Papel, por todos lados papel…

Imagen
WRM default image

El papel es un material que la mayoría de las personas da por descontado en los países industrializados. Millones de árboles son derribados, molidos y transformados en papel, el cual es impreso y luego desechado sin haber sido siquiera leído. ¿Por qué tratamos con gran respeto al algodón, el lino y otras telas fabricadas a partir de fibras vegetales – las lavamos cuidadosamente y hasta las remendamos cuando se desgarran – y sin embargo tiramos a la basura hojas de papel apenas usadas, que provienen de los árboles, los organismos vivos más viejos del planeta?

Parte de la explicación es que la mayoría del papel con que nos cruzamos nos es dado gratuitamente, a menudo sin siquiera pedirlo. Nuestro consumo de papel es casi siempre un efecto secundario de la compra de otras mercancías que realmente queremos tener: revistas, diarios y libros son fuentes de información, el empaque evita que los artículos que deseamos se ensucien o aplasten, etc. Comparativamente, es muy poco el papel que consumimos como resultado de comprar directamente productos de papel; los cuadernos y el papel higiénico son la excepción más que la regla. El correo basura, los catálogos y los periódicos gratuitos nos llevan a percibir el papel como un material de escaso o ningún valor; nadie regalaría 4 millones de periódicos gratuitos por día, solamente en Londres, si el material valiera algo, ¿o sí?

El escaso valor del papel va unido a la idea de que se trata de un producto natural, seguro y bastante inofensivo. Pero, aunque no sea exactamente uranio, las grandes cantidades de este producto lo transforman en un serio problema social y ambiental. El consumo de papel se ha cuadruplicado en las últimas cuatro décadas y su producción utiliza casi la mitad de la madera industrial del planeta, más agua que ningún otro producto industrial y tanta energía por tonelada como el acero. Cada tonelada de papel requiere 98 toneladas de otros recursos para su fabricación, y es el mayor generador de desechos de la mayoría de los países consumidores. Por lo tanto, utilizar menos papel es un buen punto de partida para reducir nuestro impacto sobre el planeta.

La industria mundial de la celulosa y el papel funciona gracias al dinero de quienes compran sus productos, y la mayoría estamos en los países de gran consumo del Norte; así pues, nuestro poder de compra es una palanca importante para lograr un cambio sistémico en esta industria. Al reducirse la demanda de sus productos, disminuiría el flujo de dinero que alimenta su expansión en los países del Sur. Lograr una reducción de la demanda de papel en Europa ayudaría al menos a compensar el crecimiento probable de la demanda en otras partes del mundo. Si un quinto de la población mundial que actualmente utiliza la mayor parte del papel redujera su consumo a la mitad, dejaría mucho espacio para que las personas que actualmente utilizan muy poco papel pudieran aumentar su consumo, sin necesidad de expandir la capacidad de producción mundial.

Es fácil identificar formas para reducir el uso de papel. El nuevo sitio web www.shrinkpaper.org invita a las personas a asumir el compromiso de adoptar algunas de sus variadas sugerencias, que van desde utilizar un pañuelo de algodón hasta adoptar un sistema de archivo electrónico. Las organizaciones y empresas también pueden ahorrar papel fácilmente. Algunas ya han dado algunos pasos en la dirección correcta – después de todo, pueden ahorrar dinero reduciendo sus costos de papel y gastos asociados (impresión, correo, almacenaje, etc.). Muchas empresas descubrieron que pueden reducir el uso de papel en un 30% o más introduciendo simples cambios en sus prácticas administrativas.

Entonces, si es tan fácil, ¿por qué la reducción del consumo de papel no está desde hace años en el centro de la agenda de todas las campañas por los bosques? Hay una resistencia a hacer campaña para reducir el consumo de papel, que a veces se expresa en términos de “no querer dar la impresión de que el papel es peor que otros materiales como el plástico” o “no querer que la gente se sienta culpable por su estilo de vida” o “preocupada por parecer que se opone al desarrollo”. Como resultado de esto, muchas campañas parecen insinuar que lo que realmente importa es usar papel fabricado a partir de fibras obtenidas de un modo más sostenible, sin importar qué cantidad se use. En realidad, ambas cosas importan, tanto el origen de la fibra como la cantidad.

Una pregunta clave es: ¿por qué continúa aumentando el consumo de papel? Algunos sugieren que la raíz está en la inseguridad cultural: como no confiamos en los demás, necesitamos cada vez más papeleo, burocracia y rastros en papel; nuestro miedo a la contaminación provoca el exceso de embalaje; nuestra preocupación por las enfermedades lleva al uso exagerado de papel para mantener la higiene; nuestra débil identidad cultural nos hace susceptibles a la publicidad de marcas. Si es así, tal vez promover el ahorro de papel podría tener efectos culturales beneficiosos.

Gracias al debate sobre el cambio climático mundial, por primera vez en mi vida, y posiblemente desde el comienzo de la revolución industrial, se puede conversar amigablemente sobre cómo utilizar menos de algo – menos energía – sin ser acusado de ir contra el progreso. Esto crea una gran oportunidad para promover una filosofía que vea la disminución como algo bueno, el racionamiento como una virtud y el “menos” como un concepto positivo. Espero que abogando por el ahorro de papel se pueda contribuir en algo a lograr un cambio cultural, donde la eficiencia se valore más que el crecimiento y donde la gente adquiera el hábito de pensar que usar menos cosas es una buena idea.

Por Mandy Haggith, correo electrónico: hag@worldforests.org. Su libro Paper Trails: from trees to trash, the true cost of paper, será publicado por Virgin Books el 3 de julio de 2008.