Introducción

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Este artículo forma parte de la publicación "15 años de REDD:

Un mecanismo intrínsecamente corrupto"

 

Desde que se presentó en 2007, la Reducción de Emisiones derivadas de la Deforestación y la Degradación de los Bosques (REDD) se ha convertido en la política forestal dominante en todo el mundo, con impactos en las comunidades que dependen de los bosques, en particular en países con bosques tropicales.

La experiencia de los últimos 15 años ha revelado una crónica abrumadora del fracaso catastrófico de REDD en cuanto a resolver la deforestación y la degradación de los bosques, y peor aún: también intensificó la crisis climática y dejó intactas las causas de la deforestación. De hecho, REDD se ha convertido en una causa subyacente de la deforestación y del propio cambio climático.

Esto no debería causar sorpresa: la lógica que subyace en el centro de este mecanismo es corrupta. Permite que los principales responsables de la contaminación y la deforestación continúen con sus negocios y los expandan amparados en la legalidad. Es una lógica que permite a las empresas, los gobiernos y las élites contaminantes negar que la extracción de combustibles fósiles está en la raíz de la crisis climática, mientras engaña a innumerables personas haciéndoles creer que los problemas se están resolviendo y que nada tiene que cambiar realmente. Es una lógica basada en la opresión colonial, racista y patriarcal, que culpa de la destrucción a quienes han mantenido y protegido los bosques y otros espacios de vida durante generaciones, que los avergüenza por mantener sus prácticas, medios de vida y creencias ancestrales, y que les niega el acceso a sus territorios.

Durante 15 años, REDD ha ayudado a ocultar los delitos de los proyectos de compensación de carbono a través de una contabilidad ‘creativa’ del carbono, de propaganda ‘verde’ y de compromisos climáticos interminables formulados por empresas y gobiernos, basados en promesas engañosas y falsas.

A los Pueblos Indígenas y otras comunidades que viven dentro y alrededor de los proyectos REDD se les ha negado sistemáticamente el acceso a sus bosques ancestrales. Han visto sus comunidades y cultivos destruidos o los han desalojado. Se les ha prohibido continuar con sus formas de vida y se les ha impedido continuar con sus actividades agrícolas, pesqueras o de caza. Se han plantado árboles en sistema de monocultivo a escala industrial en tierras de las que las comunidades dependían para su supervivencia, y en tierras que consideran sagradas –lugares de entierro y lugares de rituales. Numerosos proyectos REDD despliegan guardias, fuerzas militares o de seguridad para proteger el carbono almacenado en los árboles, convertido en mercancía, lo que genera más violencia y miedo, especialmente para las mujeres y las niñas. Numerosos proyectos REDD también utilizan tácticas de coerción y manipulación para obtener la tierra, destruyendo el entramado social y creando conflictos dentro de las comunidades.

Gracias a REDD, las empresas de combustibles fósiles y el complejo industrial y financiero que de ellas depende han podido seguir devastando, deforestando y contaminando cada vez más territorios y espacios de vida. Han podido hacerlo con impunidad. Para ellos, REDD no es un fracaso catastrófico.

Numerosas comunidades del bosque se han opuesto a REDD desde su aparición. Quince años después es más necesario que nunca oponerse a esta peligrosa distracción para abordar las causas de la deforestación. La oposición es cada vez más fuerte, y no puede ser solo contra REDD sino también contra los nuevos nombres que ha recibido, tales como ‘soluciones basadas en la naturaleza’, ‘cero neto’ o cualquier otro término inventado en base a la misma lógica engañosa.

Esta publicación reúne 11 artículos que reflexionan sobre dimensiones fundamentales y peligrosas de REDD. Esperamos que cada uno de ellos ayude a fortalecer nuestros argumentos y acciones en contra de la compensación y a descubrir lo que realmente es: un mecanismo racista que no puede ser mejorado o arreglado porque está concebido para ‘mantener el flujo de petróleo’ y, con esto, el sistema capitalista que impulsa la actual crisis climática, forestal y social.

Secretariado Internacional del WRM

 

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