En muchas provincias de Mozambique, las comunidades rurales viven momentos de gran inseguridad y sufrimiento después de perder sus tierras a causa de los grandes proyectos de monocultivo de eucaliptos. Uno de los casos más emblemáticos es el de las comunidades afectadas por Portucel Mozambique, que desde 2009 tiene una concesión de 356.000 hectáreas para el cultivo de eucalipto en las provincias de Zambézia y Manica. (1) Ante la pérdida de tierras y el empeoramiento de sus condiciones de vida, las comunidades de los distritos de Ile, Mulevala y Namarroi alzan la voz para exigir la devolución de sus tierras.
En septiembre de 2025, los miembros de estas comunidades se reunieron para compartir sus experiencias de resistencia frente a los monocultivos. También participaron representantes de comunidades del distrito de Lugela (afectadas por las plantaciones de Mozambique Holdings), y de las provincias de Nampula (afectadas por las plantaciones de Green Resources) y Manica (afectadas por las plantaciones de Portucel). En muchas de las comunidades representadas, predomina un sentimiento de indignación y la determinación de impedir que se vuelvan a plantar monocultivos en sus tierras. (2)
Pérdida de las tierras tradicionales y la dignidad
Para miles de familias del centro y el norte de Mozambique, la tierra representa más que un espacio físico: significa vida, cultura, identidad y supervivencia. Con la llegada de Portucel, una empresa del grupo portugués de papel y celulosa The Navigator Company, en los últimos 15 años muchos han perdido el acceso a las machambas (campos agrícolas), las zonas de pastoreo, los bosques y las fuentes de agua. Hoy en día, estas familias luchan incluso por garantizar una sola comida al día, ya que sin tierra no hay agricultura y, por lo tanto, no hay alimentos ni ingresos.
Como relató una campesina de la comunidad de Pareie afectada por las plantaciones de eucalipto: “Antes cosechábamos maíz, frijoles, yuca. Ahora ni siquiera tenemos espacio para sembrar. La estamos pasando muy mal”.
Hombres, mujeres y jóvenes afirmaron estar cansados de vivir “rodeados de eucaliptos”, sin tener espacio para sus actividades tradicionales de subsistencia, como la agricultura familiar, la caza, la recolección y el pastoreo. Desde que Portucel inició sus operaciones en la región bajo la promesa de promover “inversiones forestales sostenibles”, miles de hectáreas de tierras comunitarias se han convertido en plantaciones de eucalipto, lo que, según las poblaciones locales, ha provocado un creciente empobrecimiento de las familias, así como degradación ambiental, escasez de agua y pérdida de identidad cultural.
Los monocultivos no solo representan una amenaza ambiental, sino que constituyen un proyecto de violencia territorial y de borrado cultural al imponer una nueva forma de relación con la tierra y cambiar radicalmente la vida de las personas, que pasan a vivir rodeadas de una única especie de planta. La resistencia de las comunidades es un grito por justicia, por un modelo de desarrollo que respete la dignidad humana, los conocimientos tradicionales y el derecho a la tierra.
"No estamos en contra del desarrollo. Estamos en contra de un modelo de desarrollo que excluye a las comunidades, nos roba nuestro futuro y destruye nuestra tierra", afirmó José Manuel, líder comunitario en Namarroi.
Promesas vacías y desarrollo inexistente
Los representantes de la empresa, junto con las autoridades locales, convencieron a las comunidades a ceder sus tierras con la promesa de construir escuelas, crear puestos de trabajo, establecer centros de salud y promover el desarrollo local. Sin embargo, la mayoría de esas promesas nunca se materializaron.
Las pocas oportunidades de empleo en la preparación del terreno, la plantación y la tala de árboles son precarias y temporales, y no compensan la pérdida de sus tierras. Mientras tanto, las comunidades se vuelven cada vez menos autónomas económicamente y tienen cada vez menos capacidad para decidir su futuro. El sentimiento que esto genera, junto con la desigualdad abismo entre lo que se prometió y lo que luego ocurrió aumenta la indignación y la sensación de injusticia.
Además, ¿qué sentido tiene un desarrollo que destina la tierra a producir “riquezas” para unas pocas familias en otro continente, a costa de socavar la capacidad del pueblo para producir sus propios alimentos? ¿Desarrollo para qué y para quién? Las machambas quizá no encajen en la imagen convencional de desarrollo que tienen los gobiernos y las empresas, pero la riqueza que generan (los alimentos) se destina al pueblo, aunque no figure en las cuentas de los gobiernos y administradores.
Sed, hambre y falta de recursos
Las plantaciones de eucalipto a gran escala, al consumir gran cantidad de agua, han reducido la disponibilidad de este recurso para las comunidades. (4) El caudal de ríos y pozos ha disminuido drásticamente e incluso algunos se han secado. Las mujeres, encargadas de buscar agua tienen que caminar largas distancias todos los días, a menudo con sus hijos a la espalda. Además, la falta de acceso a la tierra ha provocado una crisis alimentaria silenciosa: niños desnutridos, aumento de las enfermedades y dependencia de la ayuda exterior. En definitiva, la vida ha empeorado.
“Nuestras machambas desaparecieron. Ya no tenemos espacio para cultivar yuca, maíz o frijoles. La empresa dijo que traería desarrollo, pero solo trajo árboles que no sirven para comer”, se lamentó Maria André, campesina de la localidad de Mugulama-Pareie, en el distrito de Ile.
Voces silenciadas y derechos ignorados
Algunas de las consultas comunitarias realizadas antes de la instalación del proyecto de Portucel se llevaron a cabo de forma inadecuada, con prisas, manipulaciones y poca información clara y accesible. Muchos líderes comunitarios se vieron presionados a firmar documentos sin comprender con claridad sus consecuencias. Hoy, las comunidades sienten que sus derechos han sido vulnerados.
Como subraya un miembro de la comunidad de Mutaliua: “No se consultó debidamente a las comunidades. Hubo manipulación, falta de transparencia y ausencia de consentimiento libre, previo e informado, tal como exige la ley”.
Recuperar las tierras
Ante esta situación, las comunidades reunidas tienen una reivindicación concreta: queremos recuperar nuestras tierras. No queremos seguir sufriendo. La tierra es nuestra herencia, es donde enterramos a nuestros antepasados. Sin ella, no tenemos futuro.
Este reclamo es un grito de socorro. Las comunidades exigen que el gobierno y las autoridades locales reconozcan el error e inicien un proceso de restitución de tierras o de una compensación justa, con la participación directa de las poblaciones afectadas.
Algunas comunidades han decidido que, a medida que se coseche el eucalipto, volverán a plantar alimentos en las tierras usurpadas por la empresa.
Qué exigen las comunidades
Estas comunidades exigen lo siguiente: que se detenga la expansión de las plantaciones de eucalipto en áreas de uso comunitario; la devolución inmediata las tierras concedidas a Portucel al margen de la Constitución; y que se apoye la recuperación de las tierras degradadas junto con la promoción de medios de vida sostenibles.
La situación en las zonas ocupadas por Portucel Mozambique revela una crisis de derechos humanos y justicia social. Las comunidades viven hoy en una situación de extrema vulnerabilidad, mientras que sus tierras sirven a intereses que no les aportan ningún beneficio real. La devolución de las tierras a las comunidades no es solo una cuestión económica, sino de dignidad, justicia y supervivencia. Es urgente que se escuche este reclamo y se adopten soluciones concretas. El verdadero desarrollo solo es posible con la participación de las comunidades, respetándolas y garantizando su derecho a la tierra.
Missão Tabita, Justiça Ambiental y WRM
Referencias:
(1) Más información sobre el impacto de las plantaciones de Portucel, aquí.
(2) Más información sobre el intercambio de experiencias entre las comunidades [en portugués]
(3) Como lo expuso Missão Tabita en su artículo Portucel en Mozambique: la realidad tras el discurso de las “plantaciones sustentables’’, publicado en el 2020
(4) WRM, 2020. ¿Qué hay de malo en plantar árboles?