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“En este tiempo que pasamos juntos aprendimos, gracias a los testimonios directos de los representantes de las comunidades locales de doce provincias de Camboya y también de otros países de la región, de qué forma las grandes plantaciones situadas en sus respectivas zonas afectan vidas, sustento y medio ambiente”.
Perú es uno de los pocos países de Sudamérica donde los monocultivos forestales aún no se han implantado a gran escala, pero el gobierno ya se apresta para promover su expansión. En efecto, el país ya cuenta con un “Plan Nacional de Reforestación 2005-2024” [Plan Nacional] y con una “Ley de promoción de la inversión privada en forestación y/o reforestación” [Ley de Forestación], que serían las herramientas fundamentales para justificar y viabilizar las plantaciones de árboles.
Hoy [12 de diciembre], cientos de indígenas de las siete comunidades Tupinikim y Guaraní en el Estado de Espíritu Santo, Brasil, ocuparon el puerto de Portocel, desde donde la empresa Aracruz Celulose exporta su celulosa a Europa, Estados Unidos y Asia.
En 1995, un pequeño grupo de ONGs comenzó una campaña contra las plantaciones en Sudáfrica, como respuesta a los esfuerzos de la industria maderera por expandir en 600.000 hectáreas la superficie de tierra dedicada a las plantaciones de árboles en gran escala.
“Todos los aldeanos comprenden la necesidad de proteger el bosque. No podemos vivir sin él”. Quien habla es un habitante de la comuna Dak Dam, provincia de Mondulkiri, en el nordeste de Camboya. “Ahora nuestra vida es más difícil”, sostuvo.
Una delegación de negocios de la Corporación General del Caucho de Vietnam visitó Laos en julio de 2004. Por entonces, sólo existía una pequeña superficie cultivada con caucho en el sur de Laos. “Podemos proporcionar de 50 mil a 100 mil hectáreas de tierra para que Vietnam cultive caucho”, declaró a la delegación el Vice Primer Ministro de Laos, Thongloun Sisolit.
Es muy probable que el público finlandés sepa poco o nada de la historia del Uruguay y de cómo esta historia se relaciona con la fábrica de celulosa que Metsa Botnia está construyendo en este país. Por eso, vale la pena explicar que, desde 1973 hasta 1984, el Uruguay estuvo gobernado por una dictadura militar. Durante ese período, los militares violaron todos los derechos humanos posibles e imaginables, y la tortura fue moneda corriente.
En Brasil, la producción a través de la agricultura de una nueva matriz energética está presente a diario en los medios de comunicación y cada vez más está ganando respaldo social y justificación económica para el desarrollo del campo. Rápidamente, el uso de la tierra para la producción de alimentos pasa a compartir su espacio con la producción de combustibles. Este cambio en la percepción social se hace muy evidente en los reiterados reportajes que muestran a los productores rurales y propietarios de tierras como los nuevos dueños de “campos de petróleo”.
Al igual que en otros países africanos como Costa de Marfil o Ghana, en Camerún la producción de palma aceitera se distribuye en tres sectores: el agroindustrial, el de las aldeas controladas por las agroindustrias y el tradicional en pequeña escala. Si bien Indonesia y Malasia ocupan el primer lugar en el mercado mundial de la palma aceitera, el sector agroindustrial de Camerún cuenta con varias ventajas.
El mundo occidental, en especial los países del norte, se rindió a la adicción por los energéticos provenientes de los fósiles. Ese rumbo ha provocado algo que hoy ya nadie pone en duda: el cambio climático. Muchas soluciones se han propuesto para enfrentarlo, pero la mayoría de ellas deja que siga con fuerza la carrera suicida de la humanidad.
Indonesia es uno de los países con la mayor cantidad de habitantes – un total de 220 millones de personas – y la mayor población rural del mundo.
Malasia, junto con Indonesia, es el principal productor mundial de aceite de palma puro para la exportación, aunque para ello debe pagar un costo muy alto. Según un informe de 2005 de Amigos de la Tierra, el 87% de la deforestación reciente en el país tuvo lugar con el fin de hacer espacio para las plantaciones de palma aceitera. Dado que los bosques tropicales malayos se cuentan entre los ecosistemas más diversos del planeta, la tala de esas zonas plantea graves amenazas a un sinnúmero de especies vegetales y animales.