El poder destructivo de la ‘energía’

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Hydroelectric Power Plant in Panama
Central Hidroeléctrica en Panamá (Fuente: Cobraih)

El consumo de ‘energía’ está aumentando en todo el mundo. Y esto no se debe a que por fin la electricidad haya llegado a los centros de salud y educación, o a los centros de procesamiento de la producción de pequeñas comunidades agrícolas en zonas aisladas del sur global. Este aumento va impulsado por el consumo de grandes empresas, sobre todo en el sector de las tecnologías de la comunicación y la información, que controlan los llamados centros de procesamiento de datos. Esos centros no solo recogen toda la información de los teléfonos celulares, sino también datos mucho más complejos de tecnologías a las que se consideran ‘innovadoras’, como la inteligencia artificial. (1)

Pese al discurso de la ‘transición’, lo que está ocurriendo es una superposición de matrices energéticas. Es decir, el aumento del consumo de ‘energías renovables y limpias’ no ha reducido la extracción de combustibles fósiles. Al tiempo que en 2024 las emisiones de CO2 y la temperatura global marcaron nuevos récords, las industrias del petróleo, el carbón y el gas natural nunca habían sido tan grandes; están en plena expansión. Aproximadamente el 96% de las empresas del sector de petróleo y gas buscan nuevas reservas, y el 40% de las empresas del sector de carbón desarrollan o extraen carbón en nuevas minas. Desde 2022, los accionistas de esas empresas percibieron 111.000 millones de dólares en dividendos, 158 veces más que lo prometido en las cumbres climáticas para los países más vulnerables frente al caos climático. (2)

Hoy en día, este ‘modelo energético’ –y la propia idea de ‘energía’– se vincula directa o indirectamente a casi todas las amenazas que pesan sobre las comunidades de los bosques. Movidos por la ‘energía’ o en busca de ella, diversos proyectos –de ‘energía’ ‘limpia’ o no– expulsaron a comunidades y pueblos de sus territorios en busca de recursos energéticos.

Esos proyectos incluyen las plantaciones de árboles para producir ‘energía’ y supuestamente reducir el exceso de CO2 en la atmósfera; proyectos de empresas de ‘energía’ del Norte global que pasan a controlar los bosques en busca de ‘créditos de carbono’, ‘recolonizando’ territorios de comunidades que viven de los bosques; la extracción de nuevos yacimientos de petróleo y gas y minas de carbón; la promoción de monocultivos de soja o palma aceitera para producir agrocombustibles, incluido el bioqueroseno; una nueva oleada de construcción de grandes presas hidroeléctricas supuestamente ‘limpias’ y las infraestructuras para transportar esa ‘energía’, como las líneas de transmisión; y, claro, la frenética carrera en busca de los minerales considerados esenciales para la ‘transición energética’, que en su mayoría se encuentran en bosques y selvas. (3)

Los tímidos avances aclamados por algunas organizaciones ecologistas europeas, como la reciente ley antideforestación de la Unión Europea, palidecen ante esta realidad, en la que las mayores corporaciones del mundo hacen todo lo posible por mantener el modelo ‘energético’. Siguen poniendo en marcha a toda velocidad un sistema de producción destructivo y violento, que necesita cada vez más tierras y bosques para producir más y más ‘energía’.

En este contexto, no basta con apoyar las luchas de resistencia de las comunidades que viven de los bosques y de sus organizaciones aliadas. Se hace imperativo reforzar una otra forma de resistencia: la resistencia frente al propio concepto de ‘energía’. No solo porque esta lucha es menos visible, ya que la lideran los pueblos y las comunidades que suelen estar aislados de los grandes sistemas energéticos, sino también por ser clave en el debate sobre la crisis climática.

Los pueblos y las comunidades que se oponen al concepto de ‘energía’ tal y como lo conocemos, proponen otros conceptos, perspectivas y experiencias de lo que es la ‘energía’ –si es que utilizan esa palabra. Lo que proponen es otra forma de estar en el mundo. Proponen un mundo muy distinto del mundo capitalista, continuamente ‘enchufado’; proponen un mundo que de hecho nos permita superar el actual caos climático.

El artículo de introducción de este boletín plantea una reflexión sobre el concepto mismo de ‘energía’, cómo se ha introducido en la mente de la gente como el único modo posible de entenderla. Así, la única forma de vivir sería contar con abundante ‘energía’. Como señala el artículo, esto es precisamente lo que ha dado lugar a la sociedad actual, totalmente dependiente de la ‘energía’ y del petróleo, y a todos los problemas que se derivan de ese modelo energético que ya conocemos bien.

Los demás artículos recogen reflexiones de comunidades que se oponen a ese concepto de ‘energía’ y de organizaciones de base que reflexionan sobre el tema. Por ejemplo, las reflexiones del pueblo Ka'apor de Brasil, del pueblo Sagulu y de una habitante de la isla Roté, ambos de Indonesia, sobre por qué rechazaron la electricidad suministrada por una empresa de ‘energía’. Otro artículo, de Panamá, relata la experiencia de la comunidad del entorno del río Caisán para generar energía colectivamente después de que lograron detener la construcción de hidroeléctricas en el principal río de su comunidad. Un artículo analiza la relación entre agroecología y soberanía energética desde la experiencia de la Alianza por la Soberanía Alimentaria en África. Desde Asia, un artículo de la India expone qué significa la energía para el pueblo Parahia de las colinas Rajmahal, en Jharkhand, que lleva años librando una lucha histórica en defensa de su autonomía y su territorio.

¡Que disfruten de la lectura!

Referencias:

(1) MIT Technology Review, Why the climate promises of AI sound a lot like carbon offsets?

(2) DW, Who is funding fossil fuel expansion?

(3) Fern, Critical Minerals.