El Corredor Biológico Indígena y Campesino en América Central

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Los corredores biológicos son franjas de vegetación que constituyen un pasaje continuo o casi continuo entre hábitats. Los mismos constituyen una estrategia utilizada en conservación para enfrentar el problema de la fragmentación de hábitats provocada por actividades industriales como la agricultura y forestación industriales, la urbanización y las obras de infraestructura, tales como las carreteras y represas. Basados en modernas teorías ecológicas aplicadas a la conservación –por ejemplo, la biogeografía de islas, las metapoblaciones y la población mínima viable- la idea central de los corredores biológicos es que las poblaciones, las comunidades y los procesos ecológicos pueden mantenerse más fácilmente en paisajes que abarquen un sistema interconectado de hábitats. Por tanto el objetivo al idear un corredor biológico es crear un espacio para la libre circulación de animales y semillas a fin de conectar áreas valiosas desde el punto de vista de la biodiversidad, que de no ser así, tarde o temprano, desaparecerían.

Debido a su localización enteramente en la región tropical y a los diferentes paisajes que presenta América Central alberga uno de los mayores niveles de biodiversidad del mundo. El Corredor Biológico Mesoamericano (CBM), originalmente propuesto en el año 1996, constituye una interesante iniciativa para la imprescindible conservación de la biodiversidad en ese continente. De acuerdo con la Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo (CCAD) dicho corredor es "un sistema de ordenamiento territorial compuesto de áreas naturales bajo regímenes de administración especial, zonas núcleo, de amortiguamiento, de usos múltiples y áreas de interconexión; organizado y consolidado que brinda un conjunto de bienes y servicios ambientales a la sociedad centroamericana y mundial; proporcionando los espacios de concertación social para promover la inversión en la conservación y uso sostenible de los recursos naturales, con el fin de contribuir a mejorar la calidad de vida de los habitantes de la región"
Puesto que las sociedades humanas han ocupado prácticamente toda la superficie de la Tierra, la biodiversidad es el resultado de la interacción entre el mundo natural y las culturas humanas. Por tanto todo proyecto de conservación de la biodiversidad debería tener un componente social y cultural, que implique al menos la inclusión de los puntos de vista y del conocimiento tradicional de los moradores locales. Ello es especialmente remarcable en el caso de América Central, donde la relación entre las sociedades humanas y los bosques es ancestral. Sin embargo el CBM estaba demasiado centrado en la preservación, desconociendo la importancia de las comunidades rurales para la conservación.

In 1998 CICAFOC –una agrupación fundada en 1994, que coordina 50 organizaciones campesinas e indígenas centroamericanas- propuso la creación del denominado Corredor Biológico Indígena y Campesino. La idea fue ampliamente aceptada a nivel internacional pero inicialmente resistida por los promotores el CBM. La labor desarrollada por CICAFOC tras la triste experiencia del Huracán Mitch en 1998 demostró claramente que la actividad de los campesinos e indígenas a nivel local resultó esencial, tanto para reducir la vulnerabilidad de la región –incluídos sus bosques- a este tipo de fenómenos típicos de los trópicos, como para la rápida recuperación de las zonas afectadas. Las prácticas comunitarias, basadas en una rica herencia cultural y ecológica, han sido y todavía son una alternativa para la conservación de la biodiversidad en un continente severamente afectado por guerras civiles, conflictos sociales y actividades orientadas a la exportación que han resultado destructivas para el ambiente.

Como consecuencia en 1999 la CCAD aceptó la idea propuesta por CICAFOC de incluir en el CBM un Componente Social y Productivo (CSP). El mismo constituye una estrategia regional de desarrollo rural orientada a coordinar esfuerzos para la protección y conservación del patrimonio de la biodiversidad, así como de los recursos naturales en América Central, y para la promoción de actividades amigables hacia el ambiente en los bosques próximos y las áreas de reserva de la región. La coordinación y dirección del SPC se encuentra a cargo de CICAFOC.

El CSP tiene un programa de trabajo por cinco años. En este momento, durante la fase inicial de implementación de los proyectos, se están identificando, divulgando y apoyando casos de uso sustentable de los recursos naturales y la biodiversidad. Se subraya el fuerte vínculo existente entre la biodiversidad natural y la biodiversidad cultural. De este modo CICAFOC está colaborando notoriamente con un nuevo tipo de enfoque para la conservación que parece tener muchas más posibilidades de tener éxito que los anteriores, basados en la exclusión de la población local.

Artículo basado en información obtenida de: http://www.cicafoc.com/componente.htm; CICAFOC – UNOFOC AC – UICN, “Comunidades y gestión de bosques en Mesoamérica”, Impresión Comercial La Nación S.A., San José de Costa Rica, Enero 2000; Andrew F. Bennet, “Linkages in the Landscape. The Role of Corridors and Connectivity in Wildlife Conservation”, Page Bros Ltd., Norwich, 1999, ISBN 2-8317-0221-6