Artículos del boletín

En el marco de la Red de Plantas Medicinales de América del Sur, el Centro de Estudios Uruguayo de Tecnologías Apropiadas está coordinando en Uruguay un trabajo colectivo de recuperación de saberes populares y tradicionales en torno al uso de plantas como medicina y alimento.
El análisis del cambio climático ha sido hasta ahora dirigido por la ciencia, y presentado en términos de gases de efecto invernadero y emisiones. Si bien los análisis científicos siguen siendo fundamentales, es necesario tomar en cuenta los imperativos sociales. Aunque no hay vínculos directos obvios entre el cambio climático y las mujeres, los potenciales impactos del cambio climático en términos de vulnerabilidad socioeconómica y adaptación colocan a la mujer en una posición especial.
La invisibilidad de las mujeres es probablemente mayor en las plantaciones de árboles que en cualquier otro lugar. Es muy raro ver alguna mujer trabajando entre las interminables filas de eucaliptos o pinos. No obstante, las plantaciones sí son muy visibles para las mujeres, que en los hechos sufren sus impactos de diversas formas.
La deforestación se percibe comúnmente como un problema ambiental que tiene como resultado la pérdida de biodiversidad y que provoca impactos sobre los recursos hídricos y el suelo. Sin embargo, esto es solo parte del problema.
En enero de 1998, y coincidente con la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos --la pequeña y lujosa estación de esquí en Suiza que da nombre a dicho evento-- 192 organizaciones de 54 países, congregadas en la Acción Global de los Pueblos, lanzaron una “Declaración contra los Globalizadores de la Miseria”.
El mundo tiene una Convención sobre Cambio Climático desde 1992. La firma y ratificación de esta convención implica obligaciones, tanto legales como morales. La mayoría de los gobiernos ya la han ratificado. Sin embardo, luego de todos estos años, los gobiernos tienen poco que mostrar en materia de resultados, excepto las toneladas de papel utilizadas en interminables negociaciones.
Los "pigmeos", con una población estimada generalmente en unas 100.000 personas en Camerún, son el pueblo de los bosques más conocido y vulnerable de África. Su estilo de vida está estrechamente ligado al bosque, del cual obtienen su comida (carne, frutas, miel, raíces, etc.) y los productos de medicina tradicional, campo en el que son conocidos como grandes expertos. El bosque es su hábitat natural, en el que siguen siendo mayoritariamente nómades.
En un continente todavía asolado por más de 20 conflictos armados respaldados por intereses extranjeros y financiado mediante el saqueo de los recursos naturales del continente (petróleo, diamantes, oro, madera, cobre, cobalto y coltan), la Nueva Alianza para el Desarrollo de África (New Partnership for Africa’s Development - NEPAD) se presenta para algunos como una incógnita.
Mientras que los kenianos celebran sus cuarenta años de independencia, los indígenas Ogiek recuerdan cuarenta años de desposeimiento y marginación institucional. Han sufrido la opresión, supresión y brutalidad sistemáticas a través de una política de asimilación que apunta a su extinción.
Un amplio espectro de grupos ambientalistas y de la comunidad, organismos de investigación y tomadores de decisiones del gobierno y la industria se reunieron en Nelspruit, Sudáfrica a mediados de noviembre para discutir un tema candente: el impacto de las plantaciones para madera.
Birmania posee una fama justificada por sus ricos depósitos de piedras preciosas, entre las que se incluyen rubíes, zafiros y jade. La localidad de Mogok, ubicada en la zona este de la División de Mandalay en la frontera del estado de Shan, ha sido el centro de la extracción de rubíes y zafiros durante ochocientos años.
El controvertido proyecto de la red de carreteras de Ladia Galaska, cuya construcción lleva ya más de un año, con un costo de US$ 1,2 millones, vinculará la costa occidental de Aceh con la costa este de Sumatra del norte. Más de 90 kilómetros de los 505 kilómetros que está previsto tenga la carretera, atraviesan el bosque relativamente prístino de las tierras altas centrales del Parque Nacional Mount Leuser; un hecho que implicaría notorios impactos negativos permanentes sobre el medio ambiente.