Indonesia: un “milagro” económico depredador

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Los bosques de Indonesia se extienden a lo largo de 120 millones de hectáreas. Si bien por lo menos entre dos y tres millones de familias de pueblos indígenas viven en o alrededor de los bosques y muchos de los 220 millones de habitantes del país dependen directa o indirectamente de los bosques para ganarse la vida, la tónica del gobierno ha sido considerar a los bosques como tierras “vacías”. Las compañías madereras y plantadoras son responsables de las altas tasas de deforestación que afectan al país (1.000.000 de hectáreas por año según el Banco Mundial, pero 2.400.000 de acuerdo con ONGs indonesias). Las actividades depredadoras de estas compañías son una muestra clara de que el “milagro” económico de Indonesia ha sido obtenido gracias a la explotación desconsiderada de los recursos naturales y al uso de mano de obra barata.

Durante los últimos 20 años la tala de la selva y, vinculada a ésta, las plantaciones industriales –para pulpa, compensado y aceite de palma- han estado aumentando en Sumatra, Kalimantan, Sulawesi, las Molucas y Papua Occidental. El conjunto de las industrias de la madera, la pulpa y el aceite de palma ha estado estrechamente relacionado con la situación política imperante en el país. El anterior Presidente Suharto, su familia y los militares controlaban la economía y obtenían pingües beneficios de ella.

De acuerdo con el Esquema de Plantaciones Industriales (HTI), se supone que las compañías establecen plantaciones de árboles en áreas forestales degradadas. Sin embargo, lo que realmente sucede es que, una vez que consiguen la concesión respectiva, éstas talan la selva, extraen de ella la madera de valor, prenden fuego al resto y luego plantan el área con acacias, eucaliptos o pinos, en régimen de monocultivo. Recientemente el propio gobierno acusó a varias compañías madereras y plantadoras por los destructivos incendios que asolaron a los bosques de Indonesia en el correr del presente año. La actual crisis en el Sudeste asiático ha hecho decrecer la demanda internacional de madera rolliza, compensado, pulpa y minerales producidos en Indonesia. Pero en el largo plazo la crisis económica puede empujar a más y más personas a convertirse en migrantes espontáneos, que se han de reubicar en otras islas y posiblemente establecer plantaciones de bosques en los nuevos predios para suplementar sus magros ingresos.

En la década de 1990 ha habido un boom en la creación de plantaciones de palma aceitera, puesto que Indonesia se propone reemplazar a Malasia como primer productor de aceite de palma en el Sudeste asiático para el siglo XXI. Las plantaciones de palma de propiedad privada están dominadas por grandes compañías. La crisis económica está llevando a pequeños propietarios transmigrantes a establecer plantaciones de palma aceitera, esperando así recibir los beneficios del sistema de contratos de plantación (PIR-trans System)

El caso de Indonesia muestra que el tan publicitado mito de que las plantaciones colaboran en aliviar las presiones sobre los bosques nativos y por lo tanto, sirven para preservarlos, es totalmente falso. Por el contrario, ellas constituyen uno de los principales factores de su destrucción. En realidad los bosques son cortados e incendiados para ser sustituídos por plantaciones para pulpa o de palma aceitera. Desde el punto de vista ambiental, la creciente sustitución de bosques por plantaciones trae consigo una pérdida de la biodiversidad, en este caso acompañada de la contaminación atmosférica provocada por el espeso humo originado en los incendios de la selva. En cuanto al aspecto social, las plantaciones están destruyendo la base material de vida de los pueblos indígenas y de las comunidades que dependen de los bosques, usurpándoles la tierra y minando sus medios de vida, que provienen de la biodiversidad forestal. Además, para muchas otras personas en Indonesia, la selva siempre ha sido un valioso recurso de supervivencia en tiempos de crisis. En la situación actual -en la cual mucha gente está sufriendo a causa de una crisis de la que no es responsable- buena parte de los bosques originales han sido destruídos, muchos de los cuales para dar lugar a monocultivos forestales y no son ya capaces de suministrar prácticamente nada a la gente en cuanto a productos útiles para la supervivencia.

Los cambios ocurridos en mayo de 1998, que llevaron a la renuncia de Suharto, podrían significar el inicio de un período de reformas. Los pueblos indígenas y las comunidades locales se oponen abiertamente a las plantaciones. Una alianza de ONGs formada recientemente, por su parte, está reclamando el cese de las plantaciones y la realización de una revisión acerca de los impactos sociales y ambientales de los proyectos en curso,así como de las concesiones ya otorgadas. Sin embargo, conviene tener en cuenta que el problema de las plantaciones industriales es parte de una cuestión más amplia, como lo es la reforma agraria. Esta cuestión puede posiblemente ser discutida en un futuro próximo, por lo que es de esperar que el tema de las plantaciones sea analizado desde esa perspectiva más abarcativa.