Ecuador: impactos sociales y ambientales de la palma aceitera

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La empresa Palmeras del Ecuador se estableció en la Amazonía ecuatoriana, en la Provincia de Sucumbíos, Cantón Shushufindi, a finales de la década de los 70.

El entonces Instituto de Reforma Agraria y Colonización (IERAC) concesionó a la empresa una extensión territorial de 10.000 hectáreas consideradas “tierras baldías”, ignorando deliberadamente que eran tierras ancestrales de pueblos y nacionalidades indígenas Siona y Secoya, provocando su casi exterminio por la ocupación de sus territorios.

El método utilizado por la empresa para instalar sus plantaciones de palma fue el desmonte total de la selva virgen, la construcción de drenajes para secar los pantanos, y la utilización de herbicidas para matar las malezas. Como resultado, el bosque tropical de la zona fue destruido en su totalidad. De acuerdo con testimonios locales “los señores de la palmera cogieron las mejores tierras y los campesinos cogieron las tierras que sobraron”.

En las plantaciones de la empresa trabajan tanto gente de la comunidad como hombres que vienen de fuera. Entre l@s trabajador@s se dan dos situaciones: quienes trabajan con contrato firmado y quienes lo hacen sin contrato. En el primer caso, tienen seguro de salud, seguro social, y garantías de ley, pero no ocurre así con quienes trabajan sin contrato, que no están protegidos por la ley.

Las mujeres que trabajan en las plantaciones tienen que hacer el mismo trabajo que los hombres. Cada persona –hombre o mujer- tiene a su cargo un determinado número de parcelas y el trabajo realizado se mide por: 1) número de árboles podados, 2) cantidad de racimos que corta y carga, 3) recogimiento y limpieza de las semillas que están en el suelo, 4) la chapia, que consiste en cortar el monte en toda la parcela y dejar el suelo limpio.

Una mujer local cuenta: “no tenemos protección ... en casos de embarazos, las mujeres no tenemos ningún beneficio de ley; las trabajadoras de oficina sí tienen ese derecho, pero las mujeres que trabajamos en el campo no lo tenemos”.

La fumigación es una actividad que realizan tanto hombres como mujeres, con mochilas de 12 litros de capacidad cargadas a la espalda. Frecuentemente quienes han fumigado vuelven a la casa con mareos, con dolor del cuerpo y con nauseas, s a causa de los químicos que se usan en la fumigaciones. Una mujer cuenta que su hijo “andaba fumigando y se le empezó a hacer parches en todo el cuerpo, la piel moreteada, también una granazón, quedó feo el cuerpo, no quería ni levantarse y allí se lo llevaron los de la empresa, le pusieron suero, lo tuvieron todo el día y vino mejorcito. Después de eso él cogió miedo y ya se fue a Santo Domingo”.

Más allá de sufrir los mismos problemas que los hombres cuando ellas mismas trabajan, también son impactadas cuando no lo hacen. Una mujer explica esta situación diciendo: “Para nosotras las mujeres, la atención a la familia, a los hijos y maridos que trabajan en la empresa es una preocupación. Cuando vienen enfermos tenemos que gastar mucho dinero en medicina para curarlos. Ellos los días que están enfermos no van a trabajar y por lo tanto no ganan. Nosotras tenemos que dejar de hacer nuestras labores cotidianas y por lo tanto también dejamos de ganar nuestro sustento. Es una gastadera”.

Un problema especial es el de la contaminación hídrica. Si bien el centro poblado tiene el agua entubada que proviene del pozo, para lavar la ropa y para actividades de recreación como el baño y los juegos de los niños, la gente usaba el río Raya, que hoy se llama “río sucio”, que está en el medio de la plantación de palma y absolutamente contaminado. Cuando la gente se baña en ese río sale con comezones en todo el cuerpo. Lo que se ha podido observar es que en la plantación se hacen muchos drenajes, cuya agua termina finalmente en el río. Tanto los productos fumigados como el lavado de las bombas terminan en los esteros, cuya agua llega eventualmente al río. A quienes no saben eso y beben agua de los esteros o del drenaje les da diarrea y vómitos.

Un problema particular, que afecta tanto la salud como la economía de los pobladores locales es la llamada Mosca del Establo. Esta plaga se origina en la práctica de la empresa Palmeras del Ecuador de fertilizar sus suelos colocando alrededor de cada planta de palma los desechos de los racimos de palma, llamados “la tusa”. La comunidad denuncia que la mosca se reproduce en los sitios donde está colocada “la tusa”. Dicen que “es una mosca brava que pica a todos los animales, a las vacas, a los caballos, incluso a los cerdos; a las personas también pican y son fuertes las picaduras de estas moscas”.

El problema es grave: “La cantidad de moscas es tal, que las cabezas de los animales quedan negras de tantas moscas. Cuando las moscas pican a los animales ellos intentan huir y se van al monte; entonces nos toca buscar en todo el monte hasta encontrarlos. Con el ataque de las moscas el ganado no puede comer tranquilo. Durante el día el ganado no come y sale a alimentarse en la noche para no ser molestado por las moscas”.

Al aplicar la tusa alrededor de las palmas y provocar la proliferación de la mosca la economía campesina se ve gravemente afectada, porque el ganado, -fuente importante de sustento de los campesinos- al ser atacado por las moscas no se alimenta bien, enflaquece, ya no produce leche y en algunos casos muere. Por otra parte, los animales escapan de las áreas con mayor concentración de la mosca y se alejan de las fincas de los campesinos, de manera que estos deben dedicar mucho tiempo en recuperar sus animales, descuidando otras labores en la finca.

Lo que la empresa llama “mosca del establo” y mucha gente local denomina “mosca brava” resulta también en problemas para la salud y los más afectados son los niños, a los que causa fiebres, dolor de cabeza, irritación en la piel.

A pesar de las presiones, la empresa continúa con la práctica de fertilizar con “tusa” y, dado que esto coincide con la presión que la empresa está ejerciendo a los campesinos para que le vendan sus fincas, hace suponer que la aplicación de la tusa es también una medida para forzar las ventas. Resulta interesante señalar un testimonio que dice que “aquí en el centro poblado la mosca no ha atacado con mayor fuerza, porque la empresa no pone los desechos en las cercanías”. Sin embargo, donde sí pone las tusas es donde “están las fincas donde está el ganado y ahí es donde molesta”.

Por Ivonne Ramos, Acción Ecológica, cbosques@accionecologica.org