“El comercio de las emisiones de carbono, un vehículo para el desarrollo. ¿Valdrá la pena contar esta historia? Creo que sí,” dijo Sergio Jellinek, un “asesor en comunicaciones” del Banco Mundial, a una sala llena de periodistas en la Expo Carbono realizada en Colonia, Alemania, la semana pasada.
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En el pasado mes de junio el Banco Mundial coorganizó la llamada “Expo Carbono” en Colonia, Alemania. En esta feria comercial se publicitaron proyectos que apuntaban a interesar a empresarios y gobiernos de países industrializados en la compra de los créditos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que esos proyectos aducen producir.
Detrás del color blanco de una hoja de papel se ocultan oscuras historias de degradación ambiental y despojo social. Sin embargo, esas historias rara vez llegan a ser conocidas por los consumidores, que viven muy lejos de los lugares donde se obtiene la material prima (la madera) y de donde se producen la celulosa y el papel. Éste es el motivo por el cual es tan importante conocer --y contar-- la historia.
Hace mucho tiempo, la necesidad de nuestros primeros ancestros de transmitir palabras e imágenes quedó plasmada en muros de piedra, tablillas de arcilla, tablas enceradas, pieles de animales y otros medios. Más tarde, alrededor del año 3000 A.C. los egipcios comenzaron a escribir en juncos de papiro. Los tallos de papiro fueron laminados en tiras (como las cañas de bambú en China). Se atribuye a Ts'ai Lun, un funcionario chino, la invención aproximadamente en el año 105 D.C.
Las plantas de celulosa se dedican al procesamiento de la madera para la obtención de la principal materia prima para la producción de papel: la pulpa, o pasta. Generalmente se trata de grandes fábricas situadas en las mismas zonas donde se recolecta la madera, es decir cerca de bosques o plantaciones de monocultivos de árboles, donde se facilite el transporte de troncos abaratando así los costos de transporte.
Fenómenos como el desposeimiento, la deforestación y la contaminación producidos por la industria de la celulosa y el papel están vinculados a una dinámica de escala en permanente crecimiento y a la concentración e intensidad de capital que ha caracterizado a la industria desde la Revolución Industrial.
En función de su escala extremadamente grande, las fábricas de celulosa necesitan simplificar bajo una autoridad central no solamente los paisajes, la diversidad biológica y la diversidad genética, sino también los sistemas políticos. El enorme tamaño de las fábricas y de los paisajes que reorganizan a su alrededor implica que para sobrevivir tienen la necesidad de permanentemente atraer subsidios, estimular la demanda y, sobre todo, controlar la resistencia que les presenta tanto la gente común como el propio ambiente.
Ashis Nandy, el psicólogo y crítico social indio, definió en una oportunidad al progreso como “crecimiento en la conciencia de la opresión”.
El escenario actual, en el que la mayoría de los países se han convertido en meros mercados para un grupo crecientemente reducido de poderosas empresas que se los reparten y mantienen una red de vinculaciones comerciales --para las cuales desean cada vez más “vía libre”--, se ha fabricado también con lenguaje y la introducción de conceptos que se imponen como verdades.
Fabricar limpio y blanco papel con árboles es un asunto sucio. Para fabricar celulosa kraft blanqueada, los árboles son convertidos en pequeñas astillas, éstas se cuecen a alta presión, se lavan y después se blanquean. En el proceso de cocción se utilizan sustancias químicas tóxicas para extraer la lignina, una sustancia que mantiene unidas las células de la madera y que otorga fortaleza a los árboles. Como la lignina da al papel un color amarillento, toda la lignina remanente se debe blanquear.
Se realizó en Ginebra la cuarta sesión del Foro de las Naciones Unidas sobre Bosques (UNFF, por su sigla en inglés). Los delegados gubernamentales pasaron dos semanas pretendiendo analizar los problemas que afectan a los bosques, pero la verdad es que las pocas cosas que sucedieron y merecen ser mencionadas, ocurrieron fuera de los salones donde tuvieron lugar las reuniones oficiales (ver la sección sobre el UNFF más adelante).
Desde 1990, compañías madereras, grupos rebeldes, redes delictivas, varios gobiernos interinos y el régimen del ex presidente Charles Taylor han actuado en connivencia para saquear los recursos naturales de Liberia. Durante este período el sector de la madera fue testigo de una plétora de actividades y prácticas ilegales. Las compañías madereras operaron en territorios manejados por los rebeldes sin que se aplicara ningún tipo de regulación de la Autoridad Forestal; ninguno de los ingresos generados durante este período benefició al pueblo liberiano.