Un grupo de islas de Melanesia en el Pacífico Sur están sufriendo un terrible saqueo. Durante los últimos cinco años la corta practicada especialmente por empresas malasias ha aumentado tres veces por encima del rendimiento estimado como sustentable. En otras palabras, los bosques vienen siendo cortados a un ritmo tres veces más rápido que lo que están creciendo. En menos de diez años todos los bosques productivos de las tierras bajas habrán sido cortados. Estos ricos bosques tropicales húmedos albergan miles de especies vegetales y animales únicas.
Artículos del boletín
Un informe publicado recientemente sobre manejo forestal sustentable en Camboya -financiado por el Banco Asiático de Desarrollo- ha dado lugar a una discusión sobre este importante tema por parte de las partes involucradas. El informe señala que el manejo de los bosques en el país constituye "una falla total del sistema", dado que "de mantenerse los actuales niveles de corta, las concesiones agotarán el recurso en un plazo de siete años", a la vez que recomienda se implementen inmediatas reformas.
Tres grandes actores dominan el escenario mundial de los bosques: las poblaciones locales, los gobiernos y las empresas transnacionales. En tanto las primeras intentan proteger el bosque que les provee su sustento y supervivencia cultural, se ven obligadas a enfrentar –en una lucha desigual- a las fuerzas combinadas de las transnacionales y los gobiernos, cuyos planes de “desarrollo” resultan inevitablemente en la destrucción de los bosques.
Los bosques húmedos primarios de Gabon están desapareciendo a un ritmo acelerado. La explotación de madera tropical preciosa es llevada a cabo como una actividad depredadora, en que las empresas transnacionales madereras, titulares de enormes concesiones, se llevan la parte del león, mientras que las comunidades locales son las que pagan los costos (ver Boletín 28 del WRM).
El pueblo Ogiek de Kenia –una comunidad de minorías habitantes de la selva, actualmente compuesta por unas 20.000 personas-, ha vivido desde tiempos inmemoriales en la zona de bosques montañosos del Tinet, en Molo, en el distrito Nakuru. Durante décadas los Ogiek han defendido sus derechos contra la arbitrariedad del gobierno colonial y luego del poscolonial, quienes progresivamente los empujaron a zonas marginales. Recién en 1991 se reconocieron parcialmente sus derechos territoriales y se les otorgó una parte del bosque Tinet.
En los primeros años de la década del 90, Liberia fue el escenario de una guerra civil que cobró un saldo de 150.000 víctimas fatales y un millón de personas desplazadas o que dejaban el país como refugiados. De enero a noviembre de 1996, la guerra se desencadena nuevamente hasta que finalmente tienen lugar elecciones presidenciales en 1997.
En octubre de 1999, el propio ministerio de Medio Ambiente de Nigeria responsabilizó a las transnacionales petroleras por la situación reinante en el Delta del Níger, y les dio el ultimátum de que en seis semanas debían descontaminar el medio ambiente de las comunidades, afectado por numerosos derrames de petróleo (ver Boletín 28 del WRM). A pesar de eso, las cosas no parecen haber cambiado mucho.
En la década del 90, el gobierno de Camboya, con el respaldo del Banco Mundial, intentó promover el cultivo industrial en gran escala de camarones en la zona costera del país. En 1993, el Proyecto de Acción por los Manglares (MAP, por sus siglas en inglés), ayudó a impedir que la gigante agroindustrial tailandesa Charoen Pokphand, se instalara en las costas de manglares de Camboya, en donde llevaría a cabo un proyecto de cultivo del camarón tigre negro.
El madereo descontrolado en el estado de Sarawak, en Malasia, ha sido motivo de gran preocupación para los ambientalistas desde mediados de la década del 80. El tema cobró importancia internacional en 1987, cuando a los indígenas Dayak se les agotó la paciencia después de décadas de haber reclamado infructuosamente el reconocimiento de sus derechos a la tierra. Los Dayak erigieron barricadas a lo largo de los caminos de la compañía maderera para impedir la destrucción de sus bosques.
Los megaproyectos de construcción de represas en Tailandia fueron enfrentados con multitudinarias protestas por sus impactos negativos tanto en lo social como en lo ambiental. Los casos de la represa Pak Mun (ver Boletín 22 del WRM y nuevo artículo en este número) y la represa Rasi Salai (ver Boletín 27 del WRM), son quizás los más notorios, aunque no los únicos. Tailandia intenta ahora exportar ese modelo destructivo a su vecino Myanmar (ex Birmania).
La represa Pak Mun, en la Provincia Ubon Ratchathani, en el noreste de Tailandia, ha sido firmemente resistida por los aldeanos locales, quienes sufren sus efectos negativos que se manifiestan en la escasez de agua potable, la reducción del número de peces, los peligros para la salud, la inundación de sus tierras y el reasentamiento forzoso (ver Boletín 22 del WRM).
Honduras tiene la obligación, tanto por las leyes nacionales como internacionales, de proteger 75.000 hectáreas de humedales en el Golfo de Fonseca. En mayo de 1999, en la Convención de RAMSAR sobre Humedales y a través de la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente (SERNA), el gobierno hondureño obtuvo para los Humedales Costeros del Golfo de Fonseca la designación de “Sitio 1000 de RAMSAR”.