Mirándonos en el espejo de Bolivia

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En un mundo dominado por las noticias al estilo CNN es difícil poder acceder a una información real. De más está decir que faltan, en especial, análisis serios de casi todos los temas (salvo, quizás, el fútbol). Accidentes de tren, resultados deportivos, guerras, estrellas de Hollywood, hambre, biotecnología, violaciones de los derechos humanos o las mezclas más insólitas de trozos de noticias, todo parece ser más una excusa para bombardearnos con publicidad que para aportarnos información adecuada para comprender el mundo en el que vivimos.

En esa situación es posible que para la mayoría de las personas --incluso de América Latina-- las noticias acerca de la caída del gobierno boliviano no hayan tenido un gran significado. No obstante, creemos que es uno de los sucesos más importantes ocurridos en los últimos años.

El gobierno hoy destituido había respondido rápidamente y con el mayor entusiasmo a las demandas del gobierno de los Estados Unidos. Fue así que, por un lado arremetió contra los cultivos de coca y por el otro destinó las reservas de gas natural del país al abastecimiento de los Estados Unidos, el cual a través de un puerto chileno recibiría así gas muy barato.

El pueblo boliviano reaccionó con firmeza y decidió tomar la soberanía del país en sus manos. Desde tiempos inmemoriales el cultivo de coca ha sido parte de la cultura boliviana, mientras que la cocaína es un invento extranjero, ajeno a su cultura. Por eso la erradicación de los cultivos de coca es percibida como una imposición de los Estados Unidos, sin legitimidad alguna dentro del país. Por el otro lado, el gas natural es uno de los últimos recursos económicos que le quedan al país. Todo lo demás, desde la plata al estaño, ya fue explotado, en primer lugar por los conquistadores españoles y más tarde por empresas transnacionales que dejaron al país más empobrecido que antes. El detalle de que el gas sería exportado a través de un puerto chileno --que en una guerra del siglo XIX dejó a Bolivia sin acceso al Océano Pacífico-- añadió agravio al perjuicio.

En respuesta, el pueblo se alzó masivamente contra el gobierno. El costo fue muy alto, alrededor de 70 muertos y más de 400 heridos. Pero el resultado fue que el presidente huyó al lugar al que pertenece (Miami) y los ministros que promovieron con mayor entusiasmo la represión escaparon a diversos países. El nuevo presidente ha prometido introducir cambios radicales a las políticas aplicadas por su predecesor, en consonancia con los reclamos populares.

¿Por qué creemos que esta noticia es tan importante? En primer lugar, porque demuestra la debilidad inherente al poder sustentado por elites ajenas a los intereses de los pueblos de sus países. En segundo lugar, porque demuestra que detrás de la debilidad aparente de los pueblos empobrecidos se esconde su verdadera fuerza formidable. En tercer lugar, porque ofrece al resto del mundo un espejo de nuestras realidades y posibilidades de cambio. No para copiar lo que hizo el pueblo boliviano, sino para darnos cuenta de que el cambio es posible --si lo intentamos.

¿Qué tiene que ver esta noticia con los bosques? Muchos de los artículos contenidos en este boletín demuestran que la resistencia a la destrucción de los bosques está en gran medida en manos de las poblaciones locales y las organizaciones de la sociedad civil. Mientras los gobiernos argumentan --con o sin convicción-- que muy poco puede hacerse en un mundo dominado por superpotencias económicas y políticas, los pueblos todavía creen que la resistencia es posible --y actúan acorde a ello. Mientras los gobiernos abren nuestros países al madereo, la explotación de petróleo y gas, la plantación a gran escala de monocultivos de árboles, la construcción de represas, la cría industrial de camarones, la plantación de cultivos transgénicos y otros proyectos de “desarrollo”, la gente sigue perseverando en la defensa de lo que es suyo. A veces ganando, a veces perdiendo. Pero siempre intentándolo.

Dentro del marco del modelo económico imperante instrumentado por los gobiernos siguiendo las recetas del Fondo Monetario Internacional e instituciones similares, el futuro de los bosques es más que incierto. Por lo tanto, lo que es necesario cambiar es precisamente ese modelo. Por cierto no será fácil, pero tampoco lo fue o lo sigue siendo la lucha en Bolivia.