Nuestras expectativas para la COP6 de la Convención sobre Cambio Climático

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La Sexta Conferencia de las Partes de la Convención sobre Cambio Climático tendrá lugar en La Haya, Holanda, en noviembre próximo. La mayoría de la opinión pública, cada vez más preocupada por los efectos actuales y futuros del cambio climático, puede esperar como algo obvio que sus respectivos gobiernos tengan el tino de emprender acciones constructivas para resolver el problema. Para quienes hemos estado participando de este proceso internacional, sin embargo, las expectativas son algo diferentes.

El hecho es que la Convención está tomando aparentemente un rumbo equivocado y muchos de los que participan parecen estar contentos con esto. En realidad, se ha convertido en una negociación donde la mayor preocupación reside en cuánto dinero cada país piensa que podría ahorrar o conseguir en el corto plazo, en lugar de en encontrar reales soluciones a un verdadero problema.

¿Cortar o no cortar las emisiones? Por sorprendente que parezca, ésta no parece ser la pregunta. Para todos resulta claro que disminuir las emisiones constituye una necesidad. No obstante, la mayor parte de los países emisores y los productores de petróleo están tratando de encontrar la forma de evitar hacer lo que ellos saben que tienen que hacer, diciéndose a si mismos que de alguna manera esto los ayudará a ahorrar dinero.

La expectativa de conseguir dinero a corto plazo es también un factor cada vez más importante para muchas delegaciones del Sur. Hace tres años, antes de la reunión de Kioto en 1997, un negociador sobre cambio climático de un país africano le dijo enojado a un representante de un país del Norte: "¡Nuestros países no son inodoros para sus emisiones!" Sin embargo hoy en día muchos países del Sur están en realidad, ofreciéndose como "inodoros" para ganar unos pocos dólares, arrendando o vendiendo la tierra y los bosques de sus países para que actúen como supuestos sumideros de carbono de las emisiones que los países del Norte seguirán liberando a la atmósfera. Raramente se menciona que este curioso sistema de "alcantarillado" no habrá de funcionar y que el cambio climático está teniendo serios y cada vez mayores efectos sobre sus pueblos, ecosistemas y economías.

Lo que resulta de esto es que la actual ronda de negociaciones sobre el clima está centrada en los sumideros de carbono y no en la reducción de las emisiones de carbono, los derechos igualitarios a la atmósfera y la adopción de energías renovables, limpias y de bajo impacto, que es de lo que se debería estar hablando.

Los delegados gubernamentales, hechizados por falsos cálculos económicos, como era de esperarse, están respaldados por el mundo de los negocios. La Convención sobre el clima tiene la peculiaridad de contar con una serie de activos participantes que hacen lobby bajo el nombre de "ONGs empresariales". Créase o no, es éste el cartel que hay a la entrada del salón donde se reúnen. Entre otras, la "comunidad empresarial" de la energía nuclear participa activamente en las conversaciones, procurando vender su energía "limpia" para salvar el Planeta. De manera más inesperada, incluso algunas ONGs parecen haber entrado en el juego de los sumideros, deseosas de recibir dinero proveniente de la conservación y rehabilitación de los bosques para almacenar carbono.

Como aspecto positivo, hay una gran cantidad de ONGs y organizaciones de pueblos indígenas intentando hacer que los gobiernos cambien de rumbo en La Haya. Esto podría efectivamente suceder si la gente en todos los países del mundo ejerciera la suficiente presión sobre sus gobiernos y los delegados a la conferencia. Ello significa hacer que la gente sea consciente de lo que está pasando, organizando la presión sobre los gobiernos y ejerciéndola también en La Haya. Sin esta presión, resulta demasiado claro cuál será el resultado de la conferencia de noviembre.