Swazilandia: las plantaciones de árboles y su impacto sobre la gente y la naturaleza

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En muchos aspectos, existe muy poca diferencia entre Swazilandia y Sudáfrica. El clima, el relieve y la geología de ambos países son similares, por lo que no es de extrañar que la vegetación natural de Swazilandia se parezca mucho a la de las provincias sudafricanas de KwaZulu-Natal y Mpumalanga, que virtualmente circundan el Reino swazi.

Antes de la aparición de las plantaciones madereras a gran escala en Swazilandia, el área que ocupan actualmente estaba cubierta por praderas, intercaladas con zonas de bosque de follaje perenne en sitios protegidos y húmedos. La vegetación climax de praderas, característica de la región, evolucionó durante miles de años, proceso en el que la influencia humana y los incendios jugaron un papel importante. Hay una teoría maliciosa que sostiene que originalmente toda la región estaba cubierta de bosque, y que la pradera es una vegetación secundaria que se manifiesta cuando los bosques han sido destruidos. Este argumento ha sido utilizado para justificar la llamada "forestación", cuyo objetivo es la plantación de monocultivos de árboles exóticos en todo lugar donde la situación lo permita, y en especial en las praderas.

Se sabe que hubo bosquimanos en estas zonas, a partir de la evidencia de pinturas sobre roca encontradas en cavernas. El pueblo swazi crió ganado y otros animales y también plantó algunos cultivos para alimentos. Sus cultivos y animales domésticos, la caza y los recursos naturales de bosques y praderas proporcionaban todos los elementos necesarios para su supervivencia. El establecimiento de más de 100.000 hectáreas de plantaciones significó el desplazamiento de estos pueblos y sus ganados a territorios adyacentes con pendientes, rocosos y secos, donde estaban más expuestos a enfermedades y ataques de animales salvajes.

El tema de las plantaciones industriales de árboles en Swazilandia se debe analizar en el contexto mucho más amplio de la región sudafricana. La industria de la madera en Swazilandia no podría sobrevivir si no estuviera vinculada a las grandes plantaciones (1,6 millones de hectáreas) de Sudáfrica, y tiene una fuerte dependencia del capital proveniente de ese país. Esta anomalía es respaldada por la forma en que el FSC (Consejo de Manejo Forestal) agrupa las plantaciones certificadas de Mondi en Swazilandia junto con las de Sudáfrica. Según la información que aparece en el sitio web del FSC, ¡Mondi no tiene ninguna plantación certificada en Swazilandia!

Aproximadamente el 9% del territorio de Swazilandia está ocupado por plantaciones de árboles. Sappi Usutu, que posee más de la mitad de las plantaciones de Swazilandia (70.000 hectáreas) y la única planta de producción de celulosa, proporciona empleo a cerca de 3.000 personas en forma directa e indirecta. Mondi Peak emplea 1.044 personas en dos aserraderos y 19.000 hectáreas de plantaciones. Shiselweni, la tercera plantación más grande, abarca aproximadamente 12.000 hectáreas. Las plantaciones de Mondi y Sappi fueron establecidas originalmente hace 50 años por la Commonwealth Development Corporation (CDC) que también fundó la fábrica de celulosa de Usutu en Bhunya (la CDC es un organismo del gobierno británico para promover las inversiones del sector privado en los países del Sur). Ambas fueron vendidas recientemente a sus actuales propietarios, Mondi en 1984 y Sappi en 1992. Las plantaciones de Shiselweni fueron establecidas en 1967, también por la CDC, pero fueron vendidas posteriormente a la Transvaal Wattle Growers Cooperative (TWK), también con sede en Sudáfrica.

¿Qué beneficios brindan estas plantaciones al pueblo swazi? Swazilandia importa desde Sudáfrica la mayoría de sus productos de madera terminados, al mismo tiempo que casi toda la producción de madera local sale del país en forma de troncos, celulosa o tablas apenas procesadas.

El impacto ejercido por las plantaciones sobre los recursos hídricos debe haber tenido consecuencias graves para los pobladores que dependen del agua de los arroyos y ríos que fluyen desde el área de captación en la zona alta. Quienes nacieron en esa zona y la conocieron antes de la aparición de las plantaciones recuerdan cascadas y arroyos profundos que ya no existen.

Un análisis de los impactos negativos de las plantaciones muestra la existencia de dos categorías principales, los impactos ecológicos y los socioeconómicos. O para expresarlo en forma más simple, impactos sobre la biodiversidad e impactos sobre las personas. Un análisis más profundo muestra que dentro de estos dos grupos, podemos distinguir entre impactos directos o primarios, e impactos indirectos, resultantes o secundarios. Algunos ejemplos de impactos primarios serían: la destrucción de la vegetación natural, la pérdida de pasturas para el ganado, la pérdida de plantas medicinales, el agotamiento de los recursos hídricos. Entre los impactos secundarios estarían el aumento de la presión de pastoreo en otras zonas, los conflictos por el acceso a los recursos, etc.

Los impactos que se manifiestan con el correr del tiempo se pueden describir como acumulativos, de arrastre o terciarios –por ejemplo la acumulación en los organismos de sustancias agro-químicas tóxicas, que se usan para matar las plantas y animales que obstaculizan el establecimiento de la plantación; y la invasión de los humedales, arroyos y bosques por parte de malezas y árboles exóticos.

Todos estos impactos tienen un costo, que en ocasiones se pueden cuantificar con facilidad, pero que en la mayoría de los casos produce pérdidas a largo plazo para el medio ambiente natural y la salud, bienestar y riqueza de los pueblos que resultan muy difíciles de evaluar. Por ejemplo, el costo futuro de la pérdida de un humedal o el envenenamiento de un río, o el efecto de los gases tóxicos sobre los trabajadores de una planta de celulosa. Pero una cosa sí es clara: la industria de la madera no cubre estos costos. Esta "externalización" de costos que efectúa la industria le permite seguir funcionando en forma rentable, manteniendo a sus accionistas felices en ciudades distantes, y sin duda alguna, aumentando su riqueza. Como si esto fuera poco, las compañías madereras se benefician de acuerdos especiales que las eximen de pagar ciertos impuestos, ¡y también reciben dinero en efectivo del gobierno si alegan no tener recursos! Todas las compañías plantadoras de árboles de Swazilandia afirman que están luchando por mantener su rentabilidad. Si tuvieran que hacerse cargo de los costos reales de sus operaciones sin cambiar las bases actuales de su funcionamiento, probablemente dejarían de ser viables.

La realidad es que sería prácticamente imposible deshacer lo que se ha hecho. Sin embargo, se necesitan enfoques nuevos que aseguren que la mayor parte de lo generado por las plantaciones permanezca en Swazilandia y beneficie a los pobladores locales. La propiedad y el control de los recursos de las plantaciones debería entregarse al pueblo de Swazilandia. Es necesario lograr un nivel de beneficio máximo a nivel local para asegurar la creación de la mayor cantidad posible de puestos de trabajo en el país.

La CDC (o sea el gobierno británico), debe asumir su responsabilidad por el desastre que ha dejado. Lo ideal sería que promoviera y financiara un proceso para devolver la propiedad de las áreas de plantación a las comunidades que fueron desplazadas. Debería financiar los costos de la restauración de las áreas naturales que resultaron degradadas como consecuencia del establecimiento de las plantaciones. De esta forma en el futuro se podrían crear muchos puestos de trabajo tan necesarios para tantas personas, especialmente para quienes han sufrido por haber perdido acceso a la tierra y el agua.

La deuda social y ecológica de la planta de celulosa Sappi Usutu debe ser cuidadosamente evaluada y saldada. Se debe prestar atención especial a la salud de la comunidad. El poblado de los trabajadores en Bhunya debe ser demolido y se debe proporcionar a los trabajadores oportunidades alternativas de alojamiento lejos del aire contaminado de las cercanías de la fábrica. Las tres escuelas de Bhunya, en las que los jóvenes están expuestos al aire contaminado, deben ser trasladadas en forma urgente. Una alternativa podría ser Mhlambanyatsi, donde existe una buena infraestructura y un medio ambiente más saludable.

Como reflexión final, me siento obligado a hacer un comentario sobre la actitud de desdén y falta de respeto hacia las comunidades locales que demostraron las gerencias de las tres compañías de plantaciones madereras en las que se realizaron entrevistas. Tal cual aún ocurre frecuentemente en Sudáfrica, parece ser que los propietarios legítimos de los recursos que están siendo explotados por intereses extranjeros son considerados y tratados como ciudadanos de segunda clase en sus propias tierras. De igual manera se ha abusado del medio ambiente y se han explotado excesivamente las tierras donde se encuentran las plantaciones.

Todo esto debe cambiar.

Por: Wally Menne, correo electrónico: plantnet@iafrica.com . Artículo basado en investigación y trabajo de campo realizados desde noviembre de 2003 a abril de 2004.