Monocultivos forestales en el Sur . . . de los EE.UU.

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La destrucción de los bosques con el fin de liberar espacio para monocultivos forestales es un hecho documentado en muchos países del Sur. Un proceso similar pero menos conocido se está dando en la región sudeste de los EE.UU. Los estados de Alabama, Lousiana, Tennessee y Carolina del Norte han sido y siguen siendo invadidos por enormes plantaciones de pino taeda. Esta especie es nativa de la región, pero específicamente del piedemonte húmedo localizado entre las tierras altas y el mar, de modo que es una especie exótica en las colinas donde se están instalando la mayor parte de las plantaciones. Además, estos no son pinos comunes, sino "súper árboles" clonados, seleccionados por su rapidez de crecimiento, rectitud del tronco y resistencia a sequías, enfermedades e insectos.

Ted Williams, autor de un excelente artículo publicado en la revista "Mother Jones" (ver detalles al final del artículo), comienza su análisis con la siguiente pregunta: "¿Qué es algo verde, lleno de árboles y peor que una tala total?" La respuesta es: "Las vastas plantaciones de pino que están reemplazando aceleradamente los bosques a través de una nueva forma de plantación en el Sur".

Williams describe el proceso de la siguiente forma: "Antes de instalar sus super-plantines, las empresas realizan una tala rasa y pasan el bulldozer por el sitio para deshacerse de todos los árboles nativos, los arbustos, las trepadoras, los helechos, los musgos, los hongos, las hierbas y las flores silvestres. Los restos leñosos son quemados. Luego se plantan los pinos. Cuando éstos maduran son raleados y podados. Los retoños de los árboles nativos son cortados o muertos con herbicidas. Con frecuencia las plantaciones son bombardeadas con pelets de fertilizantes. Luego, 15 o 20 años después de haber sido plantados, se cortan los pinos y el proceso comienza nuevamente".

Algunas cifras muestran la alarmante dinámica de la conversión de bosques en plantaciones. Hoy en día hay 156 plantas procesadoras de madera en astillas (“chipeadoras”) en la región, de las cuales 110 se abrieron en los últimos diez años. Algunas de ellas pueden triturar hasta 1.200 hectáreas de bosque al año, abriendo así el camino a las plantaciones. Entre 1989 y 1995 las exportaciones de astillas de madera dura desde el sur de EE.UU. creció cinco veces. El Servicio Forestal estima que las plantaciones, que hoy conforman el 36% de las existencias de pino en el Sur, llegarán a ser el 70% en los próximos 20 años.

El sistema utilizado para promover los monocultivos de pino en el sur de los EE.UU. es muy similar al adoptado en los países del Sur. Las grandes empresas -tales como Champion y Weyerhaeuser- reciben exenciones impositivas y créditos blandos, además de una serie de externalidades positivas -como ser la construcción de hidrovías- que alientan el desarrollo de la industria de la celulosa. En Alabama, por ejemplo, el estado otorgó exenciones impositivas y otros beneficios a las empresas plantadoras, lo que privó al sistema escolar de unos U$S 50 millones anuales. La construcción y los trabajos de drenado de la Hidrovía Tennessee-Tombigbee le cuestan a los ciudadanos de ese estado muchos millones de dólares al año. Como sucede en todas partes, un estudio realizado por la Universidad de Auburn ha demostrado que las comunidades rurales más dependientes de este tipo de industria forestal es la que muestra los mayores niveles de desempleo y pobreza.

Una de las razones por las cuales no existen controles significativos sobre la conversión de bosques a plantaciones de pino -explica Williams- es que las empresas forestales han convencido a los medios de prensa y al público de que "replantar" un bosque una vez que ha sido eliminado no sólo es algo posible sino algo admirable. Weyerhaeuser, que según Businees Week hace las cosas "mejor que la Madre Naturaleza", alardea de que "replanta rápidamente" las zonas taladas con "plantines vigorosos y jóvenes". La compañía informó que en 1998 plantó más de 51 millones de árboles en sus "bosques" de EE.UU. Georgia-Pacific, que maneja 1.800.000 hectáreas en el sur del país, planta a razón de 125 millones de árboles por año y se enorgullece de que sus "bosques son una fábrica". Y en realidad son fábricas, pero por cierto no son bosques. Como señaló un profesor de biología de la Universidad del Sur en Sewanee, la industria necesita seguir alimentando la fantasía de que reemplazar los árboles del bosque por pinos taeda es reforestar: "El maíz es un tipo de gramínea. Sin embargo, los granjeros del medio oeste no andan por ahí diciendo que lo que ellos hacen es restaurar la pradera de pastos altos".

Lo que las compañías se cuidan de no mencionar, agrega Williams, "es que la plantación de pinos, así como otros tipos de agricultura en gran escala, daña al ambiente y a la economía. Las plantaciones de pino requieren de enormes cantidades de fertilizante y herbicida, la mayor parte de los cuales termina en los cursos de agua y las fuentes de agua potable. Estos empobrecen el suelo y destruyen los hábitats, incluyendo los humedales. A su vez le roban a las comunidades una valiosa madera para aserrado y los verdaderos bosques que producen agua limpia y suministran oportunidades de recreación. Pocos de los beneficios alcanzan a las comunidades locales y muchas de las empresas son multinacionales".

Pero los impactos por cierto que son locales. Como demuestran los estudios realizados por la Universidad de Clemson, el suelo utilizado para el cultivo de pino en varias rotaciones pierde los nutrientes del horizonte superficial, y cuanto más cortas son las rotaciones -como es la tendencia actual- más destructivo es el proceso. La talarrasa practicada previo a la plantación tiene todavía efectos más drásticos. Hace algún tiempo en Moore Hill una intensa lluvia provocó un aluvión de barro y desechos, proveniente de un lote de alrededor de 50 hectáreas de superficie recientemente cortado por Champion, que terminó en el río Mississippi. Con frecuencia las plantaciones son bombardeadas con pelets de fertilizantes. Esta práctica contamina los hábitats de los peces y la vida silvestre, afectando también a los asentamientos humanos. El año pasado los habitantes del Condado de Sequatchi en Tennessee y sus haciendas fueron dañados por pelets de urea destinados a plantaciones de pino pertenecientes a Bowater. Hay poca información sobre los efectos de largo plazo en peces, vida silvestre y humanos de los herbicidas utilizados en las plantaciones. Las empresas plantadoras generalmente usan Garlon, un producto riesgoso, que puede permanecer en el suelo durante dos años luego de aplicado y ser fácilmente lavado a los cursos de agua.

Por otra parte, los propios monocultivos están enfrentando un importante problema sanitario generado por la destrucción del ecosistema forestal y la red trófica a él asociada: las avispas del pino se están transformando en una amenaza para los árboles en las plantaciones y no pueden ser controladas por sus predadores naturales, que han desaparecido de este nuevo ambiente artificial.

En resumen, los monocultivos forestales en el sur de EE.UU. se basan en el mismo esquema de las plantaciones en los países del Sur: el proceso es promovido por el estado, beneficia a las grandes corporaciones, genera pocos beneficios para las comunidades locales, quienes deben afrontar los impactos sociales y ambientales generados por este modelo forestal, y sigue siendo una de las principales causas de la deforestación.

Artículo basado en información obtenida de: Ted Williams, "False Forests", Mother Jones magazine, 1/6/2000.