Pachamama: el impacto de la mercantilización de la naturaleza sobre las mujeres

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Pachamama es un término quechua, que básicamente significa Madre Tierra. Los Quechua, un pueblo indígena que habita en una extensa zona de los Andes, creen que la Tierra es una madre que vela por sus habitantes como si fueran sus hijos.

Desde esa perspectiva, el concepto de servicios ecológicos es algo muy extraño. Según el concepto de servicios ecológicos, las diversas funciones que los ecosistemas saludables proporcionan a los pobladores locales, como alimentación, medicinas, leña, agua y materiales de construcción, y la mitigación del clima local, se pueden traducir en términos de economía monetaria, convirtiendo a los pobladores locales que utilizan estos "servicios" en clientes. Clientes que, de una u otra forma, deben pagar por estas funciones. Es como si alguien ingresara en una familia, y repentinamente obligara a los hijos a pagar por los cuidados que reciben de su madre.

Las mujeres han jugado siempre un papel fundamental en la "economía" no monetaria de los pueblos. Gran parte de sus tareas cotidianas apuntan al cuidado de sus seres queridos, hijos, maridos, parientes. Al igual que las funciones de la Madre Tierra, estas actividades son muy difíciles de expresar en términos económicos, pero son indispensables para el bienestar humano.

Sin embargo, los elaboradores de políticas neoliberales de biodiversidad intentan activamente imponer el concepto de servicios ecológicos a los pueblos que viven bajo los cuidados de la Madre Tierra. Estos pobladores locales se encuentran súbitamente en la posición de haberse convertido en "clientes" de los ecoservicios.

El agua a la que solían tener acceso –y solía ser potable– se ha convertido repentinamente en un producto por el cual hay que pagar, y el precio es caro. Debido a la privatización del agua, algunas familias en Mali pagan actualmente hasta un 60% de sus ingresos solamente para tener agua potable.

La leña solía ser un recurso de libre acceso, pero con la privatización de los bosques y su acelerada conversión en plantaciones de monocultivo de árboles, actualmente hay que pagar por cada rama.

Las plantas medicinales eran y siguen siendo todavía un recurso esencial para el cuidado de la salud de muchas familias rurales, pero con la destrucción de la biodiversidad que avanza con la velocidad de una epidemia en todo el mundo, muchas familias han perdido el acceso a las plantas medicinales, lo que significa que deben depender de costosos servicios comerciales de salud.

La carne de animales silvestres ha sido explotada excesivamente por la caza comercial, y las áreas de pesca costera se están degradando rápidamente, mientras que las reservas de peces que quedan son vendidas a grandes flotas de pesca comercial.

Incluso las semillas, resultado de generaciones de innovaciones conjuntas de los agricultores, en su mayoría mujeres, rápidamente se están privatizando y monopolizando. Las grandes compañías de biotecnología están incluso introduciendo tecnologías especiales conocidas como "terminator" (exterminadoras), que aseguran que los agricultores no puedan reproducir sus propias semillas. Sin embargo, es precisamente la reproducción de semillas el factor que ha impulsado el desarrollo de la impresionante biodiversidad agrícola del mundo.

Como las mujeres dedican en promedio una gran parte de su trabajo diario a actividades no monetarias, como el cuidado de la familia y el cuidado no remunerado de personas en su entorno cercano en general, están en una posición muy desventajosa en la economía monetaria. En muchos países las mujeres todavía no pueden participar plenamente en la economía monetaria: no tienen capacidad para ser propietarias de bienes inmuebles, no pueden obtener una hipoteca y con frecuencia no pueden obtener un préstamo sin autorización de sus maridos.

A nivel mundial, las mujeres perciben entre 30 y 40% menos que los hombres por trabajos comparables. Mientras tanto, las mujeres de los países en desarrollo trabajan entre 60 y 90 horas semanales, aportan entre 40 y 60 % del ingreso total del hogar, 75% de los servicios de atención de salud y, en el caso de las mujeres del continente africano más del 75% de los alimentos que se consumen. Incluso en el Reino Unido, el promedio de ingresos semanales de tiempo completo de las mujeres es 72% del de los hombres.

Por otro lado, las mujeres dependen mucho más de la naturaleza en sus actividades económicas que los hombres. En la mayoría de los países las mujeres son responsables de resolver las necesidades básicas, como agua potable, leña y atención de salud para la familia. En la mayoría de las familias rurales, son además responsables del mantenimiento del huerto familiar y del cuidado de los pequeños animales de cría, como las gallinas, que constituyen una fuente importante en la nutrición de la familia. Los hombres con frecuencia trabajan en tareas remuneradas o en la producción de cultivos comerciales, y tienen más probabilidades de percibir un beneficio económico de monocultivos tales como los cultivos comerciales orientados a la exportación, e incluso del madereo.

La sustitución de sistemas biodiversos por monocultivos es una de las causas principales del empobrecimiento de las mujeres rurales. Como la mayor parte de su trabajo no es remunerado, las priva de su principal fuente de ingresos y consiguientemente aumenta su dependencia de los hombres. Este hecho rebaja el estatus social de la mujer y aumenta su vulnerabilidad, incluida su vulnerabilidad sexual.

La introducción de programas de servicios ecológicos no hace más que empeorar el problema. Como las mujeres perciben relativamente pocos ingresos monetarios, no están en condiciones de pagar para satisfacer necesidades básicas como leña y agua. Debido a su bajo estatus en muchas sociedades, tienen además menos capacidad de negociar en pie de igualdad el acceso a los llamados "servicios ecológicos", lo que las ubica en una posición aún más desventajosa en el llamado mercado de servicios ecológicos. De esta forma, el concepto de servicios ecológicos se ha convertido en una causa principal del aumento del empobrecimiento de las mujeres rurales.

En lugar de intentar vender la vida y el conocimiento asociado, deberíamos tratar las causas directas y subyacentes de la deforestación y otras formas de destrucción de la diversidad biológica. Sólo oponiéndose a los enfoques de biodiversidad orientados al mercado, y apoyando los esfuerzos de millones de mujeres y hombres en todo el mundo por nutrir a la naturaleza y compartir los beneficios que brinda, podremos dar pasos reales para avanzar hacia la erradicación de la pobreza entre las mujeres y evitar el desastre ecológico.

Por: Simone Lovera, Amigos de la Tierra Internacional, correo electrónico: lovera@foei.org