El Congreso Mundial de Parques: dudas y esperanzas

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Setiembre de 2003 es un mes crucial para el movimiento ambientalista mundial. Durante este mes se llevará a cabo en Cancún, México, una nueva ronda de negociaciones sobre comercio mundial bajo el auspicio de la Organización Mundial del Comercio. Las organizaciones sociales y ambientales tienen previsto realizar fuertes protestas contra la forma en que las instituciones de Bretton Woods continúan empujando al mundo barranca abajo hacia la desregulación de mercados, un comercio internacional desigual y la liberalización sin restricciones. Un proceso de este tipo, sin controles ni equilibrios, sin la introducción de mejoras en la gestión de los gobiernos, las reglamentaciones ambientales y el empoderamiento de las comunidades locales, solamente puede conducir al aumento de la pobreza y a la destrucción ambiental.

A fines de setiembre, también, la FAO convoca al Congreso Forestal Mundial en la ciudad de Québec, donde ONGs (organizaciones no gubernamentales) y OPIs (organizaciones de pueblos indígenas) expondrán los problemas sociales y ambientales derivados del modelo de explotación forestal dominante, basado en operaciones de madereo a escala industrial y en la promoción de monocultivos de árboles en gran escala, actividades ambas destinadas a alimentar el "mercado mundial" mientras que destruyen los bosques y las formas de sustento de los pueblos que habitan en ellos. Al mismo tiempo las ONGs y OPIs participantes promoverán activamente un enfoque socialmente más igualitario y ambientalmente más adecuado: el manejo comunitario de bosques.

Durante ese mismo mes, tendrá lugar el Congreso Mundial de Parques en Durban, Sudáfrica. Probablemente allí habrán menos razones para deprimirse por las imposiciones social y ambientalmente destructivas de la agenda neoliberal. Puede ser. Quizás sí, quizá no. Es verdad que el tema central del Congreso será "Beneficios que trascienden los límites", lo que significa que los conservacionistas pretenden resaltar que las áreas protegidas deben ser diseñadas para producir beneficios a los residentes vecinos, en vez de imponerles restricciones. También es cierto que el "Tema de comunidades locales e indígenas, igualdad y áreas protegidas" (TILCEPA, por sus siglas en inglés) será un importante tema transversal a ser abordado en el Congreso.

Sin embargo, están aflorando serias dudas sobre la estrategia general de las grandes agencias de conservación: ¿son partidarias realmente de la justicia ecológica, la restitución de derechos y la salvaguarda del medio ambiente o son parte de un Pacto con el Diablo, en el que han hecho acuerdos con las corporaciones transnacionales y los bancos de desarrollo y, a cambio de parques y dinero para cubrir sus presupuestos, están dispuestas a cerrar los ojos a la ruina ambiental fuera de los parques? ¿Se pronunciarán contra la minería en las áreas protegidas, en los bosques protegidos y en los territorios indígenas? ¿Se oponen al proceso de globalización injusto, o están creando "contextos de mutuo beneficio", donde las ganancias del comercio se canalicen a su creciente imperio de áreas protegidas, mientras se compra a los pobladores locales inquietos con proyectos de "desarrollo comunitario" y "manejo conjunto" de corto plazo? ¿Será el resultado final de este pacto faustiano un planeta cuyo 10% esté clasificado como "área silvestre" para la recreación mientras que el otro 90% se sacrifica a manos de la agenda neoliberal? ¿Será que parques y "desarrollo" son simplemente dos caras de la misma moneda? En pocas palabras, ¿las agencias de conservación son parte del problema, o parte de la solución?

Para que el Congreso Mundial de Parques pueda ser considerado como un éxito por parte del movimiento ambientalista, es imprescindible que disipe todas esas dudas en forma convincente. El Congreso debe generar una visión y una estrategia acorde, que reconozca que los parques son para los pueblos, en los que se respetan los derechos, donde los pueblos indígenas recuperan el control sobre sus territorios y sus destinos, que son áreas prohibidas para las industrias extractivas. No más componendas con las corporaciones que conducen al mundo a la ruina. No más pactos coloniales en los que se negocian los territorios y destinos de otros pueblos a cambio de planes de uso de la tierra, que incluyen parques, madereo, oleoductos y plantaciones.