Mujeres, bosques y manejo colaborativo adaptativo

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El Centro de Investigación Forestal Internacional (Center for International Forestry Research) ha aplicado un programa denominado “Manejo colaborativo adaptativo de los bosques” (ACM, por su acrónimo en inglés) durante más de cinco años. En el momento de mayor extensión del programa, trabajamos en 11 países (Nepal, Indonesia, Filipinas, Kirguizstán, Malawi, Camerún, Zimbabwe, Ghana, Madagascar, Bolivia y Brasil); actualmente continuamos trabajando en ocho de estos países. Uno de los elementos más sorprendente de esta experiencia ha sido el éxito obtenido en la participación de las mujeres (y otros grupos marginados) en nuestro trabajo con las comunidades.

Nuestro método central es la investigación de acción participativa y hemos hecho grandes esfuerzos para abordar desde el comienzo mismo los temas de equidad. En cada lugar contamos como mínimo con un facilitador de ACM cuyo papel abarcaba la acción con las comunidades y otras partes interesadas así como también la investigación sobre esa acción. Esta tarea implicó múltiples desafíos que la mayor parte de los facilitadores logró superar. Cabe agregar que cuanto más exigentes resultaron el contexto y los problemas a enfrentar, mayores fueron la motivación y los logros de los facilitadores.

Una descripción completa del trabajo excedería el espacio de este artículo, por lo que quisiéramos aportar algunos elementos sobre la participación y los cambios que se produjeron.

En el área de la reserva de bosque de Mafungautsi en Zimbabwe, las mujeres se habían mantenido al margen del manejo formal del bosque. Las actividades relacionadas con los bosques eran consideradas propias de los hombres. Luego de que se invitara a representantes de las comunidades a participar en la “capacitación para la transformación” (basada en el trabajo de empoderamiento de Paulo Freire), la asistencia y la participación de las mujeres en las reuniones formales aumentó en forma drástica. También hubo una mayor participación de mujeres en los grupos de usuarios, centrados en recursos naturales específicos. Uno de los grupos donde hubo mayores logros fue el grupo de usuarias de paja para escobas. Allí se analizó la experiencia de usuarias con los métodos de recolección (utilizando técnicas de modelización de sistemas participativos), se discutieron las implicancias en el plano de la sustentabilidad, y se desarrolló un nuevo diseño de escoba con vistas a favorecer el método más sustentable. Estas mujeres han podido mejorar la sustentabilidad, la generación de ingresos y su propio empoderamiento en los asuntos de la comunidad.

En varios poblados en Nepal, se reunieron los grupos de usuarios del bosque que manejan bosques comunitarios para considerar sus puntos de vista sobre sus bosques. En este proceso se identificaron problemas como la dominación de élites en la toma de decisiones y la distribución de beneficios, la falta de transparencia en el manejo y las desigualdades de género, y se hicieron planes para abordarlos. Los pobladores también elaboraron indicadores para determinar los avances hacia las metas fijadas. Como muchos de los participantes, particularmente las mujeres, eran analfabetos, fue importante el uso de símbolos visuales para registrar los avances. Se utilizaron las fases de la luna: la luna nueva indica poco avance, la luna llena, cumplimiento total de la meta. También se cambió la estructura de las reuniones, de forma de aumentar la toma de decisiones en reuniones de vecinos más pequeñas, integradas por personas pertenecientes a una casta o grupo étnico similar, en los cuales las mujeres pudieran sentirse más libres para expresar sus puntos de vista. Durante ese proceso, las mujeres comenzaron a manifestar un interés mayor por opinar y su asistencia a las reuniones de la comunidad se volvió más regular. En resumen, aumentó claramente su participación en los procesos de toma de decisiones y en las acciones relacionadas con los bosques comunitarios.

En Guarayo, Bolivia, se estaba ejecutando un proyecto de manejo de bosques importante en el territorio indígena en el que estaba operando el ACM. Este proyecto había prestado muy poca atención a los temas de género en los esfuerzos de capacitación de los pobladores en el manejo de sus bosques para extracción de madera, por considerar que las mujeres eran en cierta forma irrelevantes en relación con ese tipo de manejo forestal. Sin embargo, mediante un análisis cuidadoso, surgieron tres elementos. En primer lugar, el manejo forestal maderero “moderno” resultó ser tan ajeno a los hombres como a las mujeres. Ni los unos ni las otras estaban familiarizados en hacer inventarios, en llevar registros o en tareas de administración. En realidad, las mujeres sólo estaban en desventaja en el manejo de las motosierras. En segundo lugar, el retiro de la mano de obra masculina de las tareas del hogar para dedicarse al madereo y otras tareas forestales tenían el potencial de producir efectos negativos sobre las vidas de las mujeres, puesto que todas las tareas que normalmente realizaban los hombres recaerían entonces sobre las mujeres. Y por último, las opiniones de las mujeres sobre el valor del bosque eran diferentes a las de los hombres. Las mujeres estaban menos interesadas en el bosque como fuente de madera, y en cambio, consideraban al bosque en mayor medida como hábitat de los animales que constituyen una parte importante de la nutrición familiar, lo que genera un interesante vínculo con las preocupaciones de los ambientalistas.

Otros resultados igualmente interesantes son los de Zimbabwe, donde la preferencia de las mujeres por influir detrás de bambalinas en vez de ejercer el poder en forma explícita, hizo que los investigadores reconsideraran hipótesis; o donde la participación de las ONGs en la acción comunitaria determinó que las mujeres ganaran acceso a la tierra, que tradicionalmente nunca habían tenido. En el caso de Brasil, la diversidad de roles que juegan las mujeres -y la inadecuación de aplicar un modelo de "desarrollo" único-
fue descrita vívidamente en el contraste entre Acre y Maranhao. En Campo Ma’an, un Parque Nacional de Camerún, la aplicación de las normas contra la caza, una actividad masculina, produjo efectos negativos para las mujeres que vendían las presas originadas en esta actividad.

Este conjunto de investigaciones constituye un rico tesoro a profundizar en materia de elementos para analizar los roles de la mujer y las distintas formas en que las mujeres y otros grupos marginados han sido involucrados en acciones colectivas con facilitación externa. Estos ejemplos constituyen material de análisis y elaboración de nuestro próximo libro (ver Colfer, Carol J. Pierce, Ed. "The Equitable Forest: Diversity, Community and Resource Management", publicación prevista para abril de 2004). Este enfoque ha resultado una forma efectiva para lograr la participación significativa de las mujeres en los esfuerzos de manejo formal y contribuye al reconocimiento de los roles tradicionales que siempre han cumplido en el manejo informal de los bosques.

Por: Carol J. Pierce Colfer, Center for International Forestry Research, Bogor, Indonesia, correo electrónico: c.colfer@cgiar.org