Swazilandia: plantaciones de árboles a gran escala no son la excepción a la regla

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El estudio de caso “Swaziland: The myth of sustainable timber plantations” (Swazilandia: El mito de las plantaciones sustentables de árboles), realizado por Wally Menne y Ricardo Carrere, procura develar el mito en torno a las “plantaciones sustentables” de Swazilandia y mostrar que las plantaciones en gran escala de monocultivos de árboles en este país tienen consecuencias negativas similares a las de otros países, y no son una excepción a la regla.

Antes de que se implementaran las plantaciones de árboles en gran escala en Swazilandia, la superficie que ahora ocupan correspondía a praderas, salpicadas de retazos de bosques perennes que crecían en lugares húmedos y protegidos. El pueblo swazi obtenía todo lo que necesitaba para sobrevivir de los cultivos y los animales de pastoreo, la caza y los recursos naturales de los bosques y las praderas.

Las cosas comenzaron a cambiar en la década de 1870, cuando los europeos se instalaron en Swazilandia y, por distintos medios, obtuvieron el derecho a residir en extensas zonas del país. La guerra anglo-bóer se desató en 1899 y en 1902 Gran Bretaña tomó el control de Swazilandia. El país permaneció bajo el dominio colonial británico hasta septiembre de 1968, cuando Swazilandia conquistó su independencia.

Muchas de las plantaciones de árboles se establecieron durante el dominio colonial, pero su existencia ininterrumpida es hoy un medio para "congelar" la injusta distribución de la tierra ordenada por los gobernantes imperiales británicos. En la actualidad, las plantaciones industriales de árboles abarcan una superficie total estimada en casi 135.000 hectáreas (8% de la superficie total de la tierra). Lo que es peor, ocupan las tierras con el potencial más productivo, a costa de otros usos agrícolas de la tierra. La mayoría de las plantaciones (78%) está compuesta de pinos, pero una zona importante se plantó con eucaliptos (20%) y una superficie menor con acacias (2%). Adicionalmente, existen aproximadamente 25.000 hectáreas de los llamados “bosques de acacias”, que son zonas invadidas por acacias exóticas (Plan de Acción Ambiental de Swazilandia, 1997).

Queda claro que no todos los problemas de Swazilandia se pueden atribuir a las plantaciones industriales de árboles. Pero más de 50 años de desarrollo de la industria celulósica-papelera no han generado beneficios para la mayoría de la población de Swazilandia. En cambio, han agravado su situación.

El impacto más evidente es la destrucción de la vegetación natural cuando las plantaciones a gran escala se instalaron por primera vez, pero también se identificó como problema la fragmentación de las praderas del Alto Veld, con consecuencias negativas para la conservación de la biodiversidad.

Las plantaciones de árboles tuvieron un impacto directo en la tierra causando erosión, agotamiento de los nutrientes, cambios en la estructura de los suelos y acidificación, los que aún no han sido estudiados en Swazilandia. También en cuanto al agua: algunas de las zonas cubiertas por plantaciones industriales de árboles en Swazilandia ya carecen de agua. Los monocultivos consumen más agua de la suministrada por las precipitaciones naturales de lluvia en la zona que ocupan, e incluso absorben más agua de los acuíferos y arroyos circundantes. El grado del impacto de las plantaciones sobre los recursos hídricos tuvo graves consecuencias para los habitantes que dependen del agua de los arroyos y los ríos que corren por la zona de captación del Alto Veld. Algunas personas, nacidas en la zona antes de que llegaran las plantaciones, recuerdan saltos de agua y profundos arroyos que ya no existen más.

Las consecuencias indirectas de las plantaciones se relacionan con la apropiación de las mejores tierras por parte de las empresas forestales. En un país donde la mayoría de sus habitantes no tienen tierra, aproximadamente 120.000 hectáreas de las tierras más productivas (la región occidental del Alto Veld) las ocupan plantaciones de árboles propiedad de empresas extranjeras. En consecuencia, la agricultura y la cría de ganado tradicionales fueron desplazadas a zonas más áridas y escarpadas, donde suelos poco profundos poseen mayor potencial de erosión y menos capacidad de retención de agua y nutrientes. Ahora, una cantidad relativamente mayor de personas debe subsistir con lo que obtiene de una superficie más pequeña de tierras menos fértiles y productivas. Estos factores desencadenan otras consecuencias, como inundaciones más severas, erosión de los suelos, agotamiento de los nutrientes de la tierra, y sedimentación de arroyos y bañados, lo que da lugar a la escasez de alimentos e impactos negativos sobre la salud.

Hoy en día, dos plantas de celulosa y papel de Sudáfrica controlan la mayoría de las plantaciones industriales de árboles de Swazilandia. Mondi es propietaria de 30.000 hectáreas de eucaliptos y pinos en el norte del país, mientras Sappi arrienda 70.000 hectáreas de tierra forestada en el oeste de Swazilandia. Mondi exporta su madera de eucaliptos a su planta de celulosa en Richards Bay, Sudáfrica, a 400 kilómetros de distancia. El pino se destina a aserraderos locales. Sappi es propietaria de una fábrica de celulosa que produce 220.000 toneladas de pulpa cada año, en su mayoría exportada al sudeste de Asia.

Los empleos que ofrece la industria maderera suelen ser de mayor riesgo que los empleos agrícolas convencionales, ya que los trabajadores corren riesgo de accidentes y de quedar expuestos a productos químicos tóxicos y maquinaria peligrosa en las plantas de celulosa y los aserraderos. La tendencia reciente a la tercerización como medio de aumentar el lucro y reducir el riesgo de medidas de fuerza sindicales dio como resultado salarios aún más exiguos y peores condiciones laborales.

Con frecuencia, las comunidades se quejan por la contaminación del aire y el agua que causan las plantas de celulosa. Aunque los niveles de contaminación producidos por los aserraderos no son tan evidentes, el efecto acumulado en una determinada zona por el uso de conservantes tóxicos de la madera puede ser considerable. La disposición de materiales de desecho en arroyos cercanos parece ser una práctica común que puede tener consecuencias negativas para los organismos acuáticos y las comunidades humanas.

Todas las especies de árboles utilizadas habitualmente en las plantaciones son sumamente invasoras. Durante muchos años la industria maderera permitió que sus árboles (acacias, pinos y eucaliptos) se extendieran por cursos de agua, bañados y zonas escarpadas inaccesibles. Esto provoca el desplazamiento de especies naturales, más que nada por la sombra y la sofocación, y la destrucción del hábitat por los impactos continuos como la deshidratación de los arroyos y las zonas de bañados.

Las plantaciones de árboles en gran escala de Swazilandia generaron graves consecuencias para los habitantes y el ambiente, tanto en el presente como en el pasado. Resulta difícil comprender cómo el Forest Stewardship Council certificó a dos de ellas: Mondi (20.000 hectáreas) y Shiselweni Forestry Company (17.000 hectáreas). Su mandato estipula que “el Forest Stewardship Council (FSC) debe fomentar una gestión de los bosques del mundo que sea ambientalmente adecuada, socialmente beneficiosa y económicamente viable”. Aparte de que estas plantaciones evidentemente no son bosques, las conclusiones de la investigación revelan que no son ambientalmente adecuadas ni socialmente beneficiosas y que su viabilidad económica depende de la externalización de los costos sociales y ambientales.

Las plantaciones en gran escala de monocultivos de árboles de Swazilandia tienen impactos negativos similares a los de otros países y no son la excepción a la regla.

Extraído y adaptado de: “Swaziland: The myth of sustainable timber plantations”, Wally Menne y Ricardo Carrere, WRM, marzo de 2007, http://www.wrm.org.uy/countries/Swaziland/Book_Swaziland.pdf (sólo en inglés)