Las empresas Socapalm y Safacam son controladas por Socfin, una multinacional de la agroindustria especializada en el cultivo de la palma aceitera y el caucho. El grupo cuenta con empresas financieras y operativas en Bélgica, Luxemburgo y Suiza, las que manejan plantaciones en una docena de países africanos y asiáticos. La agresiva política de expansión del grupo ha dado lugar al acaparamiento de tierras, causando graves impactos sobre las condiciones de vida de las poblaciones locales.
Artículos del boletín
En el sudeste de Camerún, los pueblos indígenas Baka y sus vecinos continúan siendo desalojados ilegalmente en nombre de la conservación. El hecho más reciente fue el desalojo por el establecimiento de una reserva en 2015, con el apoyo del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por su sigla en inglés). Un video realizado por Survival International brinda testimonios de hombres y mujeres Baka que revelan la violencia que han sufrido a manos de las milicias, respaldadas por WWF, que combaten la caza furtiva.
La fuerza agrícola del continente
En Camerún, como en varios países africanos, las mujeres soportan cotidianamente, en diversos ámbitos de la sociedad, prácticas que pueden ser consideradas discriminatorias, especialmente cuando se trata de la propiedad de la tierra. “Para nuestra familia, la mujer es un bien, como la cabaña o la plantación”, decía en 1949 Léon Mba, líder del Congreso Pamue. (1)
La palma aceitera es nativa de los bosques de África central y occidental y es inseparable de los pueblos de la región y sus culturas. En esta parte del mundo, las comunidades han dependido de la palma aceitera durante miles de años como fuente de alimentos, de productos textiles, de medicinas y de materiales de construcción.
En 1969, cuando tenía tres años de edad, mis padres se vieron forzados a mudarse de la casa en la que nací, situada en un barrio de gente de varios colores, etnias e incluso clases, a una duna de arena despojada de toda vegetación y a la que dejaron vacía a excepción de algunas casas de bloque mal construidas, sin electricidad, revoque o cubierta, y cerradas con techo de asbesto.
Resulta difícil imaginar que el ambientalismo hubiera podido prescindir alguna vez del concepto de “racismo ambiental”. Se trata de un concepto que hace referencia a una realidad que no puede ser abordada “antes” o “después” de la defensa del ambiente sino que debe ser enfrentada cada día, construyendo movimientos contra las formas en que las sociedades opresivas organizan la naturaleza.