Sin embargo, nuestra lucha nunca ha estado exenta de presiones y duras reacciones por parte de la empresa (3)(4). PT HIP ha recurrido una y otra vez a la violencia excesiva para debilitar los reclamos de las y los agricultores. Los propietarios y propietarias de las tierras han exigido negociaciones justas y transparentes, pero la empresa nunca se mostró dispuesta a satisfacer estas demandas. Entre tanto, agentes de la policía y del ejército se han desplegado continuamente para reprimir las protestas pacíficas de las y los agricultores en las plantaciones de pequeños productores. Durante las protestas y huelgas a lo largo de 2024 y 2025, un total de 27 familias campesinas fueron criminalizadas, incluidas mujeres, niñas y niños. Actualmente, tres campesinos están afrontando procesos judiciales ante los tribunales y la policía, y brindarles apoyo y acompañamiento es ahora uno de los focos de atención del FPPB.
Las mujeres son quienes más se ven afectadas por los impactos negativos de la expansión de los monocultivos de palma aceitera en Buol. Muchas mujeres se han visto obligadas a sostener la doble carga de cuidar a sus familias y manejar las tierras por sí solas, porque sus esposos fueron encarcelados debido a la criminalización o han migrado a otras zonas en busca de trabajo. Esta situación agrava aún más la vulnerabilidad de las mujeres y la niñez de nuestra comunidad.
Teniendo en cuenta todos estos impactos, rechazamos enérgicamente el plan del Cinturón del Aceite de Palma de Sulawesi. Estamos convencidas y convencidos de que la expansión a gran escala de los monocultivos de palma aceitera sólo agravará las crisis social, económica y ambiental que vivimos desde hace décadas. Puede que este proyecto beneficie a unos pocos elegidos, pero claramente no beneficia al campesinado, propietarios de tierras y ni a la población de Buol.
Volver a las raíces ancestrales
Las amenazas contra nuestras vidas son reales, desde la presión económica hasta la criminalización, pero nada de esto nos ha disuadido de nuestra lucha para sobrevivir. Por el contrario, en medio de estas presiones, procuramos retomar nuestras raíces culturales y nuestras tradiciones agrícolas ancestrales que fueron socavadas por la expansión destructiva de las plantaciones de palma aceitera de gran escala que rodean nuestra aldea.
Nuestro principal objetivo es organizar al campesinado, aparceros y trabajadores de las plantaciones, con énfasis en la reafirmación del papel de las mujeres en el desarrollo de las aldeas y promoviendo prácticas agrícolas de producción sustentable de alimentos sin plaguicidas. Llevamos adelante estas prácticas a través del método tradicional Mopalus, un sistema de intercambio de trabajo entre agricultores que desde hace mucho tiempo ha sido la base de la solidaridad en nuestra comunidad.
La agricultura sin plaguicidas no es sólo una técnica agrícola; es una forma de resistencia contra la expansión de la palma aceitera y los monopolios empresariales de tierras, que han destruido los sistemas de riego, amenazado nuestras fuentes de agua limpia y usurpado nuestras tierras mediante esquemas asociativos. Es así que estamos trabajando para reconstruir la soberanía alimentaria y proporcionar alimentos saludables arraigados en la cultura local y la sustentabilidad ambiental.
Además, estamos comprometidos con la preservación de los bosques restantes como barreras protectoras de las fuentes de agua limpia para nuestras aldeas. Los bosques son nuestro último bastión contra el agravamiento de las sequías e inundaciones de los años recientes, debido a la deforestación a gran escala provocada por las plantaciones de palma aceitera y la minería.
El mensaje
Nuestro mensaje a todas las comunidades es este, dondequiera que se encuentren: si una empresa quiere instalarse en su zona y anuncia que quiere asociarse con ustedes, no acepten. No repitan lo que estamos viviendo ahora. Tenemos que ser autosuficientes, manejar nuestras propias tierras y evitar depender de socios externos. Lo que necesitamos como campesinas y campesinos es apoyo del gobierno y el Estado. En primer lugar, necesitamos tierras para trabajar y poder sostener nuestras vidas. En segundo lugar, necesitamos que el gobierno proporcione capital para que podamos cultivar la tierra.
En cuanto a la lucha, tenemos que permanecer unidas y unidos; no podemos dar marcha atrás en la defensa de nuestros derechos. Tenemos que seguir avanzando. Aquí en nuestra región, a pesar de las amenazas, seguimos avanzando y luchando hasta que nos devuelvan nuestras tierras. Hay esperanza. Ese es nuestro mensaje para todas y todos nuestros amigos.
Finalmente, solicitamos apoyo de todas partes, especialmente en el extranjero, ya que muchos países también son productores y consumidores de productos derivados del aceite de palma. Esperamos que todas las partes implicadas nos ayuden a encarar los problemas de la Asociación Núcleo-Plasma en la Regencia de Buol, Sulawesi Central, Indonesia, y garanticen que HIP respete y cumpla con los derechos de las y los campesinos propietarios de tierras.
Texto escrito por integrantes del Foro Campesino de Plasma en Buol (FPPB)
Referencias
(1) Mongabay, 2024. Indonesia palm oil lobby pushes 1 million hectares of new Sulawesi plantations
(2) GRAIN, 2014. La larga lucha de los campesinos contra el acaparamiento de tierras en Indonesia para plantaciones de palma aceitera
(3) Mongabay, 2024. Indonesian palm oil firm clashes with villagers it allegedly shortchanged
(4) Documental Watchdo, 2025. Buol Bertahan di Tanah Harapan (video)