Malasia: las condiciones de las trabajadoras en las plantaciones de palma aceitera

Imagen
WRM default image

En Malasia, las trabajadoras de las plantaciones fueron dejadas de lado por los planes del gobierno para erradicar la pobreza y mejorar la situación de la mujer. Los avances realizados hasta la fecha en el empoderamiento de la mujer han sido desiguales. Las trabajadoras de las plantaciones siguen rezagadas, ya que no pueden liberarse del círculo vicioso de la pobreza en el que se encuentran.

La industria de las plantaciones es una parte fundamental del desarrollo del país. Malasia es líder mundial en la producción de aceite de palma y de caucho natural, y su cultivo es una importante actividad agrícola del país. Aparte de los minifundistas (cuyo sustento depende de estas materias primas), también existen trabajadores asalariados empleados por las empresas de las plantaciones. Se calcula que en 2005 trabajaban 1.268.500 personas en el sector de la agricultura y la pesca, que incluye a los trabajadores agrícolas, de las plantaciones y forestales. Grandes segmentos de la población dedicada a los sectores de la agricultura y las plantaciones son pobres.

En años recientes, la Asociación de Consumidores de Penang (CAP, por sus siglas en inglés) ha trabajado con los trabajadores de las plantaciones de aceite de palma y caucho en la península. Nos dedicamos a los temas de salud y seguridad en el trabajo, la lucha por mejores salarios, necesidades básicas como la vivienda, la salud y el saneamiento, y demás problemas sociales como la violencia doméstica y el abuso del alcohol. En el ámbito de la salud y la seguridad en el trabajo, la principal preocupación es el uso de herbicidas sumamente peligrosos como el paraquat, de muy reciente prohibición en Malasia.

En la actualidad las mujeres comprenden casi la mitad de la mano de obra de las plantaciones donde se fumigan diversos herbicidas como parte integral del trabajo en las mismas. El motivo por el cual las empresas de las plantaciones emplean mujeres para fumigar los herbicidas se debe a que hay muchas mujeres disponibles porque no pueden encontrar otros empleos. También se las considera trabajadoras tímidas, dóciles y obedientes, ya que no cuestionan a sus superiores y son fáciles de manipular.
La mayoría de las mujeres de las plantaciones nacieron y se criaron en ellas, al igual que sus padres y abuelos. El entorno de la plantación es poco propicio para alcanzar una buena educación o adquirir la capacitación fundamental que requieren sectores más especializados de la economía. Los estudios muestran que las mujeres de las familias pobres y rurales adquieren un grado menor de enseñanza. Este hecho, sumado a la pobreza imperante, coloca a las mujeres de las plantaciones en una posición muy vulnerable.

La falta de enseñanza y la exclusión social disminuyen las oportunidades de las mujeres y limitan sus posibilidades para acceder a empleos en los sectores industriales y de servicios. Como la mayoría de las empresas proporcionan viviendas a sus trabajadores, este es otro incentivo para que las mujeres sigan residiendo en las plantaciones.

En 2004 CAP realizó un estudio de 11 plantaciones de aceite de palma en los estados septentrionales del país. El estudio se concentró en las mujeres fumigadoras de herbicidas, sus condiciones de trabajo y el consiguiente impacto para su salud.

El trabajo en una plantación de aceite de palma es agotador y peligroso. Las fumigadoras de herbicidas deben cargar con un bidón de 18 litros de herbicida y realizar de 14 a 16 rondas de fumigación por día. En algunas plantaciones también se fumiga en tractores, y los bidones de herbicida se colocan a ambos lados del tractor. Dos mujeres llevan las bombas y fumigan a medida que se desplaza el tractor.
En ambos casos, las fumigadoras quedan inmersas en la fina niebla de los herbicidas. Rara vez se aplican las medidas de seguridad recomendadas. El uso de máscaras, guantes y botas protectoras es poco práctico debido al tórrido y húmedo clima tropical. La falta de conciencia generalizada sobre los peligros de los herbicidas, la inhalación y la absorción por la piel son las principales causas de casos de envenenamiento laboral entre las mujeres fumigadoras.

La dirección de las plantaciones decide cuáles pesticidas o herbicidas se utilizan, así como la frecuencia de su aplicación. La mayoría de las trabajadoras entrevistadas ni siquiera sabía cuáles herbicidas utilizaban, y otras solo los identificaban por su color u olor. Las mujeres cumplían las instrucciones de sus supervisores relativas a las proporciones y la mezcla de los herbicidas. La mayoría de las mujeres ni siquiera sabía acerca de la toxicidad de los químicos y los peligros a los que estaban expuestas.

La única protección que utilizan son botas de seguridad y ocasionalmente un pañuelo o toalla para cubrirse la boca y la nariz. Las mujeres se quejan de que la gerencia se muestra poco dispuesta a reemplazar el equipo protector personal y que les exigen que muestren el equipo dañado. Aun así, sólo sustituyen el equipo periódicamente. La mayoría de las mujeres debe adquirir sus propias botas de seguridad ya que no consiguen que los patrones les reemplacen las botas rotas. Otras ni siquiera reemplazan las botas ya que no tienen los medios para hacerlo.

Las mujeres trabajan seis días por semana de manera rotativa, y reciben sueldos de servidumbre a cambio de su labor. Para ganarse el sueldo de la semana con frecuencia tienen que trabajar largas horas bajo el sol abrasador. Asimismo, el temor a perder el empleo las hace soportar condiciones ingratas, como comentarios ofensivos y presiones indebidas, y en ocasiones son sometidas a acoso sexual.
Las trabajadoras reciben un salario entre MYR 15 y MYR 18 (USD 3,95 y USD 4,75) por día. Cada fumigadora de herbicidas gana entre MYR 350 y 450 (USD 92 y 118) por mes. Algunas empresas de plantaciones otorgan MYR 2 (aproximadamente USD 0,50) adicionales por día a las fumigadoras de herbicidas. Esto indica claramente el peligro de la fumigación de herbicidas comparada con otras tareas. En algunas plantaciones se les descuentan de los salarios las cuentas de electricidad y agua.
El estudio concluyó que, con frecuencia, las fumigadoras no gozan de buena salud. Padecen males agudos y crónicos derivados de su trabajo. La mayoría de las plantaciones cuentan con instalaciones médicas para sus trabajadores, aunque gran parte del tiempo estas instalaciones son insuficientes e ineficaces. Si las mujeres padecen enfermedades graves que el paramédico de la plantación no puede tratar, deben visitar a un médico en la ciudad más próxima. La mala salud afecta directamente a la productividad, por lo cual muchas enfermedades no se declaran.

Otra revelación inquietante es que, dado que no se les brinda equipo protector, las trabajadoras que son empleadas bajo contrato trabajan en peores condiciones y deben manipular herbicidas más potentes y dañinos y carecen de cobertura médica.

¿Por qué se quedan las mujeres en las plantaciones a pesar de la pobreza que padecen y de su exposición a los venenos? En la década de 1980 muchas plantaciones reemplazaron los árboles de caucho con palma aceitera porque rendían más económicamente. En consecuencia, las trabajadoras de las plantaciones que eran experimentadas extractoras de caucho perdieron su fuente de sustento. Algunas mujeres habían extraído caucho durante toda su vida, y quedaron en una difícil situación laboral. Con el fin de no ser expulsadas de la plantación, no tuvieron otra opción que aceptar cualquier empleo que les ofreciera la gerencia. Por lo tanto, se convirtieron en fumigadoras de herbicidas, aunque esta no fue su opción laboral.

A medida que los precios del aceite de palma suban en los próximos años, cabe esperar que la producción malasia también aumente, ya que es uno de los principales cultivos del país. Esta situación intensificará la participación de las mujeres en este sector. Las mujeres tendrán cada vez más dificultades para escapar al círculo vicioso de la pobreza y su salud, cada vez más afectada, será el precio que deberán pagar.

Es difícil salir de una situación de pobreza. La educación es uno de los medios por los cuales las familias de las plantaciones pueden escapar de ella. Por esta razón, es necesario que se realicen intervenciones políticas y programáticas para asistir y motivar a los hijos de los trabajadores de las plantaciones a continuar su educación.

Extractado de: “Pobreza y veneno para las trabajadoras en plantaciones”, por Mageswari Sangaralingam, Consumers’ Association of Penang ,