República Democrática del Congo: después de la guerra, la lucha por el bosque

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Después de décadas de régimen despótico encabezado por Mobutu Sese Seko, la República Democrática del Congo (RDC, antes Zaire) cayó en una “guerra civil” que segó la vida de aproximadamente 3,5 millones de personas. La carnicería masiva que reinó en el país ha disminuído aunque muchos creen que solo temporalmente. La guerra fue alimentada, al menos en parte, por la competencia por el control de los recursos naturales.

Los pueblos del bosque como los “pigmeos” Twa del este de la RDC, han sufrido impactos traumáticos durante el conflicto. Además del tratamiento brutal –incluidos casos de canibalismo y denuncia de “genocidio”– a manos de una facción u otra, los "pigmeos" también han sufrido el agotamiento de los recursos de alimentos silvestres del bosque, como resultado de la explotación que han hecho de éstos los ejércitos, milicias y los millones de refugiados en huída del conflicto.

Con el establecimiento del gobierno de transición en 2003, la comunidad internacional se ha movilizado rápidamente para reconstruir la economía del país; los bosques son considerados una fuente potencial de ingresos rápidos desde el exterior.

Los bosques de la RDC cubren una superficie de 1,3 millones de kilómetros cuadrados, más del doble del tamaño de Francia. Según estimaciones del Banco Mundial, unos 35 millones de personas (cerca del 70% de la población nacional) viven o dependen en alguna medida de los bosques del país. La mayoría son agricultores bantúes, muchos de los cuales todavía practican el modo de cultivo de rotación tradicional o la “jardinería de bosque”, un número menor son “pigmeos” mbuti, twa y otros, cazadores y recolectores.

Hasta la fecha, ha sido relativamente pequeña la porción del bosque explotada industrialmente, aunque unas pocas compañías (mayoritariamente extranjeras) han tenido acceso a grandes áreas para el madereo, como el grupo alemán Danzer, que ha tenido concesiones de madereo que abarcan 2,4 millones de hectáreas. En algunas áreas, el bosque se ha convertido en tierra de cultivo, principalmente con fines de subsistencia y, en las zonas que rodean las principales ciudades, también la recolección de leña ha contribuido a la pérdida de la cubierta boscosa. Sin embargo, en comparación con otras partes del África Occidental y Central, los niveles de deforestación se han mantenido bajos. Bajo la guía de la comunidad internacional, esto podría estar a punto de cambiar.

En agosto de 2002, el gobierno interino (no electo) de la RDC adoptó un nuevo Código de Bosques. El Código establece el “marco” básico para la política de bosques del gobierno de la RDC, como por ejemplo, que el gobierno sigue reafirmando la propiedad estatal sobre todas las áreas de bosque. El desarrollo y la adopción del Código fueron apoyados financieramente por el Banco Mundial y modelados en gran parte a imagen de la Ley de Bosques que el Banco desarrolló para Camerún en 1994. Posteriormente, tanto el Banco como la FAO han iniciado proyectos para “zonificar” los bosques de la RDC, lo que conllevara en última instancia a parcelar toda el área boscosa del país en zonas de madereo, conservación y otros usos.

El Banco Mundial ha dado algunos pasos positivos para reformar la industria maderera en la RDC, por ejemplo, ejerciendo presión para que el gobierno cancelara ciertos contratos de tala existentes y revocara los 6 millones de hectáreas de concesiones asignadas ilegalmente.

Sin embargo, documentos internos del Banco obtenidos por la Rainforest Foundation revelan que la intención última del Banco es la expansión masiva de la industria maderera del país. Se prevé la multiplicación de 60 a 100 veces de la producción maderera, hasta alcanzar entre un valor aproximado de 6 a 10 millones de metros cúbicos de madera por año, poniéndose a disposición de “los interesados” una superficie de unos 60 millones de hectáreas (algo mayor que el territorio de Francia). Los documentos del Banco hablan de la “creación de un clima favorable para el madereo industrial”.

El “desarrollo” propuesto para los bosques de la RDC, y la forma en que éste se está llevando a cabo, presenta una serie de peligros graves.

Primeramente, el Banco Mundial y la FAO no han tomado en cuenta la gran inestabilidad de la situación política del país, ni las profundas debilidades del gobierno. Las autoridades en Kinshasa, la capital, todavía son incapaces de ejercer ningún control significativo sobre las actividades de las compañías madereras.

Segundo, el enfoque del Banco Mundial sobre el desarrollo de los bosques de la RDC, se basa aparentemente en la hipótesis de que la expansión del madereo industrial traerá necesariamente beneficios económicos a los pobres (la población de la RDC medida en términos de ingreso promedio per cápita es la más pobre del mundo). Sin embargo, hay muy poca evidencia a favor de la validez de esta hipótesis. Por el contrario, la evidencia de países como Camerún, es que las comunidades que habitan los bosques – a menudo los más pobres de los pobres- se empobrecen aún más, al permitírsele a la industria maderera destruir los recursos de los que dependen para su subsistencia, incluida agricultura de bosque en pequeña escala, las fuentes de agua dulce, la caza de pequeños animales silvestres, los frutos y aceites, y los remedios naturales. El desarrollo de una industria maderera de gran escala en la RDC podría, por tanto, tener graves impactos negativos sobre millones de personas pobres.

Tercero, el enfoque que está adoptando el Banco también parece basarse en no reconocer que, como en cualquier otro lugar de África, las comunidades que han estado presentes durante cientos o incluso miles de años, reclaman grandes áreas de los bosques del Congo en el marco de sus “derechos tradicionales”. La experiencia de países como Camerún ha sido que el no reconocimiento adecuado de los derechos y reclamos de las poblaciones locales en la “re-zonificación” de las áreas boscosas y la asignación de concesiones para el madereo, puede resultar en serios, persistentes y violentos conflictos sociales.

El 2 de diciembre de 2003, la Rainforest Foundation escribió una carta detallada al Banco Mundial, pidiendo aclaraciones sobre su participación en los temas forestales en la RDC, y manifestando las preocupaciones que señalamos más arriba. Al momento de escribir este artículo -exactamente un año después- todavía no hemos recibido ninguna respuesta sustancial.

Durante este tiempo, se ha hecho evidente que el Banco está bajo la fuerte presión de las compañías madereras –especialmente, quizás, por parte de intereses franceses y alemanes, que podrían ser quienes obtuvieran las mayores ganancias de una “revitalización” de la industria maderera congolesa. Si bien el Banco ha enfatizado su preocupación porque el desarrollo de los bosques de la RDC beneficie a quienes viven allí, no ha hecho nada por traducir esta preocupación en hechos. Por el contrario, ha seguido creyendo con total ingenuidad que, aún en medio de un estado prácticamente de guerra civil, con un gobierno que en gran medida solo lo es de nombre y que sirve mayormente a los intereses personales creados, con instituciones financieras conocidas por ser absolutamente corruptas, y con funciones básicas de gobierno todavía frágiles -en el mejor de los casos- se podría establecer una industria maderera ambientalmente aceptable, socialmente responsable y económicamente beneficiosa.

Pocos observadores creen que esto sea algo más que un dogma ideológico respaldado por oficiales de bajo rango del Banco desesperados por ascender, a los que en última instancia no se podrá hacer responsables por sus acciones.

En noviembre de 2004, una alianza única de ONGs internacionales, que incluye a Rainforest Foundation, Greenpeace, WWF, Wildlife Conservation Society (WCS), Conservation International y African Wildlife Foundation, emitió una declaración conjunta llamando a establecer una moratoria sobre cualquier nuevo contrato de tala en la RDC hasta que se sostengan ciertas condiciones estrictas. Estas condiciones incluyen que el reconocimiento del “consentimiento libre, previo e informado” de las poblaciones locales sea condición para cualquier cambio en el uso de los bosques durante el nuevo proceso de zonificación.

A fines de 2004, los bosques de la República Democrática del Congo siguen siendo los bosques húmedos relativamente imperturbados más grandes del planeta. La comunidad internacional tiene una oportunidad trascendental de explorar e implementar nuevos enfoques, en vez de los que ya han fracasado penosamente en otras partes del mundo. Como prioridad inmediata, Rainforest Foundation cree que la comunidad internacional, especialmente el Banco Mundial, debe asegurar que se sostenga en forma estricta la moratoria existente sobre nuevas talas en el Congo.

Por: Simon Counsell, Rainforest Foundation, Reino Unido http://www.rainforestfoundationuk.org